Editorial

El reto de Sunak de unir a los británicos y reconstruir alianzas con Europa

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Rishi Sunak se ha convertido oficialmente en el nuevo primer ministro británico, después de recibir el encargo del rey Carlos III de formar Gobierno. El nuevo premier prometía en su primer discurso a las puertas de Downing Street subsanar los errores cometidos por Liz Truss en su breve mandato, al mismo tiempo que anunciaba a sus compatriotas que tomará «decisiones difíciles». 

Sunak prioriza la estabilidad económica en su país, pero entre sus primeras tareas también ha de estar la de restablecer un escenario de relaciones cordiales y fructíferas con la Unión Europea. Es evidente que nada será igual que hasta antes de 2016, cuando se aprobó el Brexit en referéndum. Esa decisión soberana de los británicos en su política doméstica tuvo y ha tenido complicaciones internacionales que ni ellos ni el resto de Europa pueden seguir permitiéndose en un momento en el que el mundo parece estar empezando a escribir un nuevo capítulo en el libro de la Historia contemporánea.

La necesidad de acierto de los diputados tories con Sunak, tras los escándalos de Boris Johnson y el fracaso político de Truss, es una evidencia. Con menor margen de maniobra para defender el estatus de gran potencia tras los graves errores de este lustro, el hecho de estar fuera de la UE no debería ser hoy, sin embargo, impedimento para su participación en el futuro económico y social de una Europa necesitada de que las grandes democracias lideren grandes desafíos inesperados, como combatir los extremismos que al calor del populismo afloran en muchos países del continente. Amén de la guerra en Ucrania, con todas sus derivadas socioeconómicas y con el gran enigma acerca del camino que tomará Vladímir Putin en función del desarrollo del conflicto.

Europa y Reino Unido se necesitan y Sunak ha de gestionar con pragmatismo el liderazgo que devuelva a los británicos el papel que les corresponde en el concierto internacional. Durante los próximos seis meses, de frío e inflación, decenas de millones de europeos van a ver mermada su calidad de vida, un factor que suele desencadenar oleadas de protestas ciudadanas, el mejor caldo de cultivo para los radicales. Francia ya está en las calles, mientras que en Italia el nuevo Gobierno de Giorgia Meloni acaba de echar a andar. En la sesión previa a la investidura, la mandataria transalpina ha renegado del fascismo y ha reafirmado su compromiso con la UE y la OTAN. Habrá que esperar para descubrir si esa declaración de intenciones se demuestra en el ejercicio del poder. En el actual escenario, Europa no puede perder el tiempo en frivolidades y discursos que miran al pasado más oscuro del Viejo Continente.