Una casa del copón

Bruno Calleja Escalona
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Un solar vacío en Ruavieja es hoy testigo mudo de un edificio de viviendas levantado sobre ruinas romanas y ya derruido. En su fachada, lucía una enorme copa de estilo clásico, que le hizo popular

La conocida como casa del copón ocupaba lo que hoy es un solar vacío junto a la Reja Dorada. - Foto: Archivo Municipal de Logroño

La calle Ruavieja es una de las arterias más destacadas en la historia de Logroño, no solo porque se encuentra sobre el que pudo ser uno de los viales romanos que salían de Vareia, sino porque por su trazado llegaron los primeros moradores de la ciudad, siguiendo el Camino de Santiago. Junto a la Ruavieja se ha localizado una villa romana rural, único vestigio constructivo de este periodo en el casco antiguo. Junto a la cisterna romana se localizó cerámica y un anillo, entre otros objetos, fechados en época medieval, cuando la ciudad ya estaba fundada.

Además, se hallaron restos de unas columnas del siglo XVI, relacionadas con la construcción de las iglesias. Por entonces, en el solar había una casa que llegaba hasta el camino de San Gregorio, propiedad de Francisco de Yanguas. Ya en el XVII, se producía vino en un inmueble propiedad de Juan Antonio Gamarra, regidor perpetuo de la ciudad. Según Federico Soldevilla, en esos años se había lagares y una bodega en ese lugar.

El inquilino más destacado del solar llegó en 1928 de la mano de Fermín Álamo, cuando Nieves Meurice le encargó un proyecto de una casa en medio de una polémica declaración de ruina del edificio preexistente, que llegó a los tribunales. Tras los reparos del Ayuntamiento al proyecto, en 1930 se presentó una modificación, eliminando un piso y colocando un ático, acabado en mansarda. Sin embargo, ni en el primer proyecto ni en el modificado aparecía el esgrafiado en forma de gran crátera, la copa de inspiración clásica que acabaría por darle al edificio  el nombre popular de 'casa del copón', que ocupaba el centro de la fachada principal y era su elemento más destacado.

Este tipo de decoraciones eran habituales en las obras del arquitecto Fermín Álamo. En 1935, la propietaria pidió permiso para reforzar los entramados del edificio, con proyecto de Agapito del Valle.

Durante gran parte del siglo XX, el edificio albergó viviendas, la empresa de Muebles Navajas y el almacén de atuendos de la Cofradía del Pez. El tiempo hizo mella en la casa, que llegó a 1998 en estado deplorable, con parte de la escalera hundida y zonas en grave riesgo de colapso. 

El Consistorio derribó la casa y al llegar a los cimientos, se desenterraron restos romanos en minuciosos trabajos arqueológicos. Desde entonces, el solar, aledaño a La Reja Dorada, está en desuso.