«Sin los políticos, La Rioja sería la cola de Castilla»

Feli Agustín
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El primer presidente del Gobierno regional, Luis Javier Rodríguez Moroy, constata la dificultad que supuso que esta región se convirtiera en una comunidad uniprovincial

Luis Javier Rodríguez Moroy. - Foto: Óscar Solorzano

A Luis Javier Rodríguez Moroy le sienta que ni pintado aquel aforismo de Aristóteles de que ‘El hombre es un animal político’.A pesar de que lleva décadas alejado de la escena pública por voluntad propia -oportunidades para volver no le han faltado-, la res pública le corre por la sangre. Todavía, afirma, no ha perdido «la pulsión» por la política. «Me interesa, me desespera muchas veces, otras veces me ilusiona, pero sigo hablando de ella con pasión», confiesa el que fuera el primer presidente de La Rioja entre julio de 1982 y enero de 1983.

 

Hoy se cumplen 39 años desde que el rey sancionara el Estatuto de La Rioja, que a usted le gusta recordar que es el de San Millán. ¿Cómo fue aquel tiempo?

Fue un tiempo de ilusión. El final de la dictadura supuso la oportunidad para todos los que teníamos interés en lo público;despertó muchas cosas. De hecho, en las primeras elecciones, en La Rioja nos presentamos más de 20 partidos, había cristiano -demócratas, liberales, el PSOE y PCE y, otros, como fue mis caso, que nos organizamos como Partido Socialdemócrata. Más que actuaciones, lo que había era imaginación e ideario porque no suponíamos que los acontecimientos se iban a desarrollar tan rápido.

 

¿En qué contexto nacional nació La Rioja como entidad política?

Poca gente tenía confianza en que Adolfo Suárez, que había sido secretario general del Movimiento, pudiera conducir una transición tan rápida, pacífica y exitosa. Ese conglomerado de partidos que fueron apareciendo se juntaron en uno ‘de salvación’, la Unión de Centro Democrático (UCD), que pienso que fue uno de los grandes aciertos de Suárez para conducir la transición, aunque luego el partido se descompuso. Teníamos unas ideas muy dispares y las diferencias se notaron desde el primer momento.

 

¿Cómo se fue gestando la autonomía de La Rioja?

Fue un proceso largo, duró varios años. En el momento en el que se diseñó el estado autonómico, nos encontramos, no entre dos aguas, sino entre muchas. Con Castilla no teníamos relación;en cambio, La Rioja tenía un hilo conductor muy fluido con el País Vasco, Navarra e inclusoAragón. Lo que teníamos claro es que si nos incluían en Castilla, nos íbamos a quedar en la cola, lo que hubiera sido nefasto. Descartada la unión con País Vasco y Navarra, solo quedaba configurarnos como una comunidad uniprovincial, algo que producía risa en Madrid.

 

Que tomaran en serio su reivindicación no fue fácil.

En un principio, hubo cierto movimiento popular, que se ha magnificado, y algunos periodistas se comprometieron con ello, lo que le dio dimensión a la iniciativa. Se ha consolidado la idea de que esos fueron los principales mimbres de la autonomía; y, sin embargo, hubiera sido impensable sin los políticos. Cada vez que UCDy PSOEmencionaban su interés porque La Rioja se convirtiera en comunidad autónoma en Madrid se encontraban con un muro superior al de Berlín. De la idea de la dificultad que eso suponía no hay más que ver que León, que había sido reino y que lo reivindicó con ahínco, no lo logró.

 

¿Cómo se consiguió superar ese muro?

El momento clave, en mi opinión, se produjo cuando el ministro Manuel Clavero Arévalo afirmó que La Rioja como comunidad autónoma daba risa, declaraciones que se publicaron en todos los medios. Entonces, sí que surgió el movimiento ciudadano en el que se implicó todo el mundo, incluidos los que nunca habían protagonizado ninguna reivindicación. Pero, en cuanto que se nos dijo que La Rioja no podía ser se produjo una auténtica reacción:artículos, comentarios, la gente nos paraba en la calle... Como responsable que era de la UCD aquí, me llamaron desde el Gobierno a una reunión en Madrid.

 

¿Fue ese encuentro decisivo?

Me encontré en una mesa con cinco ministros, Rafael Arias-Salgado y Rodolfo Martín Villa, entre ellos, además del secretario general de la UCD, para decirme que dejáramos de dar guerra con nuestra reivindicación de La Rioja como comunidad uniprovincial. Les respondí que, desde las declaraciones de Clavero Arévalo, no podía dar un paso por la calle sin que la gente me parara; que estábamos en La Rioja absolutamente convencidos de que este era el camino que íbamos a tomar. Insistieron en que desechara esta vía y yo repetí que ni yo, ni en La Rioja íbamos a desistir. Creo que eso fue definitivo. Pienso que también ayudó la situación de descomposición que vivía la UCD, a la que quedaba poca capacidad de lucha, aunque algo tenía, porque León no lo sacó adelante. Martín Villa era líder de sus parlamentarios y estaba en contra.

 

Y mientras tanto, el Estatuto se estaba elaborando.

Fue un proceso largo, de dos años, aunque estuvo parado durante un tiempo porque los intereses partidistas primaban en la política, De hecho, estuvo atascado porque UCD defendía que La Rioja se dividiera en nueve circunscripciones electorales, tantas como comarcas, porque tenía mucha presencia en todo el territorio, mientras el PSOE, con más peso en Logroño y las localidades de mayor presencia industrial, mantenía la circunscripción única. En esa pugna se paró el Estatuto, hasta que vimos las orejas al lobo. Llamé a Javier Sáenz Cosculluela, líder entonces del PSOE, y acordamos circunscripción única. Así, el Estatuto, que había contado con las aportaciones de ciudadanos y asociaciones, se cerró.

 

Sí, porque la ciudadanía tomó parte en la construcción de la autonomía. Se votó hasta la bandera.

Fue determinante, porque nos dotó se un símbolo y, aunque creo que tiene sus defectos estéticos, tiene todo el valor, y mi entrega y mi amor total. El proceso partió de una idea de la Diputación Provincial de apelar a la participación ciudadana para su diseño. Había unas 250 diseños de todo tipo y condición, se hizo una preselección y el proceso, que iba a durar un mes, se alargo.Así que, el Colectivo Riojano, un grupo de universitarios residentes en Madrid, eligió un modelo con los colores más repetidos, que se popularizó, comenzó a ondearse aquí y allá y se consolidó. Emocionalmente, pienso que fue un acto decisivo porque nos dotamos de una simbología, lo que fue muy importante para la autonomía de La Rioja;entre los riojanos caló que ya éramos algo más. Fue crucial. Pero vuelvo a decir, si el Colectivo Riojano no hubiera contado con el apoyo de los políticos, La Rioja sería una cola en la autonomía de Castilla-León, y eso habría sido fatal.

 

Fue el primer presidente de La Rioja durante unos meses. ¿Cómo llegó a serlo?

Una vez sancionado el Estatuto, el 9 de junio de 1982, La Rioja debía contar con unos órganos de Gobierno, pero no se podían convocar elecciones autonómicas, ya que, al igual que en la actualidad, debían coincidir con todas las demás. Se previó una situación provisional, con un Parlamento, que entonces se llamó Diputación General de La Rioja.Estaba compuesto por los que en aquel momento eran los representantes de La Rioja, esto es, los 24 miembros de la Diputación Provincial más los ocho parlamentarios nacionales, cuatro diputados y cuatro senadores, los conocidos Treintaydosantes. El Parlamento debía elegir un presidente y salí, aun con votos en contra de un grupo de la UCD, de mi partido.

 

¿Cómo formó el primer gobierno?

Quise rodearme de gente que fuera mejor que yo;algunos eran políticos, como Ángel Jaime Baró o Francisco Díaz Yubero, referentes del vino en La Rioja; y otros que venían del mundo de la empresa, como Alejandro Bezares, Antonio Muriel y Adolfo Agudo; o Aurelio Ibarrondo, que era decano de los arquitectos. Eran gente con conocimientos de las circunstancias;nos convertíamos en una empresa y había que gestionarla.

 

¿Por qué no siguió en la política?

Llegué al Gobierno en plena descomposición de la UCD, se celebraron elecciones generales, que ganó el PSOE;me sentía con mucho menos respaldado, y ni tuve ningún empacho en dimitir. Fundé el PR y me mantuve hasta que se consolidó. Abandoné la política activa y, a pesar de que me han propuesto volver, nunca lo he considerado.

 

Hay en marcha una reforma del Estatuto. ¿Qué opina?

Hay varios aspectos que me parecen esenciales, como que el senador autonómico no tenga que ser diputado;me parece que los cambios eran necesarios.

 

¿Cómo contempla el panorama?

Estamos infinitamente mejor que si hubiéramos sido la cola de ratón de Castilla. Ahora bien, el mundo está para echarse a llorar;no soy optimista con el camino de la humanidad.