Había una vez un mundo al que azotó una pandemia inesperada, desconocida, sorprendente y letal que obligó a los ciudadanos de muchos lugares a encerrase en sus casas. Cuentan los libreros que ese confinamiento y las restricciones de acceso a los locales de ocio durante esa pandemia sanitaria que parece el cuento de nunca acabar incentivó el afán lector entre muchos ciudadanos, que tienen este verano la posibilidad de demostrar si esta afición recién adquirida o de golpe recuperada será un hábito que se quedará por siempre formando parte de sus vidas o ha sido solo un amor invernal.
Oportunidades para convertir los libros en elemento esencial de su existir no faltan y uno puede sumergirse en un infinito mar de novelas, poesías, ensayos, biografías, clásicos, vanguardistas, de policías, de amor, de autoayuda, de mujeres y hombres, escritos por mujeres y hombres. Y algunos sobre la literatura y la palabra.
Al respecto, la presidenta, Concha Andreu, recomienda Repensar España desde sus lenguas, de Ángel López García-Molins, una elección que no es al azar, pues con ella quiere reforzar la apuesta del Gobierno de La Rioja por uno de los proyectos que más posibilidades tiene de atraer fondos europeos para la recuperación, Valle de la Lengua. Beatriz Zúñiga, la directora provincial de Tráfico, aconseja Amapolas en octubre, de Laura Riñón, una exazafata, que un día dejó las alturas para escribir y abrir una librería «mágica y preciosa «en Madrid. En este libro, la autora cuenta que cuando de niña tenía un problema, su madre rescataba frases o diálogos de libros y los escribía en los azulejos de la cocina para hacerle entender que no era la primera que se tropezaba con esas malas experiencias.
A una novela sobre el mundo de la escritura (o algo así) recurre Ester Felipe, la directora de la Biblioteca Rafael Azcona, Las voces, de Muriel Spark;y de una escritora que tuvo que esconderlo, de La mujer sin nombre, María de la O Lejárraga, lee Raquel Pérez Cuevas, bodeguera de Ontañón Familia.
Fernando Sáenz Duarte, maestro heladero de Della Sera, recurre a Rialto 11. Naufragios y pecios de una librería, donde una librera cuenta sus experiencias del día a día entre libros y lectores. También los libreros remiten a referencias metaliterarias, como El jardín de Reinhardt, de Mark Haber, «una novela que es una delicia y se lee muy bien», explica Jesús Castroviejo.
Y sobre los errores al aprender la lengua, en este caso el castellano, trata Guiriguerias, de José Javier León, algo similar a From lost to the river, pero del español y editado por la riojana Pepitas de Calabaza.
Para descubrir. Pero también hay lecturas a descubrir, como El canto de las montañas, de la autora vietnamita Nguyen Phan Que Mai, donde relata la historia de su país desde la descolonización francesa desde el punto de vista norvietnamita a través de un saga familiar, que recomienda Castroviejo.
Las sagas son una de las grandes apuestas de los chavales, afirma Érika Agustín, de La Casa del Libro, que invita a leer El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana ?Tîbuleac, un «libro muy duro, pero explicado con tal belleza que merece la pena» y Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà, «un canto a la naturaleza y los bosques; una lectura estupenda y ahora más».
Su colega de Semilla negra, Víctor Sáenz-Díez aconseja El vendedor de naranjas, primera novela de Fernando Fernán Gómez, escrita cuando ya era un actor y director popular, ambientada en una productora que habla del mundo del cine en los años 60.
Pero quien desee transitar por caminos ya conocidos, Irene Cerezo resalta que El infinito en un junco se sigue vendiendo muy bien; mientras Diego Ochoa confiesa que le gustan los thrillers y, como Andrés Pascual, menciona el último trabajo de Mikel Santiago, En plena noche; mientras a Raúl Llona, entrenador de la SDL, le entretiene otro bestseller, El quinto mono. Y aunque dicen que segundas parte nunca fueron buenas... María Dueñas continúa en Sira las andanzas de la protagonista de El tiempo entre costuras. ¡Feliz lectura!