Quedamos en el Bergerón

Bruno Calleja Escalona
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La esquina de las calles Sagasta y Bretón de los Herreros fue durante décadas el punto de encuentro preferido de los logroñeses. Las agujas y esferas de la afamada relojería de Lucas Bergerón marcaban el pulso social de la ciudad

Animada estampa de Logroño, hacia 1910. A la izquierda, en la esquina de las calles Sagasta y Bretón de los Herreros, la relojería Bergerón lucía su famoso reloj de pared.

Un reloj marcó durante años el tiempo y de alguna manera hasta la vida social de Logroño. Lugar de reunión a lo largo de  décadas, la esquina del reloj de Bergerón se convirtió en punto  de encuentro para las citas de novios,  amigos o de cualquiera que buscase un céntrico rincón donde quedar. El ocaso de este enclave lo marcó la retirada de las dos esferas de esta popular máquina del tiempo en la década de los 70.

La historia de esta manzana arranca con el derribo de las murallas y de las Escuelas Viejas en 1861, ligados a la apertura de la calle Sagasta. El edificio en el que se colocó el famoso reloj de Bergerón, en el cruce de las calles Sagasta y Bretón de los Herreros, fue diseñado en 1877 por Francisco Luis y Tomás. 

El bajo fue adquirido por Lucas Bergerón, sucesor de Manuel Bergerón, primer relojero de la saga, para instalar en él su taller, cuya especialidad era la fabricación de relojes de pared. Era, también, el representante en Logroño del afamado Losada, artífice del reloj de la Puerta del Sol. 

El taller de Bergerón tuvo su primera ubicación, desde 1881, en la calle del Mercado, 98. Este relojero había construido muchas piezas de relojería para diferentes lugares de la ciudad, como el Instituto de Segunda Enseñanza (actual Sagasta), en el Convento del Carmen. 

Desde 1878, ostentó también el cargo de relojero municipal de la ciudad. Durante su carrera, diseñó para su tienda, ubicada ya por entonces en la esquina de Bretón de los Herreros con Sagasta, un reloj de fachada con doble esfera. En 1883, pidió la autorización al Ayuntamiento para colocarlo. Era una pieza de 70 centímetros de diámetro con luz propia y números romanos;estaba rematado con vistosos pináculos y funcionaba a cuerda, con maquinaria mecánica controlada desde el local. 

Lucas Bergerón moría el 6 de febrero de 1894. La relojería pasó a manos de su viuda, posteriormente a Tomás Teresa García y después a Joaquín Rodríguez y Cia, que en 1902 pidió permiso al Ayuntamiento para colocar un reloj en la esquina. Fue colocado el 21 de junio de 1902. No está claro si este aparato era el mismo que aquel primero. 

No mucho después, la relojería pasará a ser propiedad de Eulogio Pastor y posteriormente de Gervasio Pastor. El avance en el crecimiento urbano, la creación de avenidas llenas de peatones, coches, bicicletas y  autobuses llevaron a esta esquina a convertirse en el centro de la ciudad.

En aquella época, el de Bergerón, junto a su vecino reloj de Ibercaja, marcaba el ritmo del fluir de la vida urbana. Los logroñeses usaban esta referencia para sus encuentros sociales, comerciales o personales, de forma que quedar ‘donde el reloj de Bergerón’ se hizo costumbre. 

Años 70, el declive. La casa se mantenía sin cambios importantes. Únicamente habían mudado los rótulos de los diferentes relojeros que fueron pasando por el establecimiento. En la década de los 70, el edificio dónde se ubicaba el reloj de Bergerón estaba muy deteriorado, por lo que fue declarado en ruina y el Ayuntamiento pidió desalojar el inmueble. Fue entonces cuando la relojería desmontó la máquina anclada en la esquina antes de retirarse. Se desconoce que ocurrió después con este histórico artilugio. 

La casa fue sufriendo los achaques del tiempo, aunque resistió hasta que en 2011 el Ayuntamiento lo volvió a declarar en ruina y se procedió a su derribo y reconstrucción. El edificio alberga hoy apartamentos turísticos. Algunas voces han pedido la restauración del recordado reloj para devolver a la esquina el recuerdo de su época dorada.