Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


La huella

21/10/2022

En los últimos años han aparecido múltiples palabras que ahora son parte de nuestro vocabulario. Las personas mayores desconocen su uso y las sueltan sin meditar sus implicaciones. Aquellos comprometidos con alguna causa utilizan con frecuencia estos nuevos vocablos, sin saber que al utilizarlas, se dejan llevar en ocasiones por pasiones mucho más peligrosas que las conductas que pretenden desterrar.

De una manera sencilla llegaron los vocablos resiliencia, sorodidad, empoderamiento, sostenibilidad, múltiples acrónimos y eufemismos varios. El ejército israelí advirtió que en el uso de las palabras había más importancia y consecuencias de las que se creía.

Es absurdo recurrir al lamento de la pérdida que supone ver una película antigua de cine negro y oír conversaciones inteligentes entre matones, mientras que ahora entre la cascada de tacos no se llega a transmitir una idea que no sea una burda amenaza. Cuando se aprende un idioma lo más traumático es tener que pensar lo que dices, y rara vez se tiene el talento para expresar algo que merezca ser dicho. Hemos conseguido que la gente repita sin comprender palabras nuevas, mientras la legislación laboral sí que las ha hecho suyas en toda su extensión.

Produce sorpresa que haya una que ha decaído y que parece oportuna, viable. En biología según la Real Academia Española significa que puede vivir. En esta avalancha de progresismo intelectual, parece ser un concepto que se les escapa cuando se aplica a las empresas. Parece como si su existencia fuese inevitable y su inmortalidad una condición intrínseca. El afamado economista Michael Porter de Harvard se encargó de defender la competitividad de las empresas sin hacer una sola mención moral ni proponer un solo freno a su expansión. Esta ausencia de ética explica parte de los excesos del capitalismo y las carencias formativas de las escuelas de negocios.

No todos los negocios son rentables en todo momento, ni las motivaciones para su creación estrictamente monetarias; pero es indudable que tienen que ser viables y tener una expectativa de retorno al esfuerzo y talento aportado. La vida nos demuestra que nadie libra batallas que no puede ganar o realiza un esfuerzo sin recompensa. Hasta los socialdemócratas y liberales lo han olvidado.

Sin sector privado no hay impuestos, sin ellos no hay recursos que repartir y por eso algunos países son pobres. Las empresas no son el enemigo ni la solución a todos los problemas sociales.

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