Roban las campanas de la ermita de Santa Fe de Palazuelos

G.B.
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Además del coste económico, la pérdida es sentimental para los vecinos de la zona, ya que se fundieron recreando la vieja técnica de los campaneros itinerantes

Sara, una vecina de la zona, muestra la espadaña de la ermita sin sus campanas. - Foto: Óscar Solorzano

El pasado 25 de abril, los vecinos de Albelda y Clavijo renovaban la tradición centenaria de la romería de la ermita de Santa Fe de Palazuelos, en cuyas campas se comparte chocolate, chorizo y pan, al reclamo del tañido de sus campanas. Pero el pequeño templo románico (siglo XIII), a merced del pillaje los ladrones en un paraje en medio del campo a mitad de camino entre Albelda, La Unión y Clavijo, se acaba de quedar mudo.  

El expolio del patrimonio religioso, que hace estragos en provincias con mucha despoblación, se cebaba esta vez con el templo riojano, del que han desaparecido sus dos campanas. Los ladrones aprovecharon la oscuridad de la noche para cometer el robo y de paso destrozar parte del tejado. Como explican en el propio lugar Sara y Eugenio, dos habituales del paraje a donde acuden con sus perros, el robo tuvo que producirse la noche del martes al miércoles, ya que ese día ellos estuvieron junto a la ermita hasta las 20 horas y las campanas estaban en su sitio.

Abajo, en la hierba, aún eran apreciables este miércoles las marchas sobre el terreno del impacto de las piezas de bronce al caer y restos de las piezas de sujeción a los yunques.

Más allá del propio coste económico, las campanas robadas, que no tienen gran antigüedad, son piezas singulares y de valor cultural y sentimental por una razón: son las últimas de La Rioja fabricadas a la antigua usanza, mediante la «fundición a pie de torre». Son palabras del relojero y campanero riojano José Luis Tomás, que explica que estas campanas se hicieron hace años recreando la vieja tradición de los fabricantes itinerantes, que las fabricaban in situ, con los moldes y hornos de reverbero para fundir el bronce junto a las propias iglesias. 

De hecho, los propios vecinos de Albelda participaron en este peculiar proceso de fabricación, aportando monedas, como hacían antaño los habitantes de los pueblos cercanos para fundirlas con el bronce de las campanas.

José Luis Tomás señala que esa singularidad hace más triste la pérdida de estas campanas. A su juicio, lo más normal es que acaben en una chatarrería, en cuyo caso los ladrones no obtendrán más de 500 o 600 euros, o hayan sido robadas por encargo con destino a coleccionistas de otra provincia o del extranjero.

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