"No hay que lanzar campanas al vuelo. Aún queda pandemia"

Gustavo Basurto
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El coordinador autonómico de Cruz Roja repasa, en una entrevista con El Día de La Rioja, el trabajo de la organización en los peores momentos de la pandemia y comenta los proyectos en marcha

Jaime Caballero Cubedo. - Foto: Ingrid

Del trabajo de Jaime Caballero Cubedo como coordinador autonómico depende, en buena medida, que todo funcione en Cruz Roja de La Rioja. Una labor de ayuda que prestan 180 trabajadores, casi 3.800 voluntarios y el apoyo de más de 12.000 socios y que el año pasado llegó a más de 75.000 personas. Tal vez quienes dedican esfuerzos personales y trabajos a ayudar a los más necesitados estén hechos de una pasta especial, pero a Jaime Caballero Cubedo le «enganchó». Este madrileño, ingeniero aeronáutico y con plaza de funcionario en el Banco de España, llegó a Cruz Roja hace 23 años y se encarga desde hace 16 de la coordinación autonómica de la organización en La Rioja.  


Además del esfuerzo extra por la pandemia, la crisis afgana ha abierto un nuevo frente de trabajo para Cruz Roja. La Rioja ha acogido hasta ahora a 25 personas de ese país ¿Qué atención prestan a esos refugiados?
Para nosotros son unos refugiados más, que reciben el mismo trato que el resto, utilizamos los mismos protocolos y trabajamos con ellos igual que cuando han venido sirios, ucranianos, cubanos, colombianos, bosnios o kosovares o de otras muchas nacionalidades. Se les acoge, se empieza a trabajar con ellos en cosas básicas de tipo administrativo, como los empadronamientos, colegios si hay menores, asignación de centro de salud, etcétera, y después está el día a día. En La Rioja llevamos más de 25 años trabajando en este tema y somos una de las provincias que más tiempo lleva con centro de refugiados.


¿A cuántos refugiados, del conjunto de nacionalidades, atiende Cruz Roja al cabo del año en la región?
En 2020 se hicieron 1.122 intervenciones y pasaron por el centro de acogida 97 personas, de ellas 35 colombianos. En total, desde que empezamos en 1994 con el centro de acogida, han pasado por aquí más de 1.000 refugiados, aunque también se trabaja con ellos en otras facetas. En el centro hay algunos, pero cuando salen de él seguimos trabajando en otras fases, social, psicológica y jurídica.  


Septiembre es un mes intenso para Cruz Roja por la llegada de temporeros para la vendimia. ¿Cómo se presenta la temporada?
Creo que este año será más normalizada que la pasada, que fue complicada por la pandemia. Entre el alto porcentaje de vacunación y el hecho de que hemos interiorizado las medidas de seguridad, creo que este año será más tranquilo. Los dispositivos serán similares. Nosotros colaboraremos en el de Logroño, que organiza el Ayuntamiento, y gestionaremos los albergues de Fuenmayor y Nájera. El año pasado fue complicado ponerlo en marcha, pero la verdad es que después, tanto los temporeros como las administraciones colaboraron y no hubo dificultades que reseñar. Esperemos que este año vaya igual de bien y podamos evitar esas imágenes de temporeros en la calle.

 

Otros años también se han habilitado albergues, pero aún así se ven temporeros durmiendo en el entorno de la estación de autobuses.
Es lo que tenemos que intentar evitar. Ojalá podamos alojar a la mayoría. Este año, el Ayuntamiento de Logroño ha ampliado las plazas de 105 a 150. Esperemos que con esas 150, más las 100 que habrá entre los albergues de Fuenmayor y Nájera podamos cubrir esa necesidad.  

 

Cruz Roja lleva más de 150 años prestando ayuda en todo el mundo. ¿Salvo periodos de guerra, el coronavirus ha sido la mayor prueba de fuego?
Ha sido una prueba de fuego, pero a lo largo de nuestra historia ha habido muchas; algunas a consecuencia de crisis, como la del 2008, que fue importante con mucho trabajo, pero ha habido otras. Cruz Roja nació a consecuencia de una guerra y en sus inicios estaba dedicada al socorro y las emergencias. Después, hemos ido evolucionando y la parte social ha ido ganando enteros. Algo traumático fue, por ejemplo, dejar de prestar, o hacerlo en menor medida, el transporte sanitario. O cuando dejaron de existir la mili y los objetores de conciencia, porque durante una época importante voluntarios y objetores de conciencia se complementaban y ayudaban mucho.
 
¿Qué cambió la crisis de 2008 en su sistema de trabajo?
En la crisis económica de 2008 fue la primera vez en que Cruz Roja hizo un llamamiento para captar fondos internos para la gente más vulnerable de aquí, porque antes era para ayuda internacional. Con la pandemia, se hizo el Proyecto Responde y de nuevo se ha hecho un llamamiento importante para poder mantener las actividades, porque desde que empezó la pandemia no hemos parado en ningún momento. Hemos trabajado con las administraciones para llevar alimentos a personas confinadas sin red de ayuda social y colaboramos con las campañas de vacunación.

 

¿El impacto social fue peor en 2008 o en la crisis sanitaria actual?
Creo que la anterior fue peor por dos razones. Porque hubo un cambio más drástico del perfil de personas que acudían a nosotros y demás entidades, como Cáritas y otras; había una población que la gente consideraba normalizada, con buenos trabajos, algunos con muy buenos sueldos, sobre todo ligados a la construcción. Eso se vino abajo y esa gente no estaba preparada para pasar de un sueldo de 3.000 euros a no tener nada. Además, ahora estábamos más preparados; la anterior crisis nos sirvió para saber cómo actuar. Entre la gente con la que trabajamos hay muchas personas que tienen trabajos en negro y esos son los primeros afectados. La gente que está en pobreza crónica, aunque suene duro decirlo, está más habituada y sabe responder mejor. Por tanto, esta crisis es diferente, pero en la parte económica es menos drástica que la anterior.

 

Con el 70% de población vacunada, parece que se extiende la impresión de que lo peor va pasando. ¿Tienen esa misma percepción ustedes, que trabajan con los más damnificados?
Todavía queda. Aunque desgraciadamente sigue habiendo contagios y fallecimientos, es verdad que la mayoría de la gente lo pasa asintomático o con síntomas leves. Pero no hay que lanzar las campanas al vuelo, porque el problema es confiarse y que aparezca una nueva variante. Tenemos que estar prevenidos. 

 

¿El plan Cruz Roja Responde de ayuda a afectados por la Covid se mantendrá a medio plazo?
Sí. En principio, nació en 2020 para seis meses y se ha ido prorrogando. El programa Responde surgió para dar respuesta a unas necesidades nuevas por la pandemia, pero nosotros hemos seguido con los proyectos anteriores, por lo que ha sido un complemento. Hemos tenido que cambiar algunas cosas, por ejemplo las clases de castellano, que no se podían dar en un aula para veinte personas, pero las hemos seguido haciendo con herramientas tecnológicas y cursos virtuales. En ningún momento hemos dejado de hacer lo que ya estábamos haciendo. Aunque vamos mejorando, seguimos en pandemia, por lo que el programa Cruz Roja Responde seguirá, en principio hasta finales de este año, pero en los presupuestos del año que viene tendremos que tener en cuenta que posiblemente haya que seguir al menos otros seis meses. 


La crisis sanitaria ha dejado a muchas personas sin trabajo o con necesidades básicas. ¿Hay también daños psicológicos?
El tema de la salud mental es una cosa que se ha notado muchísimo. Siempre ha estado latente, pero ahora están surgiendo más casos. La población mayor es uno de los grupos más afectados, porque si ya había bastante soledad antes, imagínese al principio de la pandemia cuando han estado confinados y con miedo  a que los familiares fueran a verlos. Y también entre los jóvenes, que parece que son más fuertes y que habían pasado bien el confinamiento, pero ahora, a posteriori, se están viendo secuelas en la salud mental, con depresiones, ansiedad...

 

¿A qué atribuye que aparezcan ahora esos problemas en  los jóvenes?
Estas cosas tal vez no surgen en el momento, sino que van creciendo hasta que explotan y dan la señal de alerta. Puede haber sido el confinamiento, el cambio en el sistema de relacionarse, los cambios en los colegios. Es un tema en el que habría que seguir trabajando. Nosotros creamos el proyecto Cruz Roja te Escucha para apoyo psicosocial a colectivos vulnerables a través de llamadas telefónicas o asistencia presencial. Muchas veces lo que quiere la gente es hablar y solo con escucharlos se les ayuda. 

En marzo, un año después del inicio oficial de la pandemia, hacían balance y hablaban de 63.000 personas atendidas en La Rioja. ¿Cómo está hoy esa cifra?
A lo largo de 2020, atendimos a 75.186 personas. Y en esta cifra no contamos las miles de llamadas telefónicas que se hicieron durante el confinamiento a todos nuestros socios y voluntarios para ver cómo estaban. 

 

Ustedes tienen también un servicio de empleo. ¿Qué porcentaje de personas encuentran trabajo?
El año pasado, el porcentaje de inserción fue del 20 por ciento, que puede parecer poco, pero hablamos de inmigrantes, solicitantes de asilo, personas con discapacidad, drogodependientes, jóvenes en riesgo de exclusión, mujeres en dificultad social, víctimas de violencia, población gitana, mayores de 45 años y parados de larga duración, colectivos que tienen más dificultades laborales que el resto. En 2020 trabajamos con 1.304 personas desempleadas y logramos empleo para 64 personas, con 506 contratos, lo que puede resultar raro, pero es que una misma persona puede encadenar varios contratos.
 
Comienza el curso. ¿La amenaza de la brecha digital entre alumnos de familias vulnerables sigue ahí?
Sigue existiendo y nosotros seguimos trabajando en ello. Con el confinamiento, nos dedicamos a ir a los colegios a recoger físicamente los deberes de alumnos de familias sin recursos, para que los hicieran y llevarlos de nuevo al colegio. Hay que reconocer que la sociedad y las empresas de La Rioja han sido muy solidarias y antes de que la Consejería de Educación entregase tablets y líneas de datos a la población vulnerable, nosotros conseguimos a través de la empresa Knet y de otras de ámbito nacional que nos donasen equipos tecnológicos y tarjetas con datos, que pudimos entregar desde el principio a familias para que pudiesen conectarse a los colegios. Es un tema que se va reduciendo, pero todavía hay familias que no están en igualdad de condiciones. 

 

¿El movimiento de solidaridad se ha mantenido o va decayendo?
Evidentemente, ha descendido el nivel de ingresos, sobre todo por parte de las empresas y de personajes famosos, pero las donaciones de particulares son más o menos constantes. La persona que todos los años hace un donativo de 20 euros lo sigue haciendo y el número de socios se mantiene e incluso muchos han aumentado su cuota. La gente en La Rioja es muy solidaria. Las empresas también colaboran muy bien.

 

¿Hay suficiente apoyo oficial?
Es aquello de que ‘nunca es suficiente’. Siempre digo que me gustaría que dejase de existir la Cruz Roja, porque significaría que no hay necesidad porque hubiéramos acabado con la pobreza y la desigualdad o porque todo estuviera todo cubierto por la Administración. 

 

¿Qué necesitan en mayor medida, dinero, voluntarios, socios...?
El dinero de las administraciones públicas; los socios, que son el motor económico, que nos apoyan con su dinero y hacen que cuando no podemos conseguir fondos de las administraciones sigamos manteniendo los proyectos; y los voluntarios, que aportan su tiempo y son otra pata importante, nunca son suficientes. Si tenemos más, buscaremos otros campos donde meternos.

 

¿Hay necesidades materiales que cubrir, locales, vehículos, etc.?
Este año ha cambiado y en la nueva convocatoria del IRPF autonómico se permiten inversiones, porque hasta ahora la mayoría de subvenciones no lo admitían, con lo cual los vehículos para el transporte o los ordenadores nadie nos lo financiaba y teníamos que hacerlo con dinero de los socios y donativos. 

 

En el ámbito de las organizaciones benéficas se alertó en su momento del retraso en la percepción del ingreso mínimo vital por parte de las personas sin recursos. ¿Ha cogido ya ritmo el pago de esas ayudas?
Todo lo que se pone en marcha cuesta. En un primer momento, como ha ocurrido con otras cosas, la falta de experiencia hace que se retrase todo. Además, como aquí teníamos la renta de ciudadanía ha habido que hacer cambios, porque en teoría la gente que cobraba esa renta y cumplía los requisitos pedía el IMV, porque para las familias la cantidad que perciben es mayor. También se ha visto que mucha gente lo presentó sin cumplir las condiciones. Poco a poco ese retraso que hubo se va recortando. Pero hay otro problema, que es la gente que queda fuera del sistema, que no puede pedir ni la renta de ciudadanía, ni el IMV ni incluso las ayudas de emergencia de los ayuntamientos, porque no pueden acreditar el empadronamiento mínimo o están en situación administrativa irregular. Cada vez más ayuntamientos, como el de Logroño, están intentando incorporarlos en las ayudas. Otro caso es el de gente que pide protección internacional para ser refugiados, pero si se lo deniegan pasan a ser inmigrantes irregulares.    

 

Otra lacra social que no cesa es la violencia de género. ¿Las cifras de mujeres atendidas por Cruz Roja lo corroboran?
Nosotros tenemos un área de mujer y gestionamos, para el Gobierno de La Rioja, un piso de emergencia social, otro para gestantes o con hijos menores y un tercero para víctimas de violencia de género. En cuanto a violencia de género, el problema sigue estando ahí. Es cíclico, porque hay momentos en los que parece que disminuye, pero luego sube. Influyen mucho las denuncias. Si no se denuncia es muy difícil seguir con el procedimiento de ayudas. El principio de todo es que tienen que denunciar. 

 

Vivimos en una sociedad supertecnológica y avanzada. ¿No es descorazonador para Cruz Roja tener que seguir atendiendo necesidades básicas tras más de 150 años de trabajo?
Van cambiando las necesidades. Nosotros empezamos centrados en el socorro y las emergencias y la cooperación internacional. Hemos ido evolucionando y entrando en campos muy diversos. Últimamente, que es un proyecto muy interesante, trabajamos en el medio ambiente. La Cruz Roja considera que también hay personas vulnerables desde el punto de vista ambiental, que el cambio climático no solo afecta al territorio, que la desertización y los cambios climático afectan a las personas y como siempre más a los colectivos vulnerables, que también lo son  medioambientalmente.