Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Déjense de 'distracciones y tonterías'

10/05/2022

Creo que ha llegado el momento de agarrar por los cuernos el toro que verdaderamente importa y dejarse de lo que algunos diplomáticos han llamado "distracciones y tonterías". Nada, ni las elecciones andaluzas con Vox cabalgándolas, ni el enfado de Pere Aragonés por los 'pinchazos' a su teléfono, ni los líos con la fiscal general del Estado, importa ahora tanto como la imagen que nuestro país, España, vaya a ser capaz de dar al mundo ante la oportunidad de albergar en Madrid la reunión internacional más importante que se haya celebrado en décadas, esa 'cumbre' de la OTAN que está a poco más de un mes para su celebración y que, silenciosa y esperemos que eficazmente, prepara un nutrido grupo de funcionarios. Parece increíble la frivolidad con la que una parte de la llamada 'clase política' afronta este reto, tan necesario por muchas razones, entre ellas revaluar nuestra presencia en el mundo.
En esa reunión, a la que asistirán los principales mandatarios de Occidente, se va a establecer el 'concepto estratégico' para la próxima década, se admitirá la solicitud de ingreso de nuevos países y, sobre todo, se ajustará la respuesta atlántica al formidable desafío planteado por Putin con la injusta y cruel invasión y ya casi destrucción de Ucrania como país. La importancia de lo que se va a tratar es quizá esencial para lo que vaya a ocurrir en el mundo en los próximos años, pero aquí nos desmadramos pidiendo nada menos que desde el propio Gobierno la cabeza de la ministra que es en estos momento más representativa de cara a la esa 'cumbre', la titular de Defensa y responsable de las Fuerzas Armadas, Margarita Robles y, de paso, procurando un auténtico terremoto en los servicios de inteligencia.
Que no digo yo que no tenga mucha, pero mucha, culpa la impericia y la falta de transparencia de un Gobierno que insiste en decirles a sus 'socios', algunos de los cuales tienen la aspiración máxima de desmantelar el Estado, cosas tan poco creíbles como que el Ejecutivo no sabe lo que hace el Centro Nacional de Inteligencia ni a quién espía por la seguridad y la integridad territorial de ese Estado. Claro, ¿cómo va a convencer Pedro Sánchez a su próximo interlocutor y lógicamente enfadado aliado Pere Aragonés de que La Moncloa no sabía que oficialmente se espiaba nada menos que al president de la Generalitat?
Esto de la eficacia y discreción de los servicios secretos y de las peleas internas en los gobiernos precisamente sobre el espionaje y la alineación internacional de las Fuerzas Armadas es algo que se analiza con mucho cuidado en los centros de poder y en los estados mayores de todo el mundo. No creo que nos hayan dado un aprobado tras lo actuado en las últimas dos semanas, la verdad. Podemos, un partido ya sin programa, sin liderazgo y sin eficacia hasta para designar a su candidato a la presidencia de la Junta andaluza, no puede aspirar a controlar los ejes principales de la política del Gobierno, y menos aún pueden hacerlo el fugado Piuigdemont, principal enemigo del concepto de España, o sus ya no tan amigos de Esquerra o Bildu.
Es preciso, sí, dejarse de distracciones, de tonterías y de posturas panfletarias: estamos ya muy lejos de cuando, en 1986, éramos antiatlantistas del "OTAN, de entrada no". Lo reaccionario es haberse quedado varados en aquello, casi cuarenta años ha, como si el mundo no hubiera cambiado nada desde entonces.
¿Será capaz el presidente de cesar a la directora del CNI solo para complacer a quien tanto disgustará que salga bien una 'cumbre' atlántica que, de paso, fortalecerá al Estado español? ¿Cuándo piensa reaccionar Pedro Sánchez ante todo esto? ¿Cuando los aliados occidentales nos pongan colorados, reprochándonos lo que patentemente estamos haciendo mal? Porque eso puede ocurrir, ya digo, dentro de seis semanas, cuando Biden y los principales dirigentes se concentren en Madrid, donde ya se saca lustre a las banderas, y nos larguen, si seguimos así, un severo rapapolvo, aunque sea con diplomáticas palabras.