Blanca España Negra

Carlos Dávila
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Mientras se desencadenaba la mayor tormenta de nieve que hayan padecido los tiempos modernos, Sánchez estaba robusteciendo sus pactos con ERC y el PNV

Blanca España Negra - Foto: Rodrigo Jiménez

Casi al tiempo de que en España, fundamentalmente en Madrid, se desencadenara la mayor tormenta de nieve que hayan padecido los tiempos modernos, ¿saben a qué se dedicaba el presidente Sánchez? Pues a robustecer sus pactos con los independentistas de Esquerra Republicana de Cataluña y el PNV. Según fuentes cercanas de todo crédito, el jefe del Gobierno, apoltronado en la comodidad de La Moncloa, acordaba con Esquerra una posición común respecto a la celebración o aplazamiento de las elecciones regionales fijadas en principio para el 14 de febrero. Esto con los sediciosos catalanes. Con los vascos, un arreglo de más grande entidad: el traspaso urgente de más de treinta competencias que, según el PNV, debe España al País Vasco desde la aprobación del Estatuto llamado impropiamente de Guernica. Entre estas competencias, una crucial: la jerarquía y la gestión de las prisiones acumuladas en esa zona de España. Todo esto cuando, se sabe, ya han viajado hacia esas cárceles no menos de 100 presos de ETA, cuando se ha puesto en la calle a un criminal como Antonio Troitiño (treinta muertos en su depravada conciencia) y cuando, desde nuestro punto de vista hay que recordar los grandes datos de la historia de la banda: 855 personas asesinadas, 3.571 atentados, 86 secuestrados y 358 acciones aún no esclarecidas.

Gracias al pacto Sánchez con el PNV que le asegura a este dos años y pico más en la poltrona presidencial, para septiembre ya no quedarán terroristas de ETA en centros penitenciarios fuera del País Vasco; todos al lado de casa y, lo que es más sangrante, todos a punto de salir en libertad, como ha sucedido en estas fechas con el informador del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco. 

En estos días se ha producido el fallecimiento de Michel Unzueta, un senador peneuvista del que guarda este cronista el mejor recuerdo tras su paso por el programa de entrevistas El Tercer Grado. Me dijo entonces Unzueta: «Si alguna vez nos hacemos casi (él enfatizaba el casi) como los criminales de ETA convirtiéndolos en víctimas y no verdugos, seremos tan responsables como ellos de tanta desgracia». ¿Qué diría ahora Unzueta constatando cómo su Gobierno de Vitoria consiente y hasta celebra los permanentes homenajes a los terroristas que, tras la libertad, regresan a sus pueblos?

Toda esta bellaquería forma parte de la España negra que ha dejado la nevada blanca. Puede dejarse al lado el análisis de la gestión de la catástrofe que ha hecho el Gobierno de Sánchez con solo un par de preguntas: ¿Cómo es posible que una vía crucial para el tráfico de toda España como la M-40 se colapsara horas y horas sin que Protección Civil, directamente dependiente del Ministerio de Fomento, no fuera capaz de abrir paso a automóviles y camiones? ¿Por qué el inane Sánchez tardó casi 48 en autorizar el empleo de las huestes del Ejército? Son dos ejemplos de cómo se ha gobernado este maldito tsunami que nos va a tener encerrados no menos de una semana más.

Alguien ha escrito que hemos sufrido, estamos sufriendo, la tormenta perfecta. Y añade Gabriel Sánchez: «Ya solo falta que nos invadan los alienígenas». Pues casi, casi. Porque mientras la nieve dejaba intransitable buena parte del territorio de nuestro país, sucedían dos cosas terribles; una, que las ambulancias no podían llevar a los enfermos, fueran o no de la COVID-19, a los hospitales; dos, que la campaña de vacunación contra el maldito virus quedaba prácticamente paralizada, Se ha perdido así un tiempo precioso en el combate contra el bicho, una lidia contra reloj ya de por sí mal planteada, sin guion previo, sin selecciones automáticas de pacientes preferentes. Una lástima que el Gobierno también ha ignorado. En la tormenta este agente microbiológico ha hecho más de las suyas que nunca. Fíjense: ya estamos instalados en los 72.000 muertos. El martes, y en siete días, y sin que el Gobierno apareciera aceptando las cifras, se comprobaron en España 61.422 casos y 410 muertos. Terribles números que todos los epidemiólogos de postín, es decir los que nos son funcionarios a sueldo de la Administración, vinieron advirtiendo desde antes de las Navidades sin que nadie, incluido el Gobierno social leninista, les hiciera el menor caso. 

Podemos, desaparecido

En esta España negra, la facción comunista del Gobierno, la que ostenta (¿o se puede escribir detenta?) la Vicepresidencia de Asuntos Sociales, o sea, la que debe ocuparse de atender las necesidades y debilidades de una conmoción como la de Filomena, y una cartera de Empleo que registra ya una cifra de parados muy cercana a los cuatro millones de españoles, ha estado desaparecida, como si la cosa no fuera con estos tipos encerrados en el confort burgués de Galapagar. Solo el pasado miércoles, cuando las temperaturas empezaron a ascender y los servicios, mal que bien, se movilizaron, Iglesias y su cuadrilla parlamentaria, se hicieron ver para intentar lo único que les pone cachondos: el derribo de la Monarquía. Esta vez la disculpa era una comisión de investigación contra Don Juan Carlos I, como paso previo al barrenamiento de la institución. Fuera de eso, el chico de los pobres, como Errejón, el argentino, calificó a su propio jefe, Iglesias, ni estaba, ni se le esperaba.

Aunque por debajo, y con el uso procaz de sus medios, continúa maquinando. Ahora emprende una lucha que no le va a conducir a parte alguna. Pretende cargarse la reforma de las pensiones que el ministro de Seguridad Social, Escrivá, intenta colar en Bruselas y que se dirige a elevar hasta los 35 los años de cotización. Va por ahí Iglesias pavoneándose de que o Escrivá se olvida de la idea, o él hará saltar por los aires el Gobierno de coalición. ¡Ja! ¿Dónde va a ir este hombre que mejor esté? ¿A las losetas de la Puerta del Sol madrileña? ¿O a los pasillos de marihuana de su facultad? ¡Ja! Una patraña más de un individuo que no denuncia, por ejemplo, el hecho de que los ERTE se sigan en gran parte sin percibir, de que el clamoroso Salario Mínimo no se esté cobrando, o de que la luz sea ahora mismo un bien para el consumo preferente de los privilegiados. La España blanca que ha dejado como resopón la Filomena de nuestros dolores, es hoy una fotografía de un país en disolución que, en cuanto pase la invasión blanca, retratará una España negra regida por los peores, y más inútiles gobernantes en el peor momento de nuestra España reciente.