¡Una de esperanza!

Nuria Pajares
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La hostelería logroñesa continúa dando pasos hacia la normalidad, con un aforo del 75% y perspectivas favorables

¡Una de esperanza! - Foto: Óscar Solorzano

«Aquí no comes, aquí eres feliz» reza la camiseta de Jessenia Ramírez, camarera de Las Letras del Laurel. Razón no le falta. Desde agosto, las calles gastronómicas por excelencia de Logroño: Laurel y San Juan cobran vida cada fin de semana. La esencia de la zona está resurgiendo: felicidad y estómago van de la mano.

«Siempre tenemos clientes fijos, a pesar de la pandemia han estado aquí», agradece Ramírez a sus parroquianos, quienes al final del día sacan tiempo para preguntar cómo se encuentra y qué tal ha ido su jornada. «El apoyo de ellos es máximo». No solo triunfan sus piruletas o su foie en la barra, las reservas para los menús en fin de semana se agotan, asegura. Eso sí: con la mascarilla siempre presente y bien colocada cuando no se está comiendo, recuerda.

ilusión. Con la misma ilusión, Santiago Barrero, de El Soriano, admite que casi han alcanzado un número de visitas similar a la era pre covid, pero menos concentradas en el interior del local, con un aforo al 75 % todos establecimientos. «Hay clientes habituales que llevaban sin venir dos años, verlos da mucha alegría», cuenta ajetreado sirviendo en la terraza.

Además, el pasado puente del Pilar ha sido beneficioso para estos dos brazos de Logroño. Desde «Madrid y Barcelona», pero también «desde Francia», han venido a probar sus populares champiñones. «No podríamos estar más contentos», sonríe con los ojos.

Por su lado, desde la taberna El Peregrino, en la calle San Juan, el camarero Cosmín Florín lamenta que, aun creciendo a buen ritmo, el ambiente «no tiene nada que ver con antes». Incluso, aunque haya más tránsito, apunta a que a cierta gente le cuesta aún pasar al interior del local o se encuentran solo de paso. «Hay personas bastante escépticas, que llevan sin aparecer bastante tiempo», añade asimismo.  Precisamente, son estos reencuentros los que le motivan a seguir preparando su brasa, pincho estrella del local.

Nicolás Andrés González lleva casi medio año tras la barra de Los Rotos de San Juan. Admite que la afluencia de estos fines de semana es útil para acostumbrarse al ritmo de la zona y entrenarse para la normalidad y coincide con Barrero en el análisis de un Pilar  «muy intenso».

De hecho, esta buena remontada ha permitido ampliar su personal los fines de semana. «Más allá del estrés, es divertido conocer a gente, están con ganas de charlar, de relacionarse», comenta el camarero. 

A pesar de que el roto de gulas es el más popular del local (seguido por el del roquefort, según indica González). El camarero tiene una clara recomendación para los clientes: «El roto de pollo, ciertamente está muy rico y no recomiendo nada que no haya probado», señala en la pizarra. En cuanto la elección de los vinos, el camarero, señala que depende de un gusto muy personal por lo que prefiere no hacer recomendaciones concretas y apunta que los clientes se guián sobre todo «por lo que oyen en los medios de comunicación o ven en la televisión o en el propio supermercado».

«Los turistas vienen informados y me dicen que la San Juan es más la calle de la gente de aquí, de Logroño, yo les digo que sí: es más familiar, más tranquila que La Laurel, aunque es un paso obligatorio».

«¿Y dónde mejor?» señala alzando una copa de vino un cliente habitual, de los que nada más cruzar la puerta, González le ha servido un vino sin necesidad de preguntarle qué iba a tomar. 

Paso a paso, pincho a pincho, vino a vino, vuelve la vida.