Refugiados rumbo a La Rioja, misión cumplida

M.Á. G-S
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La expedición 'Un viaje para la esperanza' impulsada por Paula Ballvé emprende hoy la vuelta desde Polonia con un grupo de refugiados

Anatolia, Valentina y Svetlana, de Zaporiya, avanzan por el centro de refugiados junto a Paula Vallvé, anoche en Polonia. - Foto: Miguel Ánjel Gómez Serrano

Przemysl, 8.30 horas. Tras más de 41 horas de viaje, con paradas técnicas en Nuremberg (Alemania) y Jaroslaw (Polonia), Paula, Jesús, Vicente y Flor, impulsores de Un Viaje para la Esperanza, llegan a destino. Atrás quedan 2.800 kilómetros y, por delante, la consigna de veinte metros cúbicos de material médico y la recogida de refugiados con destino a España. 

El fin de semana ha sido intenso. La singladura arrancó el viernes, a las 4 de la mañana. Santi y José Antonio, chóferes de Yanguas, se suman a una expedición de naturaleza espontánea, huérfana de apoyos públicos aunque bien respaldada por donantes sin nombre dispuestos a poner su granito de arena para alejar al mayor número de desplazados del horror de la guerra. Atravesando el Hexágono, el boca a boca de las redes sociales ya ha conseguido que decenas de riojanos ponen al servicio de los desplazados sus casas y segundas residencias en Baños, Zarratón o Galilea. Navarros, valencianos o sevillanos también se brindar a poner a disposición sus viviendas.   

A las 18 horas de la tarde, el bus abandona Francia. Antes de cruzar el Rin, toca una parada técnica en Escot, en el Franco Condado. En apenas quince minutos, en esta área de servicio se dan cita tres andaluces que parten a Przemysl y, de vuelta a España, integrantes de la plantilla del Cuerpo de Bomberos de Cuenca al frente de siete furgonetas con una cuarentena de refugiados y una pareja barcelonesa que ha conseguido subir a su California a una familia ucraniana. A los primeros, la Diputación de Cuenca y la organización Bomberos sin Fronteras les cubre el viaje. El resto lo cubren gracias a la generosidad de anónimos mecenas.

Paula y Flor, junto a Anatoli, Valentina y Svetlana que llegarán a España con Un Viaje para la Esperanza. . Paula y Flor, junto a Anatoli, Valentina y Svetlana que llegarán a España con Un Viaje para la Esperanza. . - Foto: El DíaLos turnos de conducción, que han de ser escrupulosamente respetados, obligan a pernoctar en Nuremberg, ciudad que ensalzó al nazismo para, posteriormente, condenarlo en el juicio más célebre de la historia. La invasión de Putin pretende la desnazificación de Ucrania. Tan burdo como absurdo.

Cumplidas las nueve horas de descanso, el viaje continúa en la mañana del sábado. Tras un mordisco de 1.700 kilómetros, queda una dentellada de mil más. A las once de la mañana se entra en la República Checa, país que se abandona seis horas más tarde. La visita a Praga, Brno u Ostrava se posterga para mejor oportunidad. Polonia es la cuarta y última frontera. La  meta se intuye cercana aunque la espera sigue siendo larga.

A las 21 horas, se llega a Radymno, donde aguardan Tatiana, Jana y Timur, que serán acogidos en Logroño. En Cracovia también se arman de paciencia dos familias que llegarán a España cuando el bus vuelva de regreso. El viaje parece que acaba aunque, en realidad, es ahora cuando empieza.

La noche obliga a pernoctar en Jaroslaw, en uno de los pocos establecimientos con capacidad para albergar a siete personas. Imbuidos por un espíritu estoico, Jesús y Vicente optan por proteger la carga y dormir a bordo, una decisión heroica de la que no se arrepentirán en la vida.

A las 8 de la mañana de un radiante domingo, la expedición parte a Ostrow para descargar los suministros sanitarios. En el camino, cambia el emplazamiento de entrega. Toca desandar lo andado, sumar kilómetros al motor, horas al tacógrafo e incertidumbre a la expedición. Korczowa, a   un suspiro de Ucrania, es el emplazamiento definitivo. Tras dos horas de espera, Tadek se hace cargo de la carga. El material sanitario queda a buen recaudo.

Przemysl, zona cero. Es el momento de volver a Przemysl, localidad por la que han pasado parte de los tres millones de refugiados que han abandonado Ucrania. El flujo, desordenado hace semanas, está perfectamente organizado. El antiguo Tesco, un centro comercial, se ha convertido en Centro de Refugiados al que llegan las mujeres y niños que cruzan Medyka, justo en la frontera. Es aquí donde el empresario riojano Iñaki, otro de los impulsores de la iniciativa, Kike y Denis, traductor ucraniano, se reúnen con el grupo.

El tránsito de vehículos provistos de ayuda humanitaria es continuo, aunque la llegada de desplazados se ha ralentizado. Una familia parte para Bilbao y, horas después, otro grupo pone rumbo a Barcelona. Una decena de autobuses con destino a Francia, Portugal o Suiza esperan. Otro fletado por Bomberos sin Frontera abandona el centro con el objetivo de recoger personas por el camino. La mayoría de refugiados opta por quedarse en Polonia.

En el Centro de Refugiados los niños, en una improvisada ludoteca, miran absortos los dibujos animados. Sus madres esperan. La noche, inclemente, no tarda en hacer acto de presencia.

Un tren acaba de llegar a la estación de Przemysl, más refugiados que huyen de la invasión. Un Viaje para la Esperanza no pierde la fe. La noche será larga, como también lo será el viaje de vuelta para los refugiados que, en este autobús o en el resto que le seguirán, llegarán a Logroño en las próximas horas, bien de paso o bien para echar raíces. Para ellos, el viaje sí que empieza ahora.