Enfermedades y calor impiden una cosecha de cereal histórica

Gustavo Basurto
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Hongos como la septoria y la roya amarilla se ceban con virulencia con el trigo. Los agricultores encaran el futuro con preocupación por la limitación del uso de fitosanitarios que plantea la UE, precios estancados desde hace 30 años y caída del 30%

Un agricultor examina el estado del grano en una finca de cereal. - Foto: El Día

Que nunca llueve a gusto de todos es más cierto este año que nunca. Lo que se presumía hace un mes como una cosecha histórica de cereal en La Rioja, de las que llenan los graneros, como dicen los agricultores, a diez de que las cosechadoras entren a las fincas se quedará probablemente en una campaña buena, pero no excepcional.

La razón principal de la merma en el ‘cosechón’ que se vislumbraba hasta primeros de junio, empujado por unas condiciones inicialmente excelentes, es la incidencia de enfermedades con una intensidad nunca vista antes en La Rioja, favorecida por el exceso de lluvia.

La roya amarilla se ha cebado con el trigo con tanta virulencia que hay muchas parcelas en donde ha sido preciso realizar dos y hasta tres tratamientos con productos fungididas, con el consiguiente incremento de costes.

También ha atacado fuerte a de terminadas variedades de trigo otra enfermedad como es la septoria, mientras que en la cebada se ha visto que las nuevas variedades son muy productivas, pero al mismo tiempo muy sensibles a enfermedades. 

«Venía una campaña tan buena tan buena, que ha sido buena para los hongos», comenta de manera muy ilustrativa Abel González García, técnico de la organización agraria ARAG-ASAJA.

El exceso de lluvia también ha provocado la aparición en algunas fincas de otra enfermedad conocida como mal de pie, con una incidencia «muy alarmante». Y al exceso de humedad se le ha sumado el calor de la última semana de mayo y de la primera de junio, con altas temperaturas y viento solano, que han producido merma en el grano. La proliferación de enfermedades se ha traducido en unos gastos en productos sanitarios para los productores cerealistas muy por encima de los de un año normal.

Además, los últimos días también han resultado fatales para la proliferación de malas hierbas. Hay parcelas que habían quedado limpias ya de malas hierbas como son la amapola, el vallico, el bromo y la avenida, y que sin embargo se han visto de nuevo invadidas por estas especies no deseadas. «Se han hecho gastos fuertes en el control de las enfermedades y una gestión integral contra las malas hierbas, con rotaciones, con siembras falsas o con adelantos y retrasos en las fechas de siembra, y ahora nos encontramos con que en determinadas zonas está el campo machacado», explica González.

Y este problema de las malas hierbas y las enfermedades genera ahora mismo una enorme preocupación en el sector cerealista por las restricciones que quiere establecer la Unión Europea en el empleo de productos fitosanitarios.

preocupación que llega de bruselas. Sobre la mesa está la propuesta de reforma de la PAC, que sugiere una reducción del uso de productos fitosanitarios y abonos, que el técnico de ARAG-ASAJA no duda en calificar de «drástica y dramática». En concreto, la propuesta comunitaria reduce la utilización de esos productos al 50%. «Si habiendo gastado todo lo habido y por haber tenemos estos problemas, y ahora Europa nos dice que tenemos que producir con la mitad de fitosanitarios, resulta insostenible», explica Abel González García, que plantea que para seguir esa senda que marca Bruselas habría que replantearse muchas cosas, y tal vez retomar medidas de agricultura ya superadas, como la quema de rastrojos, por ejemplo.

Tampoco ayuda a la rentabilidad de las explotaciones la política de precios. No es algo nuevo, porque los agricultores están «tristemente» acostumbrados a percibir los mismos precios de hace 20 o 30 años. La tonelada de trigo ronda los 160 o 170 euros y la de cebada puede oscilar entre 130 y 150 euros.

En la lista de problemas que aquejan al cereal entra también la reducción en la demanda del sector industrial, desde los fabricantes de harinas y de piensos a la industria de la maltería, con una caída del consumo que ronda el 30%. Por si eso fuera poco, al igual que ocurre con otros cultivos, los campos de cereal no se libran de los daños provocados por la fauna silvestre.

En definitiva, todo este panorama lleva a pensar que el cereal, tercero en importancia en el agro riojano (por detrás del vino y el champiñón y la seta) y primero en superficie cultivada, «no sea una opción a tener en cuenta por parte de las explotaciones», opina el técnico de ARAG-ASAJA, que matiza que los agricultores siguen sembrando por costumbre y porque son profesionales que no quieren ver el campo abandonado. 

«los números no salen». «Pero los números no salen, sobre todo si le unimos que la previsible reforma de la PAC plantea una sustancial rebaja en las ayudas directas al agricultor», añade.

La paradoja de tener que emplear más fitosanitarios para hacer frente a enfermedades y malas hierbas para poder asegurar producción, cuando al mismo tiempo la Unión Europea quiere limitar esos productos;cultivar con menos ayudas;y percibir precios de hace 30 años, son, a juicio de este experto, «ingredientes que metidos en una olla hacen que el sector reviente».

Frente a todas estas complicaciones que inquietan al sector, la organización agraria está poniendo su granito de arena para promover investigaciones y proyectos que doten al cereal riojano de un valor añadido, aunque no será la solución definitiva. 

Esas iniciativas impulsadas por ARAG-ASAJA son un campo de variedades demostrativas para analizar potencial, rendimientos y susceptibilidad de enfermedades y malas hierbas de todas las variedades comerciales de cereales, así como la creación de un grupo operativo denominado Tricum de ámbito europeo, que investiga sobre el manejo de determinadas variedades de trigo blanco para buscar un mayor valor añadido para los productores.