Cuando la ciudad tenía vigía

Bruno Calleja Escalona
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Logroño guardaba su entrada norte con un castillo, que resistió hasta el siglo XIX. Hoy, sus restos duermen en un almacén

Grabado de 1846 publicado en la Galería Militar Contemporánea, que reproduce una torre del castillo de Logroño en el lado sur del puente de piedra. - Foto: Colección de Taquio Uzqueda

E l puente de piedra da la bienvenida a los peregrinos en su entrada a Logroño, y ese carácter de puerta es símbolo de acogida y hospitalidad. Pero a lo largo de la historia, los visitantes no siempre trataban de cruzar el Ebro con intenciones pacíficas, por lo que la ciudad defendía su acceso norte con una fortaleza. En ese punto, junto al Puente de Piedra, se alzó hasta hace unos siglos el castillo de Logroño. Las imágenes de aquel bastión son escasas, al igual que las descripciones, aunque hay constancia de la relevancia que tuvo en su momento.

Como ocurre con muchas fortalezas medievales, los orígenes son confusos. Las primeras referencias documentales datan del siglo XII, aunque muy posiblemente existiese ya en el XI. Bajo el reinado de Alfonso el Batallador hubo al menos cuatro tenentes navarros. Durante los siglos posteriores, el edifico debió de mantener su función. En 1527, a propuesta de Álvaro de Luna, se acometió una remodelación y en 1549 Juan González del Campo tomaba posesión de la fortaleza. Al llegar, ordenó un inventario, en el que se menciona la existencia de una torre vieja en el interior de la ciudad y una torre del homenaje, la más destacada del conjunto defensivo. 

En 1572 se realiza una nueva reforma, pese a lo cual el 20 de noviembre de 1573 el Concejo de Logroño declaraba el edificio en ruina y ordenaba su derribo. Además, mencionaba que no había alcaide desde hacía años. Sin embargo, al parecer aquel derribo no se ejecutó.

En 1592, el rey se interesó por el estado de la fortaleza. En ese momento, se cita una torre vacía que se erige junto al convento de San Francisco y otra en muy mal estado, unida a la del puente; junto a ella estaba la vivienda del alcaide. Ambas torres se unían por muros, con un patio en el centro. El monarca ordenó que los alcaides volvieran a habitar la fortaleza. 

Las continuas avenidas del Ebro y la proximidad de la orilla dañaron en varias ocasiones las murallas y pusieron en peligro la fortaleza en el siglo XVI. Pese a un arreglo, el castillo se fue degradando en los siguientes siglos. Su uso se retomó a principios del siglo XIX como cárcel provisional en la llamada torre de la cigüeña. Para entonces, el edifico estaba en muy malas condiciones, pero aún conservaba las dos torres y parte de las murallas. En 1824 fue usado como almacén de pólvora y en 1839, en planos del ejército aún aparecían las edificaciones de la vieja fortaleza. En 1870 ya no quedaba ningún resto de la fortaleza.

En el parque de servicios. El paso del siglo XIX y el crecimiento urbano hicieron desaparecer los últimos restos de la fortaleza de Logroño. Sin embargo, en los primeros años del siglo XXI, la construcción del túnel que une las calles San Gregorio y San Francisco en la zona sacó a la luz restos de una importante torre y varias murallas, unidas a los arranques del puente medieval. Los restos fueron desmontados y hoy se encuentran en el Parque de Servicios del Ayuntamiento.

Las representaciones gráficas del castillo son escasas. Quizás las más antiguas sean las de los sellos del Concejo, del siglo XIV, en los que se reproduce el puente con tres torres. En el siglo XIX se empezaron a realizar grabados, y algunos de ellos, de 1846, recogen su silueta.