El dulce recuerdo de Logroño

Bruno Calleja Escalona
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Los caramelos de la Viuda de Solano se convirtieron en una enseña de la ciudad en millones de paladares de todo el país

Imagen de los años 70 de la vieja tienda de la calle Portales, que aún permanece en el recuerdo de muchos logroñeses y logroñesas. - Foto: Colección de Taquio Uzqueda

Hay productos que acaban identificando a un territorio y llegan a formar parte de su historia y de su acervo popular. El vino pasea el nombre de La Rioja por medio mundo y las pastillas de la Viuda de Solano llevaron impreso a Logroño en sus envoltorios por toda España. Detrás del éxito de un producto aparentemente tan simple estaba una fórmula magistral, deleite de millones de paladares, y también el empuje y arrojo de una viuda que elevó el modesto negocio que regentó con su marido a toda una enseña de la industria del dulce.

Conocidos en todo el territorio nacional durante casi dos siglos en el mercado, los caramelos de la Viuda de Solano y su producción guardan tras de sí una historia que merece la pena conocer.

La producción de los caramelos empezó en 1830. Los fundadores fueron Celestino Solano y Antolina Ruiz-Olalde, que empezaron elaborando caramelos de café y leche para obsequiar a los clientes de su confitería. Su producción, poco a poco, fue satisfaciendo el gusto de la población, alcanzando pronto gran popularidad. 

Parte del renombre de los apreciados dulces provenía del malvavisco con que se elaboraban. Unos años después, el matrimonio creó unas pastillas de café y leche de burra, que supusieron el empuje de su negocio. La confitería estaba ubicada, según unas fuentes en la Calle del Albornoz y según otras en la Calle del Mercado (actual Portales).

 

De Celestino a Antolina. Pocos años después, el matrimonio centró su actividad exclusivamente en fabricar caramelos y pastillas de café y leche. La producción no pasaba de los 10 kilos diarios. A la muerte de Celestino Solano, a mediados de siglo XIX, el negocio cambió su nombre por el de Viuda de Solano. A partir de este momento, Antolina Ruiz-Olalde quedó al frente de la empresa. La regentó hasta su muerte el día 14 de mayo de 1913, a los 90 años de edad. La pareja no había tenido hijos, por lo que la producción pasó a manos de una sobrina, Araceli López-Castro Ruiz-Olalde, que junto con su marido Gregorio Cabañas, prosiguieron con la producción de caramelos y pastillas de café.

Será el hijo de Gregorio y Araceli, Fernando, quien introduzca nuevos métodos de producción para satisfacer el gusto de la época. El primer paso fue cambiar su emplazamiento a la recién creada calle Once de Junio, sobre el Muro de la Penitencia. Además, Fernando cambió la tradicional leche de burra por leche de cabra, para poder atender a la gran demanda.

Años después, con la aparición de los polígonos, la factoría se fue a la actual avenida de Portugal, junto a las vías y posteriormente en 1970, a la Portalada, al edificio ocupado hoy por Bodegas Ontañón. 

La factoría perteneció a la familia de Solano hasta 1988, cuando fue adquirida por otra empresa que la trasladó a Tarazona, donde permaneció en activo hasta 2009.

El punto más reseñable de esta industria en Logroño fue la tienda de la calle Portales 75, donde se podían adquirir los populares caramelos y pastillas de café y leche. De aquel local, hoy reconvertido en una óptica, solo queda el recuerdo.