Joaquín Gómara: "Los riojanos tenemos que seguir luchando"

Gustavo Basurto
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Presidió la asociación Amigos de La Rioja, fundador y primer presidente del partido Alternativa Riojana y del Orfeón Logroñés, Insignia de San Bernabé, melómano, clarinetista, columnista de El Día de La Rioja, riojano hasta la médula...

Joaquín Gómara, con el titular elegido por él para la entrevista en la sección La Pizarra. - Foto: Clara Larrea

Difícilmente encasillable, Joaquín Gómara se ha curtido en mil batallas, siempre con el riojanismo y el logroñesismo como banderas. Empeñado en descubrir paisanos ilustres por dondequiera que estén, su penúltimo reto es que las instituciones rindan homenaje al inventor Cosme García y construyan una réplica a tamaño real de su submarino. 

 

Nació un 9 de junio, Día de La Rioja, en la calle Laurel. Usted el riojanismo lo traía ya de serie.
Por su supuesto. Mis padres eran muy logroñeses y nos enseñaron a mis hermanos y a mí a querer a esta tierra con los cinco sentidos. Hasta ocho generaciones del apellido Gómara estamos bautizados en la iglesia de Santiago y eso marca. Mi hija Valvanera también está bautizada allí. Tengo unas pasiones nítidas: mi Logroño, mi Rioja y mi España. 

 

Se ha dedicado a localizar riojanos ilustres en la diáspora. ¿Queda alguno que no esté en su agenda?
Creo que los tengo bastante controlados. Con muchos he tenido la satisfacción de alcanzar cierto grado de amistad. Me pasó con la familia de Lola Rodríguez Aragón. Y me estoy acordando de José Manuel Maco Franco, un almirante que mandó el Príncipe de Asturias, que nadie sabía que era riojano, porque en todas las biografías aparecía como ferrolano.

 

Riojanismo suena parecido a chovinismo. ¿No es algo ya demodé?
No es así. El riojanismo en ejercicio es una auténtica necesidad; y los acontecimientos me lo demuestran, en forma de falta de infraestructuras, de llegar los últimos a todo, de tener unos vecinos forales que nos chupan la sangre...Hay que mantener el riojanismo activo, no el folclórico. 
 
Usted ha estado en todas las salsas que se han cocinado en esta tierra y no se calla ni debajo del agua. ¿Se siente un poco Pepito Grillo?
Sí, por supuesto. Incluso algún político me lo ha llegado a decir. No me desanimo con facilidad; alguien me calificó en su día de incombustible, y efectivamente no voy a callarme ni debajo del agua. Lo que tienen que hacer los políticos es ponerse en marcha y si yo doy alguna idea que pueda ser positiva, quiero verla plasmada en la realidad, no que me den palmadas en la espalda y me digan que soy muy majo.

 

Hablando de salsas, creo que le quedan de cine las patatas a la riojana. ¿No se quita la bandera ni cuando se pone el delantal?
No, por supuesto. En todos los ambientes donde me muevo defiendo La Rioja a capa y espada, porque hay motivos.

 

¿Cuántas veces se ha arrepentido de no haberse mordido la lengua?
En pocas ocasiones. Quizás en algún momento, por mi sangre caliente, podría haberme frenado un poco en cuanto a las formas, a pesar de que creo que soy bastante correcto.

 

Cite a cinco riojanos y riojanas que no hayan sido profetas en su tierra, pese a merecerlo.
Los riojanos tenemos muchas cosas buenas, pero el reconocimiento y la gratitud no es nuestro fuerte. Hay muchos riojanos con los que no se ha hecho justicia. Por ejemplo, Pepe Blanco, que en su momento sí fue muy apreciado, que estuvo 30 años en la cúspide como cantante e hizo muchas cosas por Logroño. Es cierto que tiene una calle, pero no fuimos excesivamente justos con él. Yo nunca veía una flor en su panteón en su aniversario de muerte, pero ya me encargo yo de llevársela. Y hay otros, a los que hemos tenido que descubrir, como Carlos Hernández Casado, una auténtica eminencia como ingeniero de Caminos.

 

Probó en política como primer presidente de la extinta Alternativa Riojana. ¿Salió escaldado?
Del todo. Comprobé, en la medida de un partido pequeño con aspiraciones regionalistas, las puñaladas que da lo que llaman política. Y te las dan desde dentro. Fueron los años más tristes de mi vida. Empezamos con mucho ímpetu y cometimos muchos errores, como ser demasiado asambleístas y dar cabida a todo el mundo.

 

Está embarcado en reivindicar el Garcibuzo del paisano Cosme García como primer submarino por delante del de Isaac Peral. ¿Se siente un poco quijote en esa batalla?
Sí, pero no me importa. De pequeño yo era muy flaco y mi madre me llamaba Don Quijote. ‘Ya estás metiéndote donde no te llaman’, me decía, y yo le respondía: ‘sí me llaman, madre’.

 

A Cosme García quiere hacerle un monumento en el centro de Logroño. ¿Quién más se lo merece?
Gonzalo Berceo tiene un bustito que apenas se ve. El doctor Castroviejo tiene otro, que está tapado por una churrería. Con Sagasta, que para mí es el riojano más grande de la historia, ex aequo con el Marqués de la Ensenada, sería más explícito. Y por supuesto Cosme García, al que hay que hacer una réplica del submarino que inventó y exponerlo en una plaza. Les he dado las cosas mascadas a los políticos, les he buscado dinero, y lo desprecian. 

 

Usted siempre tiene un chiste a mano. Los hay de andaluces, de vascos... ¿Conoce alguno de riojanos?
Más que chistes hay frases riojanas que siempre me han hecho desternillarme. Hay una que solía decir Camino José Cela, que hizo el servicio militar en Logroño, y que le hacía gracia, que es ‘te voy a correr a ostias’. Pero a mí me hace más gracia la palabra allanabarrancos, aquella persona que arrolla.

 

De lo que ha visto en sus viajes, ¿qué se traería a La Rioja?
Un tren de alta velocidad.

 

Se hizo clarinetista; ¿no habría sido más propio gaitero?
La gaita me parece un instrumento muy nuestro, pero no lo cambio por el clarinete. Yo lo que quería era tocar la trompeta, pero el profesor me dejó un clarinete y me di cuenta de que sonaba muy bien.

 

Trabajó de dependiente del textil y tuvo responsabilidades comerciales en banca. ¿Lo suyo es vender?
Tuve unos jefes maravillosos en las tiendas de ropa en donde trabajé. Siempre he sido un vendedor y pensé: lo mismo da vender moda que dinero. Debuté en la Banca López Quesada, que luego compró la Banca Nacional de París, como jefe comercial. Tres años después me ofrecieron irme a Caja Rioja, donde estuve 23 años hasta la jubilación.

 

Despida la entrevista a la riojana.
¡Viva La Rioja, y vamos, compatriotas, que podemos, mecachis en la mar!