"Soy femenina pero no feminista"

Francisco Martín Losa
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María Teresa Hernández es mucho más que la viuda del genial compositor Eliseo Pinedo. Mujer luchadora, ha dedicado una buena parte de su historia vital a la política y al movimiento asociativo

María Teresa Hernández, en su casa de Logroño. - Foto: Óscar Solorzano

Eso que, con buen golpe de vista, dice la gente que el marido y su mujer acaban por parecerse, sucede también, de alguna manera, entre el artista Eliseo Pinedo y María Teresa Hernández, al fin y a la postre, un maridaje hasta la muerte. O quizás, las cosas hayan ido de otra manera, que no cuentan ya.

Sin salirnos de la ortodoxia. Detrás de cada personaje, hay una logroñesa o un logroñés, que ha contribuido a hacer más grande su ciudad y la región. Ya no están detrás de los focos mediáticos, ni persiguen arrebatar un flash a la cámara. Lo interesante es que María Teresa Hernández, 90 años, solo en el DNI, vive con una vitalidad exultante. Está llena de ganas, como ha sido siempre, como en su larga etapa en el Ayuntamiento de Logroño o la Presidencia de la Asociación de Amas de Casa de La Rioja, a la que dio lustre y actividad, como nadie, participando, además, para que la obra musical de su marido, luzca y se transmita a los noveles venideros.

María Teresa se siente arropada por sus hijos y tiene historia que contar, eso creo.

Fallecimiento en plena guerra. Todavía le saltan chiribitas por sus ojos cuando, con la cabeza hacia atrás, recuerda: «Mis padres eran muy jóvenes cuando se casaron el 30 de noviembre del 31, ¡fíjate cómo estaba España! Mi padre se presentó voluntario, cuando se inició la guerra, con una condición: no tocar un arma: era contable y su herramienta era al lapicero. Estaba en Artillería, en el 36 y, nada más comenzar la contienda, se incorporó en Logroño y lo mandaron a Burgos a un viaje con un frío tremendo. Cuando regresó a casa, se encontraba mal y le diagnosticaron una perforación de estómago. Lo operaron en el Hospital Militar, lo que hoy es el Palacio de Justicia, y la cosa no salió tan bien y una hemorragia se lo llevó por delante. Tenía 31 años y mi madre se quedó viuda con 29».

A María Teresa no le cuesta dar con la verdad completa. «Mi madre, con 29 años,  embarazada de su tercer hijo, por lo que tuvo que luchar en un mundo de hombres, se agarra a lo que mi padre hacía, como representante de Mineros Siderúrgicos. Tuvo que ir a Madrid y solicitar esa representación y se la concedieron, convirtiéndose en la primera mujer como agente comercial que hubo en Logroño. Debió ser muy convincente para que le dieran el trabajo. A los hijos no llegó nada, porque no sumaba el tiempo suficiente en el Ejército».

Dios aprieta pero no ahoga. Habla con voz sosegada, echando la cabeza hacia atrás, rebuscando datos que salen a flor de piel. «Mamá lucha mucho, trabaja mucho y fue la mujer más honesta de aquellos tiempos tan difíciles. El mejor carbón, que se podía recibir, lo tenía ella, estraperlo jamás, y abastecía a todos».

Madre no hay más que una, algunas para subirlas en los altares. Eso es lo que piensa nuestro personaje: «Pues nos sacó adelante a los tres hijos, era una familia matriarcal. Yo era la mayor y me apetecía hacer algo, pero daba mucha vergüenza buscar trabajo, no quería estudiar y tiraba mucho la familia. A mi hermano, le obligaron y a mí, me dejaron pero yo era muy inquieta. Entonces no había más que dos salidas: Acción Católica o la Sección Femenina. Iba a misa, y sigo siendo practicante, y en Acción Católica no había más camino que terminar en un convento y lo de ser monja de mayor, no me iba. Hice el Servicio Social, que era obligatorio para las mujeres y esa forma de vida me gustó. La prestación se realizaba en los comedores de Servicio Social y aposté con oficinas, al contar en casa con la de mi madre».

 A María Teresa la aceptaron y le propusieron que se quedara con ellas. Se le abrió el cielo y comenzó a trabajar en la Sección Femenina, muy contenta.

El amor llama a la puerta. Seguramente, echaba algo de menos: el amor que vino a su tiempo y en la persona que no esperaba. «Un día había quedado con dos amigas del trabajo para ir al cine, que entonces era sesión doble y los días laborales más barato, que no nos sobraba el dinero. Mi primer sueldo fueron 333 pesetas, que había  que entregar en casa. Mis amigas y yo nos encontramos a dos personas y una de ellas los conocía y nos los presentó».

Estamos viviendo 1952, exactamente. El tiempo y lo que venga después se hace solo que diría el poeta. «Eran Félix Martínez Calvo, jefe de la Policía secreta, no sé si se llamaba así, no llevaba uniforme y tenía el despacho en el antiguo Gobierno Civil. El otro era Eliseo Pinedo. Nos los presentaron, nos acompañaron al cine y nos invitaron, que era lo propio de entonces. Eliseo y yo nos veíamos, nos dejábamos de ver, tonteábamos y la cosa fue pasando a más. Me agradaba, pero me pasaba muchos años y me lo pensaba; yo con 22 años y él con 44, pero insistió tanto, tanto que en cinco años le dije que sí. Me equivoqué y, en lugar de tres hijos, los tres viven, ojalá hubiera tenido seis. Nos casamos en el año 1960 y fuimos muy felices, entregada a más no poder a mi marido y a mis hijos».

Un artista, pero de verdad. El arte no es una cosa fabricada, que no ha de ser un espejo de su tiempo, pero se tiene o no se tiene y Eliseo fue músico por demás: «Nació en Zarratón en una familia de músicos. Su padre había estado en el Seminario y la madre era muy emprendedora, cargando con cuatro hijos. En el pueblo no había vida y se bajaron a Haro».

Los tres chicos estudiaron música pero a Eliseo le buscaron en Haro un profesor, el organista de la iglesia de Santo Tomás que decía: 'Este muchacho promete'. «Pero había que trabajar. Eran zapateros artesanos, zapatero no remendón, que fabricaban zapatos, tuvieron su pequeña fabriquita y una tienda donde vendían el producto. Eliseo aprendió y trabajó, como uno más para poder estudiar, entrando en la banda. Tocaba la trompeta y era especialista en piano y, de esa manera, salió adelante. Ahí tengo la tesis doctoral que ha escrito Carlos Blanco, profesor del Conservatorio y ha descubierto facetas de su vida que yo no conocía, como autor, compositor y director».

La vuelta a casa. Ya está de lleno metido en la música y compone, hace radio, y lo que sea, para irse al Real Conservatorio de Madrid a estudiar composición. Hace las oposiciones para director y lo envían a Tudela. Conoce un campo de cultivo que no lo hay en La Rioja y, como director de la banda, el Ayuntamiento le da amplias competencias y solicita crear una escuela de formación. Los valores intrínsecos de la Navarra musical coinciden con los suyos. «Es lo que está buscando para La Rioja: revitalizar la música riojana, que nadie valora, salvo en los pueblos, como medio de distracción», recuerda María Teresa.

Echaba de menos su tierra. «Pasan unos años en Tudela con unos recuerdos imborrables, pero la tierra de uno es la que tira. Se convoca una plaza en La Rioja y logra la oposición de la Banda de la antigua Diputación Provincial. Quiere aplicar todo lo que ha estudiado, ha visto y le gusta».

El Himno de La Rioja. Fue cosa de dos: el músico y el letrista, aunque la letra duerme el sueño de los justos, injustamente y no se sabe hasta cuándo. «Eliseo se encuentra muy a gusto y tiene una relación, muy estrecha, con José María Lope Toledo, que era bibliotecario y cronista oficial de La Rioja. En nuestra casa, no hablamos de José María, no: hablamos del padrino, que lo es de mi hija Lourdes. Eran como hermanos y se recorren La Rioja buscando el folklore, las canciones, la historia para hacer una balada con las tradiciones literarias y, por otro lado, la música».

 Y la presentan. Hablan, les dicen pero la Diputación sólo tenía una banda, una pequeña orquesta de Cámara y la titulan Oria. Hicieron varios concierto en un saloncito que tenía Cajarioja y un día y, a través de la Diputación, a Marcos Rezola, se le ocurrió decir: «No tenemos señas de identidad, tendríamos que tener un himno. Vamos a encargárselo a Eliseo y de esa balada se extrae la letra, que se hace himno con una letra preciosa, un canto a las nueve cabeceras de comarca, concisa y concreta».

¿Qué tendrá la Virgen de Valvanera? Era el año 65 y Eliseo Pinedo y María Teresa ya eran familia numerosa, dos chicas y un chico y les encargan el himno: «Te puedes imaginar que ya no veía a mi marido para nada, pegado al piano y yo, con mis hijas paseo va, paseo viene».

Todo era contrarreloj para llegar a la fecha del Día de La Rioja e interpretarlo por toda la región. Ese año tocaba en Haro y el 7 de septiembre, vísperas de la Virgen de la Vega, se tocó en los jardines. «Un éxito rotundo, lo tuvieron que repetir siete veces y, desde entonces, se interpreta en esa fecha y en San Millán, en la celebración del Día de La Rioja».

Vino el cambio político con las primeras elecciones autonómicas y el triunfo socialista: «El himno se llevó a pleno y un listillo lo echó abajo porque la letra no se podía aprobar».

La historia se ha repetido mil y una veces: no se aceptó que en el estribillo se mencionara a la Virgen de Valvanera. Se le encarga al Instituto de Estudios Riojanos una nueva letra que adaptó Eliseo Sáinz Ripa, «que no llegaba al texto de Lope Toledo. Y ahí estamos con un himno, que tiene una letra, que no se canta, pero letra, que no les gusta algunos, tiene».

Presidenta de amas de casa. Acontecimientos inexorables de la vida y, sin pensarlo, todo personaje tiene sus episodios vitales que afectan de lleno a su futuro: «Me quedo viuda en el año 69, con tres pequeños de 4, 6 y 8 años, tengo que hacer algo, pero no puedo hacer mucho porque los tres niños pesan mucho. Me propuse tirar para adelante, sin que me vieran llorar mis hijos. Bastante era quedarse sin padre y tener una madre histérica».

 Ya tenía 37 años y, en esa época, se iniciaba un movimiento asociativo y aparecen las asociaciones de amas de casa. Lógicamente, las de vecinos tenían un cierto sesgo de izquierdas y las amas de casa, más bien conservadora. «Me llama gente para que les eche una mano. La mujer está muy feliz en casa, y yo lo he sido y tuve la época de viuda de... y luego María Teresa a secas. La Asociación de Amas de Casa era familia y en Logroño la creó Carlos Bonet, que era director general de la Familia y nombró a Verenice Zuláica, como presidenta pero, a su marido que era militar, lo destinan a Canarias. Total, que, en la Junta me eligen vocal y salgo, por unanimidad, presidenta. Se hacía los 'miércoles del ama de casa' con una conferencia y media docena de asistentes y se me ocurrió un café-coloquio con tanto éxito que la sala se venía abajo en el Ateneo, donde estábamos todas las asociaciones con un despachito y el salón de siempre».

María Teresa, que es puro nervio y muy movida, se puso manos a la obra: «Comenzamos a atraer socias y hicimos desde clases de cocina, viajes, plancha y confección, salimos fuera y todo lo que no se nos ocurriera, cursos de francés, inglés o mecanografía. Los periodistas me llamaban desde la radio a las ocho de la mañana, no te digo más».

Entrar en política. Empieza a moverse la política en la sociedad y en Logroño los partidos políticos buscan gente. «No estaba en su ánimo meterse en política, pero tanto, tanto insistieron que dice, ¡vale! «Más verde estaba yo pero me ponen en cabeza de lista de las antigua Alianza Popular, luego Partido Popular. Ya había dejado la asociación, porque era incompatible con la política. Quería montar una guardería, pero no tenía tiempo, y todo con una cuota anual de 5 pesetas, todas las mujeres que quisieran. Cuando me fui, pasaban de 3.000. Se hicieron viajes al extranjero, entre ellos, una visita a Roma, que fuimos recibidas por monseñor Martínez Somalo y todo. Un señor me ofreció un dinero porque le diera los nombres y carnets de socias, pero le dije que no. Así que a funcionar por nuestra cuenta, sin subvenciones ni nada de nada».

Lo suelta sin pelos en la lengua ni esconderse de nadie: «Tuvimos varios locales de alquiler y se pagaba todo religiosamente. Sé que, últimamente, el Ayuntamiento le había cedido un piso en la calle Muro de la Mata que, en conciencia hubiera renunciando, porque no se está  haciendo nada. Yo le apunto que había una plaza en Calvo Sotelo y  me contestó fríamente que no sabía nada: «Las asociaciones, que se crearon por los pueblos, deben funcionar bien pero no  sé más, ya no tengo ninguna relación».

 

Debut en el Ayuntamiento. Eran las primeras elecciones democráticas después de tantos años y nadie andaba con las verdades absolutas e infalibles: «Salimos tres concejales, Juan Jimeno San Juan, Neftalí Isasi y yo; Por UCD, Miguel Ángel Marín, con 15 concejales; el PSOE, 10, con Manolo Sáinz; Rafael Gómez Soria con un escaño en la lista del Partido Comunista; y la ORT, donde estaba el cura Paco Porres, otro. Nuestra idea era pactar pero Miguel Ángel  no quería. Nos votamos cada uno a nuestra lista y no salió hasta la segunda votación, mientras se oían todas las lindezas del mundo con los huelguistas del Metal en la calle. Estábamos todavía en el antiguo edificio del Ayuntamiento y había un sacerdote, con el mono azul, que cobraba mil pesetas diarias y, desde su boca, acabó con el vocabulario».

Mercados, primer encargo. Repasa los lugares y los hechos y, al lado de todo eso, la hondura de la vida para soportar aquellas  escenas, con la huelga del Metal en su cénit entre gritos y palabrejas que no las había oído nunca: «Pues nada, se forma el pleno y Miguel Ángel Marín dio competencias a todos y a mí me encargó Mercados, que ya estaba metida en el mundo y me vine a la plaza».

María Teresa no se encasilla y se va al Mercado de Blas, que tenía el reglamento del año catapún en el Tribunal Contencioso-Administrativo de Burgos. Habla con el secretario, López de Turiso, «que era una bellísima persona y gran profesional» y se pone a rehabilitarlo porque estaba hecho unos zorros. Además, la instalación estaba demandada por la Comisión Europa, hoy Casa de las Ciencias, estaba obsoleta y en el ultimátum. El Ayuntamiento anda tieso. «Me dice el concejal de Mataderos que había una oferta que venía de la familia Sobrón, de Baños de Río Tobía, que tenía Frigoríficos Logroño, que estaba en huelga.

Nuestra protagonista llega a Murrieta y se estaban  preparando los presupuestos, que llevaban un retraso enorme para aplicarlos desde el 1 de Enero. «El alcalde dimite a todos los concejales de la izquierda y ya sólo cuenta con nosotros. Me da Mataderos, hablo con los Sobrones y llegamos a un acuerdo y se adquiere el Matadero y se pone a punto. El día de su puesta en marcha, a las cinco de la mañana me encuentro al alcalde y me suelta: 'Pero tú, ¿qué haces aquí?'». Era su puesto como responsable de Matadero. 

De MercaRioja al paro. Ya metida en zambra, se echa a la espalda otro problema. Las frutas y verduras de Logroño se despachaban en la calle Bretón de los Herreros, a donde iban los hortelanos y mayoristas -entonces nacían los 'merca'- y me viene un señor que me ofrece construir un instalación gratis a cambio de una peseta por cada producto que entraba y salía y Mari Tere, que no cede: 'Este mercado va a ser municipal', sentencia.

También estaba la lonja de pescado, en Autobuses, junto a las traseras del ambulatorio y apestaba la zona que ni te cuento. Y se necesitaba un mercado de frutas, verduras y lonja de pescado, como el comer. Había un terreno municipal en Prado Viejo y los arquitectos Lloret y Rafa Alcoceba, que se echaron a sus espaldas su construcción. «Se termina en la legislatura de Miguel Ángel Marín, pero lo inaugura Manolo Sáinz y a mí no me invitaron, lo que es hoy Mercarioja. Nos llevamos bien y le entregué la vara porque era la concejal de mayor edad. Y Manolo no habla de María Teresa, sino de su madrina».  

Afronta María Teresa otra obra de gran envergadura y trascendencia en la ciudad. Se trataba del Mercado del Corregidor. Se le encontró hecho un desastre: allí se entraba por una puerta y se salía por otra, no solo las ratas que vivían en los sótanos, sino los ladrones. Hice una pequeña reforma porque no tenía dinero en esos cuatro años sin que nadie me dijera nada: «He sido cinco veces concejala y he estado en el Ayuntamiento hasta el año 1990. En la legislatura, planteo una moción con aparcamiento interior para una reforma integral del Mercado del Corregidor. Había sido de la Caja de Ahorros de Zaragoza, ahora Ibercaja, por 25 años, y luego pasaba al Ayuntamiento. El espacio estaba en el centro de Logroño y no podíamos permitirnos ese lujo entre Avenida de la Paz y Duquesa de la Victoria y con pisos de lujo».

Fue una gran odisea, con dimes y diretes en la Comisión de Urbanismo, la idea de hacer viviendas sociales, que era descabellada, con los propietarios de los pisos en la Plaza de la Alhóndiga, más cerca de su clientela, luego, otro a pie del edificio del Consistorio y la Escuela de Artes y Oficios. Luego, le tocó como alcalde Julio Revuelta y le asignaron Agua, Parques y Jardines; y, por último, José Luis Bermejo le responsabilizó de la construcción de la Estación Depuradora de Aguas Residuales y, también, de la urbanización de la margen izquierda del río hasta el Puente de Piedra. Se quedó con ganas de seguir, pero se acabó su mandato el 14 de abril de 1991.

Femenina, que no feminista. Su historia municipal ha sido larga, como un amor que no se acaba. «Ya no soy nada, sigo  en el Partido Popular mientras viva». Ha dejado muchas amigas en el Ayuntamiento. «En Amas de Casa me otorgaron la Medalla de Oro de la Federación y guardo estupendos recuerdos de la asociación en Calahorra, Santo Domingo, Cenicero y muchos pueblos más. El concepto de mujer ha cambiado mucho. Ahí tengo tres nietos, la una es bióloga, la otra ingeniera de diseño y el otro estudiando a su manera».

«Nunca he sido feminista, soy femenina y cuando entro en política, voy sola, María Teresa Hernández, luego, María Teresa Hernández, viuda de…y por último, solo me conocen por María Teresa, la concejal. Ahora, no creo  que las mujeres salgan ganando en su totalidad, porque la mujer no ha dejado de ser madre y lo veo, por mi yerno:  hay cosas que no se transfieran de la mujer al hombre que contribuye en la casa metido en su nuevo papel. Me tentó la Universidad, me lo propusieran pero nada más».

Su inquietud le llevó a matricularse en la Universidad de la Experiencia, de la que guarda un gran recuerdo y el viaje a Ginebra de una semana en un curso sobre Derechos Humanos y su contacto con participantes de otras culturas. «Dios mío, que nos quejemos nosotros es para darnos de bofetadas».

La obra de su marido, donada al IER. Juraría que tiene muchas cosas que contar y es una lástima que no me entren en los caracteres previstos y ya sobrepasados. En una pasada rápida, tengo que mencionar que el sueño de su marido de un Conservatorio que, además lleva su nombre, y nació en unas carboneras, mira dónde está ahora; que ha donado toda la obra de Eliseo Pinedo, inmensa, partituras, canciones, operetas de folklore riojano, carpetas de apuntes, libros, en fin, que no soportaría que acabasen en un anticuario o en un basurero, pero lo tiene todo informatizado. Un profesor del Conservatorio, «porque nadie ha hecho más por él», ha publicado su tesis doctoral. Guarda un infinito recuerdo por el homenaje de los 50 años del fallecimiento de Eliseo Pinedo en Riojaforum, con la participación de 200 músicos de diferentes agrupaciones. Y más: a su marido y a José María Lope Toledo, autor de la letra del Himno de La Rioja, el Ayuntamiento logroñés les ha dedicado una calle.

Es muy  aficionada al teatro y lee mucho. Tiene la estampa de una mujer muy segura, rodeada de su pequeño museo de libros, música y recuerdos por todos los pasillos de la casa.

Hay muchas memorias, como lápidas vivas, que recuerdan con frescura, toda su existencia. He aquí un ejemplo.