El germen del mal

SPC-Agencias
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Los expertos alertan que un niño criado en un ambiente de maltrato y no sometido a terapia puede ser un futuro agresor

Los especialistas insisten en que los padres «no llegan a ser conscientes» del daño provocado a sus hijos.

Marcado de por vida. Un niño varón expuesto a la violencia ejercida por uno de sus progenitores sobre el otro y normalizado en ese contexto tiene muchas más papeletas para poder reproducir ese modelo relacional en el futuro. Esa es la convicción del psicólogo-psicoterapeuta Pablo Nieva Serrano, para el que un niño maltratado y no sometido a terapia «puede ser un agresor en potencia».

Nieva, que esta pasada semana participó en las XII Jornadas Estatales de Psicología contra la Violencia de Género en Murcia, afirma, además, que la mayoría de los padres con órdenes de alejamiento por violencia de género sobre sus parejas «se colocan en una posición victimista respecto a la situación en la que se encuentran al estar sujetos a esta medida, y no tienen conciencia ninguna de la violencia que han ejercido o del impacto que ha tenido sobre sus hijas e hijos».

Por tanto, a los ojos de este experto, el margen para la mejora que tienen estos progenitores, en general, es «ninguno». Así, señala, la «única herramienta» de la que disponen los profesionales y autoridades es «la de favorecer la separación y proteger la relación de estos menores respecto de sus padres». Y es que, este psicólogo insiste que estos progenitores «no llegan a ser conscientes» del daño provocado.

Nieva pone como ejemplo un estudio realizado en Estados Unidos con hombres que habían sido condenados y que refleja que las dos terceras partes de ellos reconocían que sus hijos habían estado presentes en las agresiones físicas que ellos habían ejercido a las mujeres.

Sin embargo, menos del 10 por ciento de esas dos terceras partes reconocía que podía tener algún tipo de impacto psicológico en sus hijos ser testigos directos de estos hechos. Por tanto, no se han planteado nunca cómo deben actuar con ellos.

Nieva cree que «ver todo a través de la violencia vicaria es muy reduccionista» porque, en su opinión, «no es solo un episodio de violencia hacia ellas, sino que también tiene que ver con el hecho de que la mayoría de estos hombres, cuando se les imponen unas medidas penales, no son tontos y no quieren ir a la cárcel, por lo que realmente no se acercan a las madres».

«Pero los vínculos primarios que les quedan de forma cercana son sus hijas y sus hijos, y con ellos van a desplegar las formas de relacionarse que tenían habitualmente con los vínculos primarios, es decir, a través de la violencia», apunta. Por este motivo, este experto admite que los niños quedan «más expuestos todavía» porque, antes, las madres eran «la diana principal».

Aún así, cuando la madre sale «del tablero de juego», quienes quedan como vínculos primarios y, por lo tanto, como espacios afectivos exclusivos o casi exclusivos son los menores, con los que «van a desplegar, evidentemente, toda la violencia», corrobora.

 

Identificar el maltrato

Respecto a cómo puede reconocer una madre que su hijo no es bien tratado cuando pasa períodos con su padre, Nieva asevera  que los menores regresan en un estado de «desconexión brutal».

Posteriormente, la mayoría de ellos reconvierte ese malestar en violencia hacia las propias madres. «Llegan a un nivel de shock que luego sale toda la rabia y lo pagan con la madre. Hasta tres o cuatro días después no se vuelve a normalizar la situación, en el mejor de los casos», sentencia.