La cara del mal

Javier M. Faya (SPC)
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El presunto autor de la muerte violenta de tres indigentes en Barcelona el pasado abril podría engrosar la lista de asesinos en serie

La cara del mal - Foto: asanmarti

La ciudad de Barcelona sigue aún sobresaltada tras el arresto -y posterior encarcelamiento- el pasado 28 de abril de un hombre que acababa de matar a un sin techo y que, posiblemente, acabara con la vida de otros dos en el espacio de 11 días. Todas las víctimas tenían algo en común, aparte de ser vagabundos: habían muerto de forma muy violenta, a traición y con salvajes golpes en la cabeza con una barra de hierro. Ese modus operandi hizo sospechar a los Mossos de que podía tratarse de un asesino en serie, un término que parece salido de una película pero que, desgraciadamente, es real, muy real. A día de hoy, los agentes investigan si el 19 de marzo también mató. Todo indica que sí. Y puede que haya un quinto crimen.
Se da la circunstancia de que la nacionalidad del presunto delincuente es brasileña. No sería la primera vez que un extranjero siembra el terror en nuestro país con unos patrones para la Policía muy definidos. Ahí figuran el alemán Volker Eckter -El camionero asesino-, el ecuatoriano Gilberto Chamba -El monstruo de Machala- y puede que el colombiano Jorge Ignacio Palma, que confesó que había descuartizado a la joven Marta Calvo el pasado noviembre, y al que se le atribuye la responsabilidad de varios fallecimientos a través de la fiesta blanca. 
¿Pero qué es realmente un asesino en serie? Un individuo que mata a dos o más personas? en un lapso de 30 días o más, con un período de enfriamiento entre cada asesinato, y cuya motivación se basa en la gratificación psicológica que le proporciona cometerlo.
Los crímenes tienden a estar específicamente motivados por una multitud de impulsos psicológicos, en particular ansias de poder -por eso muchos se aprovechan de colectivos vulnerables como ancianas, prostitutas, inmigrantes y sin techo- y compulsión sexual. Suelen seguir una misma metodología, involucrando a víctimas que a menudo comparten alguna característica con el agresor, ya sea ocupación, raza, apariencia, sexo o edad.
En el caso de Tiago -el presunto autor de la muerte de tres indigentes en la Ciudad Condal- y de otros criminales etiquetados como asesinos en serie, compartía con sus víctimas una situación de marginalidad. No vivía en la calle exactamente sino en una autocaravana junto a un parque infantil, y sus ingresos se basaban en lo que iba encontrando en contenedores de basura. 


Origen en el FBI

La acuñación del término serial killer se atribuye al agente especial del FBI Robert Ressler en los años 70, debido a la publicidad que se dio a los salvajes crímenes de Ted Bundy y David Berkowitz (El hijo de Sam), aunque ya había sido descrito muchos años antes. Se tiene constancia de que el inspector policial alemán Ernst Gennat utilizaba ya este concepto en 1930.
Conviene subrayar que estos criminales no deben ser confundidos con asesinos en masa, que matan a un número elevado de víctimas de manera simultánea en un período corto de tiempo, ni con asesinos relámpago, que cometen múltiples crímenes en unos días y en lugares distintos.
La edad es un factor indiferente, ya que algunos de ellos empiezan a matar a una edad muy temprana y otros, como el famoso Sacamantecas -con 49 años-, no. En el caso del presunto asesino de mendigos tiene 35. 
Sí que es cierto que, en general, predomina la crueldad de los asesinos en serie, que se suelen ensañar con sus víctimas. Esto se cumple con Tiago, al que la Policía autonómica describió como una persona que disfrutaba causando daño a los sin techo con los que presuntamente acabó. «El asesino actuaba con violencia desmesurada y gratuita», explicó en rueda de prensa el responsable de la investigación, el intendente Joan Carles Granja.
Por último, hay un punto que resulta clave, sobre todo cuando se les juzga: ¿Hasta qué punto es consciente el asesino en serie de lo que hace?, ¿es un enfermo mental realmente? «Los asesinos en serie por norma general no son enfermos mentales: son conscientes de sus actos, no han perdido el juicio de la realidad y tienen capacidad de discernir entre el bien y el mal. Pero sí suelen presentar un trastorno antisocial de la personalidad. Y esto implica que carecen absolutamente de empatía con sus víctimas», sostiene la psiquiatra Silvia Cuesta, que añade: «Abundan las personas narcisistas que precisan de un reconocimiento social por lo que, habitualmente, no suelen negar sus crímenes una vez detenidos».

 

Manuel Delgado Villegas. ‘El  arropiero’

Víctimas: Ocho (aseguró que 47). Lugar de los crímenes: Tarragona y Barcelona. Año: 1964-1971

Uno de los asesinos más sanguinarios de la Historia reciente es Manuel Delgado Villegas, El Arropiero, que confesó el asesinato de su novia en 1971 y de 47 personas más entre 1964 y 1971. Posiblemente mintiera, ya que la Policía investigó 22 muertes y solo pudo probar ocho. Algunos de estos crímenes fueron en Llorac (Tarragona), Barcelona y Mataró (Barcelona), aunque según él, también mató en Francia e Italia. Su firma era un golpe mortal que aprendió en la Legión. Practicó la necrofilia. 

 

Alfredo Galán. ‘El asesino de la baraja’

Víctimas: Seis. Lugar de los crímenes: Madrid. Año: enero-marzo 2003
Hace ahora 17 años, en Madrid, se vivió una auténtica psicosis porque comenzaron a aparecer personas asesinadas de un tiro en la nuca junto a una carta de la baraja española. Un exmilitar de 27 años, Alfredo Galán, El asesino de la baraja, se entregó a las autoridades. Tras reconocer que escogía a sus víctimas completamente al azar, se demostró que llevaba tiempo sin tomar su medicación -antineuróticos-, y contaba con un arma que había sido muy popular entre los soldados que habían regresado de Bosnia, una pistola Tokarev TT-33.

 

Juan Díaz de Garayo. ‘El sacamantecas’

Víctimas: Seis (probadas, se cree que fueron muchas más). Lugar de los crímenes: Vitoria. Año: 1870-1879
A Juan Díaz de Garayo, El sacamantecas, solo se le pudieron probar seis muertes entre 1870 y 1879, aunque pudieron ser muchas más. Estrangulaba a sus víctimas, todas mujeres, las violaba y les abría el vientre. Entre ellas había tres prostitutas. Curiosamente, ninguna fue alguna de sus tres esposas, de las que enviudó por causas naturales. Parece que quedó trastornado y a los 49 años cometió su primer crimen. Fue ahorcado en 1881 y a muchos niños se les contaba su historia para asustarles.

 

Francisco García Escalero. ‘El matamendigos’

Víctimas: 11. Lugar de los crímenes: Madrid. Año: 1989-2001
Con graves problemas mentales, de niño intentó suicidarse varias veces y con 16 años fue ingresado en un psiquiátrico. Allí aprendió a delinquir con pequeños robos, por lo que fue llevado a un reformatorio. Al salir violó a una chica y pasó 12 años en la cárcel, donde aparecen «voces» que le pedían que matara. Lo hizo con gran violencia, ya que a las víctimas, mendigos y prostitutas -la primera, en 1989-, las decapitaba y quemaba. Incluso a un amigo. Fue en un psiquiátrico donde confesó sus crímenes tras intentar quitarse la vida. Necrófilo y caníbal.

 

Joan Vila. ‘El celador de Olot’

Víctimas: 11. Lugar de los crímenes: Olot (Gerona). Año: 2009-2010
El celador de Olot fue asocial desde niño y tenía complejo por el acné. Montó una peluquería y luego trabajó en Bañolas en una residencia de ancianos. En 2007 fue a otra, Fundación La Caridad, donde mató. Reconoció 11 crímenes entre 2009 y 2010, si bien la cifra puede ser mayor, ya que desde que entró en 2007 se le fueron 27 personas. «¡Qué mala suerte! Siempre se me mueren a mí», decía a sus compañeros después de acabar con sus víctimas con lejía, insulina o con un cóctel de medicamentos. 

 

Margarita Sánchez. ‘La viuda negra’

Víctimas: Cuatro. Lugar de los crímenes: Hospitalet (Barcelona). Año: 1992-1995
Mujer muy conflictiva, Margarita Sánchez, conocida en un barrio de Hospitalet como La bizca, pasará a los anales de la Historia como La viuda negra. Envenenó a cuatro hombres -su marido, un cuñado y dos vecinos-, y lo intentó con tres más entre 1992 y 1995. Puede que asesinara a su suegro y a su madre. Acomplejada y víctima de malos tratos, la sentencia estimó que su ánimo nunca fue el de matar y la condenó solo por lesiones, estafa y robo. Tiene 66 años y lleva desde 2016 en libertad. Vive en Tarrasa, muy cerca de donde cometió sus crímenes. 

 

José Antonio Rodríguez. ‘El mataviejas’

Víctimas: 16. Lugar de los crímenes: Cantabria. Año: 1987-1988
Un marido y un vecino ejemplar. Así definían en su barrio de Santander a José Antonio Rodríguez Vega. Por eso nadie esperaba que el 19 de mayo de 1988 fuera detenido mientras daba un paseo, y menos que hubiese sido capaz de violar y matar a 16 mujeres de entre 60 y 93 años en Cantabria entre 1987 y 1988. Estudiaba de forma meticulosa a sus víctimas este albañil que se hacía pasar por reparador de televisores para ganarse la confianza. Tenía su casa con trofeos de las mujeres que mató y murió apuñalado en la cárcel de Topas en 2002 por violador y chivato. 

 

Gilbert Chamba. ‘El monstruo de Machala’

Víctimas: Nueve. Lugar de los crímenes: Ecuador (El Oro)-España (Lérida). Año: 1988-2004
El ecuatoriano Gilbert Chamba Jaramillo, El monstruo de Machala, cumple una condena de 45 años de prisión por la violación y el asesinato en noviembre de 2004 de María Isabel Bascuñana en Lérida. Fue su novena víctima ya que en su país natal violó y estranguló a otras ocho mujeres entre 1988 y 1993, en El Oro. El hecho de que pasaran 11 años sin haber matado a nadie, que se sepa, hace pensar que muy posiblemente acabara con la vida de más féminas. Ante el juez señaló que sentía una gran satisfacción violando a los cadáveres.