«El primer bofetón me lo dio a los seis meses de estar juntos»

Ana Torrecillas
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María (nombre ficticio) logró escapar de su maltratador tras un infierno de dos años en los que el control, los celos y la violencia marcaron su vida. Hoy, es una mujer nueva:«Hay que denunciar»

María cuenta su experiencia como mujer maltratada - Foto: Óscar Solorzano

María tiene unos hermosos ojos verdes que se tornan brillantes cuando recuerda alguno de los episodios de violencia que vivió junto a su expareja, en prisión por quebrantamiento de orden de alejamiento. La historia de María es muy parecida a la tantas mujeres víctimas de violencia machista y, a la vez, muy diferente. Porque es la suya, una historia propia en la que  el abuso también alcanza a otras personas, como por ejemplo, a los niños y demás familia.

María conoció a su maltratador después de divorciarse. Comenzaba una nueva vida con su hija y sacaba adelante dos negocios que le llevaron  mudarse fuera de su ciudad, Logroño. Y empezó una relación con un hombre. «Al principio era un chico normal, maravilloso», recuerda María, «pero al poco tiempo él empezó a controlarme: me cogía el móvil y me pedía que no fuera a Logroño a ver a mi familia y amigos. Yo pensé que era normal, tenía poco tiempo por el trabajo, y él quería pasar todo el tiempo que pudiera conmigo». Así que quedar con amigos se convirtió en un imposible. María no se percató entonces del aislamiento al que  estaba sometida.  trataba de aislarla. «Sentía celos por todo», afirma, «y cuando llevábamos medio año de relación, tuvimos una fuerte discusión y me dio el primer bofetón».

«Me pidió perdón pero me dijo que la culpa era mía y que yo era quien le obligaba a hacerme esas cosas», recuerda. Así que María no denunció y siguió con la relación. Durante un tiempo la cosa fue bien, hasta que María se dio cuenta que él tenía problemas con el consumo de alcohol y drogas. «Empecé a notar feos con mi hija y decidí cortar la relación, pero él había dejado de trabajar y no tenía dónde ir así que dejé que siguiera conviviendo en casa», recuerda. Todo fue a peor. Un día aparición donde trabajaba María y empezó a insultarla. «Me acusó de estar engañándole con otro, me llamó puta y zorra y me golpeó en la cara, me zarandeó y me empotró contra el frigorífico. Cuando se giró hacia la encimera buscando uno de los cuchillos que había en la panera, pensé que me iba a matar y conseguí escapar», asegura, «cogí a mi hija y una de las compañeras del trabajo me acompañó a comisaría para denunciar. Sentí mucha vergüenza, pensé ¿cómo me ha podido pasar esto a mí?».

 

Tras la denuncia, le impusieron una orden de alejamiento que él se ha saltado hasta en 25 ocasiones, por lo que está actualmente en prisión. Pero no fue condenado por malos tratos porque el juicio quedó suspendido. «Ahora tiene el tercer grado y sale de la cárcel los fines de semana», afirma María que fue a terapia psicológica para superar todo lo que le ha pasado, «temo que finalice su condena, porque él ha tratado de ponerse en contacto conmigo por teléfono o por intermediación de terceros». 

María quiere lanzar un mensaje a las mujeres que están pasando por el mismo calvario por el que pasó ella: «Que denuncien, es muy importante que lo hagan y que, si pueden, cuenten con un buen abogado porque a mí la Justicia no me ha protegido». Para las chicas jóvenes también tiene una recomendación: «Les diría que  no permitan que sus parejas les controlen el móvil o les vigilen y si están con algún chico, que sea porque ellas quieran no porque se sientan obligadas a ello».