Y en medio siglo, llegó Cenicienta

Bárbara Moreno
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Calzados Laro, que conoció la fama por sus alpargatas Macarena, que calzan la reina Letizia y la princesa Leonor, cumple 50 años sin perder su esencia: calidad, artesanía y el diseño. Fabrican 4.500 pares al día y el 80% se exporta

Alvaro, Antonio y Toño Ochoa en la sala de muestras portando la zapatillas típicas de Laro y las que luce la Reina. - Foto: Óscar Solorzano

Antonio Ochoa aún se emociona cuando cuenta cómo justo hace medio siglo él y sus dos hermanos decidieron montar una empresa de zapatillas de andar por casa en su pueblo natal, Enciso, «no teníamos ni idea, pero nos lanzamos. El primer comprador al que tocamos su puerta nos dijo que nuestras zapatillas no valían para nada, pero seguimos en la lucha, teníamos tanta ilusión... acabábamos de volver al pueblo después de haber estado en Zaragoza viviendo», recuerda como si su mente se hubiera trasladado a aquellos años 70 de repente. 

Con esa misma mirada transparente y perdida en unas grandes letras que dan nombre a una fachada que anuncia una nave industrial de grandes dimensiones cual marca ya poderosa, LARO, Antonio explica que ese nombre se refiere al nombre de ellos: Luis, Antonio, Roberto y la O a sus apellidos: Ochoa. Y la voz se le entrecorta cuando explica que sus dos hermanos ya no están. Él, a sus 82 años, es sabedor de que ese pequeño taller que nació el mismo 1 de septiembre de 1972 en Enciso y que en 1982 tuvo que instalarse en Arnedo por falta de espacio en su pueblo natal y por las facilidades de comunicación e industriales que le ofrecía la ciudad, es ahora una gran factoría. Y ya no solo del producto que empezaron a producir, zapatillas de suela vulcanizada, sino también de alpargatas, las famosas espadriles de yute Macarenas, que para más honor son las favoritas de la reina Letizia y de sus hijas la princesa Leonor y la infanta Sofía.

Toño, Antonio y Álvaro en la zona de producción de la empresa.Toño, Antonio y Álvaro en la zona de producción de la empresa.El fundador de esta empresa se jubiló a sus 65 años, pero no ha dejado de ir a la fabrica ni un solo día para ver, «o más bien cuidar» a sus hijos, ironiza. Y es lo que le mantiene con esa vitalidad de la que se sienten orgullosos los que ahora dirigen la empresa, Toño y Álvaro Ochoa. La segunda generación.

Un equipo de El Día de La Rioja ha recorrido las instalaciones de la fábrica junto a su fundador. Una firma que se ha convertido en una de las más importantes de Arnedo, con una producción de 4.500 pares al día, unos 60 empleados y una exportación del 80% con presencia en 35 países. En un paseo por la cadena de producción en un día cualquiera de trabajo, se puede constatar cómo Antonio está al tanto de cada proceso productivo, y aunque no huye de lo moderno, pondera lo tradicional, lo artesano, lo que da calidad a estos productos que les llevaron a la cima y que son los que les diferencian. Y es que en realidad esta ha sido la esencia de esta empresa, la lucha por lo artesanal y la calidad, sin olvidarse del diseño. Pero tanto en la planta de producción, como en la sala de diseño, o hasta en el mismo almacén de telas se puede apreciar un toque de romanticismo, el mismo que también sustenta la firma con la confección de materiales nobles y naturales como el yute. 

Toño Ochoa, sin desear alejarse de esta esencia un tanto 'romántica' que discierne que le ha atrapado, también quiere apuntar para el reportaje con modestia, que el destino ha estado de su lado: que una buena marca comercial como Macarena llegó de casualidad de un comercial que la cedió en su jubilación; o que la pandemia que tanto perjudicó a todos los zapateros favoreció a una marca que ellos acababan de sacar, Macarena Home y toda la colección de zapatillas de estar por casa, se vendió más que nunca en todo el mundo por los confinamientos. O también considera que el azar le regaló nacer en esta familia emprendedora y zapatera. Pero cierto es que entre bambalinas reconoce en una conversación ya sincera lejos de la profesional como entrevistado que han superado muchos 'atropellos'.

Su padre si lo especificó en su alocución en ausencia de su hijo,  como hubieran hecho muchos padres orgullosos del crecimiento conseguido por sus vástagos: nada es azar, este ha sido un trabajo incesante de todos, una lucha generacional, se recoge lo que se siembra y el trabajo arduo tiene su recompensa. Y así lo saben muchos emprendedores de estos lares.

Este hombre de 82 años, el que fuera un buen comercial, (profesión aún más conocida en la ciudad del calzado como 'viajante)', es consciente de que este puesto era  una de las bases sustanciales de un negocio de este tipo, y ayer cerró este reportaje recordando anécdotas y asegurando que aún se conmueve cuando llegan recuerdos para él desde puntos de venta exteriores que él mismo abrió. 

Este fin de semana la familia de Calzados Laro y  Macarena Shoes, proveedores, colaboradores, trabajadores y viajantes podrán recordar muchos más momentos en una fiesta en Enciso, donde se gestó esta factoría. Pero Antonio reconoció que está nervioso sabedor de que será el centro neurálgico y «me da un poco de vergüenza». ¿Vergüenza? La misma que quizás le debió dar cuando aquél primer comprador dijo que sus zapatillas no servían, pero por no claudicar, se han convertido en la joya de la corona. Y medio siglo después, gracias a ese trabajo incesante, llegó la Cenicienta, pero porque la Cenicienta quizás los llevaba tiempo buscando.