Personajes con historia - Vasco Núñez de Balboa

Del triunfo al Cadalso (III)


Antonio Pérez Henares - 18/10/2021

Nada más descubrir el Mar del Sur y cuando Núñez de Balboa creyó llegado el momento de explotar su éxito y saborear su triunfo, su suerte comenzó a cambiar y enredarse los hilos de un destino funesto.

La señal fue la reaparición -¿de quién si no?- del bachiller Enciso. Este había seguido pertinaz en la Corte con sus acusaciones. Y a ellas se unió también la llevada por sus propios enviados de haber abandonado a su suerte a Nicuesa. Fernández de Enciso encontró al fin los oídos apropiados. Estos fueron los del muy poderoso obispo Juan Rodríguez de Fonseca quien lo escuchó con atención, le dio total credibilidad y lo aprovechó para colocar sus piezas y aumentar aún más su influencia.

 El elegido para ello fue el ya entonces viejo y curtido Pedro Arias de Ávila, que ya había dado muestras de su carácter: «mano dura, crueldad con los vencidos, celoso de su poder y fidelidad a la Corona». 

Del triunfo al Cadalso (III) Del triunfo al Cadalso (III) Pedrarias, como se le conocía, había nacido en Segovia en 1440. Miembro de la nobleza, señor de Puñoenrostro, estaba casado con una Bobadilla, familia muy cercana y querida por la difunta reina Isabel y cuyo hermano había sido aquel enemigo de Colón que lo envió a España encadenado desde La Española y que luego sucumbió ahogado por no hacerle caso en su previsión de que llegaba un huracán. Era un tipo duro, que había peleado en la Guerra de Granada y hasta en África, donde participó en la toma de Orán y protagonizó el asalto, con tan solo cuatro soldados, del castillo de Bugía, donde mató con su mano al jefe musulmán ganándose el nombre de Bugía y recibiendo el apodo de Furor Domini. 

El rey Fernando lo había nombrado gobernador de Castilla del Oro, como se denominó a la nueva provincia, y se dirigió ya hacía allí con 17 naves y 1.500 hombres, llegando a Santa María de la Antigua tan solo cuatro meses después del regreso de Balboa del Mar del Sur, y cuando llegó a su puerto, mandó dar aviso a este de su llegada. 

Vasco estaba reparando un tejado de una casa y fue a recibirle con la ropa que llevaba, una camisa y un calzón viejo de algodón. Se encontraron a mitad del camino entre el puerto y la villa: él a pie, sudoroso y sucio; Pedrarias a lomos de un caballo enjaezado, con armadura completa con su señora, parientes y criados a su lado y seguido por un séquito encabezado por el obispo, el franciscano Juan de Quevedo, bajo palio, con mitra y cruz de plata y rodeado de clérigos. Tras ellos venía una comitiva de funcionarios del licenciado Gaspar de Espinosa, como alcalde mayor, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, el piloto Juan Vespucio, el capitán Juan de Ayora, lugarteniente del gobernador, y el némesis de Balboa, Fernández Enciso, como aguacil mayor de la ciudad, a quien Vasco reconoció de inmediato.

Con humildad, Balboa besó el anillo del obispo e hizo reverencia a Pedrarias, quien le entregó desde el caballo sus credenciales. Balboa las leyó, las besó y las puso sobre su cabeza en señal de acatamiento. 

La visión de Santa María de la Antigua desagradó mucho a Arias de Ávila: eran apenas 200 casas de madera y paja en las que vivían unos 500 españoles y el triple de indios. Para nada podía acoger al gobernador, ni a su séquito, ni al ingente número de colonos que con él llegaban. 

No obstante, comenzó a ejercer de inmediato. Pidió un informe exhaustivo de todo lo referente a la colonia, así como de las tribus aliadas y las hostiles, amén de la ruta hacia el mar del Sur. Balboa se lo entregó con la mayor presteza. Al tiempo, y según era costumbre, ordenó abrirle el preceptivo juicio de residencia del que se encargó a Gaspar Espinosa, pero de manera subrepticia intentó iniciar una pesquisa secreta por su cuenta a la que se opuso el obispo y a la que hubo de renunciar por el momento.

Del juicio de residencia no salió del todo mal Balboa, pues aunque hubo que afrontar el pago de indemnizaciones a Enciso y a otros considerados perjudicados por sus acciones, resultó absuelto. 

Pero la que acabó destrozada fue la labor pacificadora que a lo largo de todos aquellos años había llevado a cabo. Pedrarias ordenó campañas -pues le sobraban tropas- contra los territorios indígenas sin parar en aliados, hostiles y cinco expediciones a la busca de minas de oro. En una de estas acciones murió Panquiaco, el amigo y aliado de Balboa, y las tribus se convirtieron en enemigos declarados.

La buena noticia para Vasco llegó el 20 de marzo de 1515, aunque fue expedida en España en septiembre de 2014. Los buenos oficios del enviado de Balboa a la Corte y la noticia del descubrimiento del mar del Sur hicieron reflexionar al rey, quien lo nombró Adelantado de la Mar del Sur y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, aunque sujeto a Pedrarias. 

Este quiso ocultar la cédula, pero ante la oposición de nuevo del obispo tuvo que entregársela, aunque prohibiéndole reclutar gente para sus empresas, ya que dijo necesitarla él. Sin embargo, la cédula ordenaba a Pedrarias que le concediese libertad en sus asuntos de gobierno y territorios que quedaban además muy difusamente delimitados.

La tensión siguió siendo constante entre ambos y Balboa acabó por enviar a España una queja destinada al rey contra el gobernador, en la que sobre todo daba cuenta de su maltrato a los indígenas y cómo sus acciones los habían convertido de aliados a feroces enemigos. 

En busca del imperio

Por otro lado, había comenzado ya a rumiar el proyecto de un camino con ciudades en ambos mares, el que después sería el de Nombre de Dios, en Panamá, y buscó gente en La Española para ponerlo en marcha y construir naves para adentrarse en el Mar del Sur, ir hacia el archipiélago de las Perlas y sobre todo ir bajando hacia el sur en busca de aquel imperio donde los platos eran de oro, el mismo del que Panquiaco le había hablado, y buscar además algún paso por agua, pues alguno debía haber que comunicara ambos océanos. 

Para ello, hizo venir desde Cuba a 70 soldados y un barco que, tras ser descubiertos por Pedrarias, hicieron que este lo acusara de conspiración y rebelión frustrada y lo metiera en una jaula en el patio de su propia casa, donde lo tuvo dos meses. Transcurrido ese tiempo, el propio gobernador se presentó en ella y, tras pedirle perdón, le ofreció el poner fin a sus disputas entregándole la mano de su hija María, que estaba en España. De esta forma, convertidos en yerno y suegro y ya de la familia, afrontarían todo juntos.

Una solución que había pergeñado el obispo Quevedo, harto del conflicto y valedor en ocasiones de Balboa e Isabel de Bobadilla, quien convenció a su marido y que resultó del agrado de todos menos, lógicamente, de Anayansi, quien se disgustó pero que le permaneció fiel. Incluso requerida por uno de sus hombres más cercanos, Garabito, lo rechazó de plano. Un rechazó que sería después mortal para Balboa. 

El obispo partió para España en busca de la novia y la boda se celebró en abril de 1516. Así, la relación de Pedrarias y Balboa adquirió tintes de colaboración e, incluso, familiares. De esta forma, podría iniciar expediciones pero tan solo de un máximo de un año y medio de duración. 

A finales de 1516, levantó en el poblado de su viejo amigo Careta la ciudad de Acla y allí organizó la compañía del Mar del Sur. Poco a poco, comenzó a hacer acopio de materiales para construir los bergantines que comenzó a ensamblar ya en un puerto del Pacífico (Yavisa). Logró poner a flote dos de ellos y llegó a las islas de las Perlas, aunque ya estaban muy esquilmadas, y con dos más puso rumbo hacia el sur, llegando al lugar que años después Pizarro bautizó como Puerto Piñas en su viaje hacia el Perú.

Allí volvió a corroborar las noticias sobre el gran imperio que existía más al sur y se dispuso a partir cuanto antes hacia él. 

Pidió entonces, a través de Valderrabano, una prórroga de un año y medio más, pero el escribano volvió con el rumor que se tuvo por cierto de que Cisneros, ahora regente, había sustituido a Pedrarias y el nuevo gobernador podía estar ya en camino.

Aquello resultaría fatal. Según Fernández de Oviedo, Balboa pensó que el nuevo gobernador no le dejaría continuar con sus planes y se dispuso a fundar una ciudad-puerto en la costa pacífica para salir desde allí al océano con dirección sur. Ingenuamente, creía que Pedrarias sí le dejaría continuarlas. Al llegar a Acla, uno de los hombres de confianza de Balboa, Luis Botello, intentó colarse de noche, pero fue detenido por oficiales de Arias de Ávila, quienes le hicieron confesar los planes de Balboa. Tras él, apresaron en Antigua a sus más fieles.

Pedrarias, arteramente, escribió en términos muy cariñosos a Balboa para que acudiera a su encuentro en Acla para tratar asuntos de la expedición. Nada recelo de ello, Vasco se puso con rapidez en camino para encontrarse con él, pero a la mitad fue interceptado por el destacamento, a las órdenes de Francisco de Pizarro, a quien había mandado a apresarle y a quien Balboa dijo, con cierto dolor ante el viejo camarada, aquello de: «Vos Pizarro no solíais recibirme así». 

Fue acusado de traición e intento de usurpar su poder y crear un gobierno aparte en el Mar del Sur. Nuñez de Balboa negó con vehemencia los cargos y exigió ser trasladado a La Española -poder y audiencia a la que estaba sometido Pedrarias- o a la propia España para ser juzgado. Pero estaba claro que Pedro Arias de Ávila estaba decidido a ejecutarle en esta ocasión y que nada le iba a detener. El gobernandor mantuvo su farsa de suegro amistoso todavía un tiempo, ya que fue a visitarle teniéndolo preso en una casa de un vecino siendo muy amable para darle seguridades y decirle que no tuviera preocupación alguna pues había sido detenido por acusaciones sin fundamento. Pero ya en una segunda visita llegó con la peor cara y le acusó de haber traicionado al rey y a él, ordenando trasladarlo a la cárcel común. 

Sentencia

En connivencia con el alcalde Gaspar de Espinosa, el juicio se celebró con enorme celeridad y Espinosa dictó sentencia de inmediato: muerte por decapitación.

En el proceso, por llamarlo de alguna manera, ofrecieron testimonio todos los enemigos de Balboa y se añadió el de Garavito, que había sido detenido también, y a quien el rechazo de Anayansi y su despecho por ello con Balboa hizo que declarara en su contra tras haberle prometido salvarle la vida. 

El gobernador añadió por su cuenta su pesquisa particular y una larga ristra de acusaciones, como engañarle en sus informes sobre los indios para que fracasara en su expediciones, haber vejado a los indígenas contraviniendo sus órdenes, haber actuado malignamente contra Nicuesa -aunque hubiese sido anteriormente absuelto por ello- y ser reo de traición por urdir un plan para proclamarse independiente en el Mar del Sur. Además, el gobernador rechazó su recurso de apelación nada más presentarla y puso fecha inmediata a su ejecución. 

Tenía prisa en acabar con él. El día 15 de enero de 1519 se dictó sentencia, el 16 se rechazó la apelación, el 17 se levantó el cadalso en Acla y el 19 les cortaron la cabeza, pues junto a él fueron ajusticiados Fernando de Arguello, Luis Botello, Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano, salvándose el sacerdote Rodrigo Pérez, debido a su condición, y el citado Garavito, de la pena capital. 

Vasco Núñez de Balboa dio muestra de gran entereza y gallardía al ser conducido al patíbulo. Antes de ser decapitado, el pregonero dijo en voz alta: «Esta es la justicia que el rey y su teniente Pedro Arias de Ávila mandan hacer contra este hombre por traidor y usurpador de los territorios de la Corona», a lo que Núñez de Balboa respondió con voz serena y potente: «Mentira, mentira; nunca halló cabida en mí semejante crimen; he servido al rey como leal, sin pensar sino en acrecentar sus dominios».

El hombre que sacó más provecho

El cronista de indias Fernandez de Oviedo, quien presenció la ejecución, relata que «desde una casa que estaba 10 o 12 pasos de donde los degollaban, estaba Pedrarias mirándolos por entre las cañas de la pared de una casa o bohío». La cabezas cayeron sobre una artesa y fueron expuestas al público para acrecentar el temor al gobernador. 

Pedrarias no solo no tuvo castigo alguno por aquella falaz y miserable acción sino que sacó gran provecho de su crimen. Permaneció en el gobierno de la Castilla de Oro durante varios años más, fundó la ciudad de Panamá en el año 1519 y siguió sembrando el terror, «cuando el viejo gobernador hablaba, nos mojábamos en los calzones», entre sus subordinados. Cuando fue destituido en 1526, pues algunas acusaciones sobre su trato a los indios fueron muy graves y probadas, fue para entregarle poco después el poder de la vecina Nicaragua, donde falleció en 1531 cumplidos los 90 años. 

Participó como accionista y valedor de la expedición que Pizarro, buen conocedor de lo que sabía Balboa y de sus intenciones, organizó con Almagro rumbo a Perú. De su conquista y botín se aprovechó él y toda su familia más que nadie y más que ninguno de los conquistadores del imperio Inca. Una de sus hijas se terminó casando con el gran jinete y capitán en aquella aventura, Hernando de Soto, luego descubridor del río Misisipi.

 Pero su memoria quedó manchada para siempre y hasta hoy. El testimonio de Fernandez de Oviedo fue demoledor contra él, acompañado además por los del obispo Quevedo y Fray Bartolomé de las Casas. 

Mientras, y aunque Pedrarias y luego su familia se aplicaron en la destrucción de todas las pruebas y documentos, la figura que emergió desde su tumba fue la de Vasco Nuñez de Balboa. Su nombre, hazañas y proyectos fueron recuperados, entre otros, por el español Manuel José Quintana, su primer biógrafo, y por el estadounidense y amante de la cultura española Washington Irving, y su persona y obra por fin fueron valoradas lo que merecían en España, pero aún más en Hispanoamerica yPanamá donde su figura es excepcionalmente, aún hoy, respetada y querida. La propia moneda panameña lleva su nombre y su efigie en el anverso, al igual que uno de los principales puertos del canal y la Orden de Vasco Núñez de Balboa, es la máxima condecoración de aquel país. Incluso un cráter de la luna fue bautizado como Balboa en su honor.

Capítulo aparte merece la idea ya esbozada por el propio Vasco Nuñez de Balboa de, mas allá de encontrar un paso entre los mares, que también intentó, lograr abrir alguna especie de pasillo entre ambos océanos. No debía ser tan descabellada la idea cuando el emperador Carlos V encargó a sus ingenieros que le presentaran un proyecto para abrir esa vía, algo a todas luces irrealizable con los medios disponibles en aquel momento, pero que volvió a estar de nuevo sobre la mesa en tiempos de su heredero Felipe II y lo estaría muchas veces hasta que se llegó a construir y hace poco ampliar y desdoblar.