Remota cuarentena

M. A. G-S.
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Ocho vecinos, la mitad de ellos barceloneses, sobrellevan el estado de alarma en Navajún, la localidad riojana más alejada (105 kilómetros) de la capital. Enclavado en la Sierra de Alcarama, el confinamiento apenas se nota en este paraíso olvidado

En Navajún hay tantos vehículos agrícolas como habitantes. - Foto: M. A. G S.

Desde una perspectiva Logroñocéntrica, no hay punto más remoto en La Rioja para pasar una cuarentena que Navajún. Enclavado en el extremo suroriental de nuestra región, resulta más rápido bañarse en el Cantábrico que acercarse a este pueblo encajado en la Sierra de Alcarama. Para llegar ahí, hay que dejar atrás Arnedo, Aguilar del Río Alhama y disfrutar del placer de conducir por la LR-390, de firme bacheado y botón, horquillas cerradas y un paisaje espectacular entre cárcavas, hoces y barrancos. Sobre este telón, el trigo, exclusivo monocultivo de la zona, verdea con una intensidad impropia en esta primavera tardía.

Navajún vive un aislamiento casi ancestral. El confinamiento no ha hecho más que acrecentar la sensación de reclusión de este pueblo lejos de casi todo. Logroño queda a 105 kilómetros. Soria y Tudela, a sesenta, mientras que las poblaciones ‘importantes’ más a mano distan a una veintena de kilómetros: Cervera del Río Alhama y, ya en Soria, San Pedro Manrique. Pese a esta sensación de abandono, geográfico, este paraíso olvidado es uno de los mejores rincones riojanos para pasar la cuarentena.

Así lo entienden Emiliano Ruiz (Navajún, 1937) e Isabel Sánchez (Granada, 1944). Aunque viven la mayor parte del año en Barcelona, en vísperas de que se decretase el estado de alarma pusieron rumbo a La Rioja. Desde entonces no han vuelto y eso que allí dejaron a dos de sus hijos. «Si sigue esta porquería, creo que no volveré hasta octubre», anticipa Emiliano. Su mujer -forman un matrimonio muy bien  avenido desde hace 56 años- no esperará tanto. «Sí quisiera poder volver. Dejé todo en el frigo, hay que dar una vuelta a la casa,...», lamenta. Se vinieron «con lo puesto» pero han capeado un invierno tardío y lo han hecho con un envidiable estado de salud. 

Detalle de Navajún.Detalle de Navajún. - Foto: M. A. G S.En estos dos meses por la localidad no ha pasado casi nadie. Un poco de «venta ambulante, la Guardia Civil y el retén forestal». Más allá de estos invitados, nadie se ha acercado. Para comprar, las opciones no son fáciles. La ‘gran’ superficie más cercana está en Cervera pero hay veces que con eso no basta. «Cada quince días vamos a Cervera, compramos de todo, congelamos pan, miramos las cuentas, etc.», rememoran. Emiliano reconoce, sin ambajes, que se tuvo que saltar las restricciones impuestas por el estado de alarma. «Pasamos a Cintruénigo (38 kilómetros), en Navarra. Había que comprar planta y eso no podía esperar», se justifica. Puso para él y para su hermano, consciente de que Navajún le ofrece una huerta más fértil y mucho más económica que el afamado mercado de La Boquería. 

En tierras cirboneras desembolsaron un buen pellizco de los cerca de trescientos euros que han gastado en su confinamiento navajunero. «En dos meses en Barcelona hubiéramos gastado el triple, por lo menos», informan. «Aunque es cierto que ahí cocinamos para muchos más», apostilla Carmen. 

«Hay que reconocer que el pueblo es muy bonito, de los más bonitos, pero está a desmano de todo», apunta la granadina. En cualquier caso, quitando las excursiones para llenar el frigo, apenas han salido de casa. No han ido a coger setas («los pinares estaban llenos de níscalos, los navajuneros no los valoraban», rememora Emiliano consciente de la importancia que este manjar tiene en tierras catalanas)pero al menos sí han podido plantar patatas y calabazas, «que después venderé en Barcelona». Esta era una de las razones de su salida apresurada de Cataluña.

EmilianoRuiz (Navajún, 1937) e Isábel Sánchez (Granada, 1944) posan a la entrada de su casa en Navajún. Allí llevan desde el 13 de marzo.EmilianoRuiz (Navajún, 1937) e Isábel Sánchez (Granada, 1944) posan a la entrada de su casa en Navajún. Allí llevan desde el 13 de marzo. - Foto: M. A. G S.Pese a su insignificancia demográfica, Navajún ofrece un dato curioso para la estadística. De los ocho vecinos confinados en este rincón riojabajeño, cuatro viven habitualmente en Barcelona y los cuatro lo hacen en el Barrio de El Clot. «Somos de la calle Bilbao y de Guipúzcoa», afirman Emiliano y Carmen. Un kilómetro les separa el callejero de la Ciudad Condal.  La distancia se reduce a apenas diez metros en la exigua red viaria (Calle Alante, Mayor, Abajo, Corralillo y para de contar) navajunera.

En verano, como todos los pueblos riojanos, Navajún multiplica su población como atestiguan las Casa Toledo, Igor, Soria, Clara o Laya, perfectamente rehabilitadas. Pero con todo, el enclave esculpido en piedra no tiene el vigor de antaño. «Yo he conocido hasta 230 vecinos. Aquí teníamos de todo, ayuntamiento, cura, secretario, pero ahora ya no hay de nada» ,se despide Emiliano. 

Más fotos:

Canasta en la fachada de la iglesia de San Blas.
Canasta en la fachada de la iglesia de San Blas. - Foto: M. A. G S.
Entrada a Navajún.
Entrada a Navajún. - Foto: DLR
Botas reconvertidas en tiestos.
Botas reconvertidas en tiestos. - Foto: M. A. G S.
Detallle de una calle.
Detallle de una calle. - Foto: M. A. G S.
Calle.
Calle. - Foto: M. A. G S.

De todo eso, nada queda, aunque por tener no tienen ni casos de coronavirus. Un aliciente más para acercarse a Navajún, el rincón  más remoto, más aislado y seguro para superar una cuaretena a la riojana.