Joaquín Yangüela: "Hace decenios que se ve que faltan médicos"

Francisco Martín Losa
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Exjefe del Servicio de Digestivo del San Pedro, responsable de integración de Cáritas y presidente de la Asociación Anacaona en favor de la República Dominicana, Joaquín Yangüela Terroba habla de su trayectoria vital

Joaquín Yangüela, en la puerta de la sede de Cáritas, entidad benéfica con la que colabora. - Foto: Ingrid

Para iniciar este encuentro con nuestro protagonista, tengamos en cuenta dos pilares básicos: primero, como decía el poeta Paul Eluard, todas las cosas están en este mundo; y segundo, hay que sentirse feliz y conforme consigo mismo. Sentadas estas bases, entrar en la vida de una persona es abrir una enciclopedia, un artilugio óptico, un espejo, un monóculo y, al final, la palabra que lo convierta en realidad. Joaquín Yanguela Terroba camina hacia los 77 con un palmarés que ha quedando en la historia, con la medicina como profesión en el Servicio de Salud y multiplicando su compromiso social en tantas puertas que no le daba la vida.

Medalla de San Bernabé y Premio de Humanidades de la Organización Médica Colegial de España, en el fondo, ha sido un activista de relumbrón y perseverante.

La saga familiar. Las cosas se hacen bien desde el principio. Por eso, siguió la senda de la familia. «Mi abuelo, no sé en qué año, empezó como médico, allá por 1932. Luego, mi padre, mi hermano y los hijos de mi hermano. La mayoría son radiólogos y yo me dediqué a digestivo».

Habla cordial y tiene la estampa de una persona segura. «Nací en la misma casa donde han tenido mis padres la consulta, en Calvo Sotelo14, un 13 de agosto de 1946, martes y trece. Por eso tengo tan buena suerte;la suerte es muy importante. Aunque la gente habla del mérito de las personas, carecemos de mérito porque nos tocó la fortuna de haber nacido en este país y en una determinada familia y eso nos ha facilitado todo en la vida».

 Sobre lo que iba a ser de mayor,  se convenció en seguida que lo mejor era Medicina. «Hice la especialidad en Madrid y nada más acabar regresé a Logroño. Al principio, tuve consulta privada un par de años, pero resultaba imposible compaginar con la medicina pública y, desde 1973, en el Hospital, hasta la jubilación a los sesenta y cinco. Antes, colaboré en proyectos internacionales, sobre todo, en República Dominicana, y con algunas cosas en Haití. Vamos una vez al año y, tras jubilarme, trabajé como médico varias semanas en unos dispensarios. Desde entonces, participamos en proyectos sanitarios, de violencia de género, educación, escuelas, un asilo de ancianos y así. Hay un grupo de mujeres en la ciudad de Santiago de los Caballeros con proyectos muy potentes sobre la violencia que género, que financió el Ayuntamiento de Logroño, campamentos e iniciativas para los jóvenes que han pasado por allí».

Se venía venir. Nuestro protagonista transforma en sencillo coloquio todo lo que dice. «Sacaba buenas notas en el colegio y en la Facultad, cuatro o cinco matrículas y cuatro o cinco suspensos. En primero de Medicina éramos 2.000, una vorágine humana y no era fácil sentarse en el aula. No había numerus clausus pero en los primeros cursos se eliminaba a gente con asignaturas difíciles».

Joaquín expone las ideas sin vacilación. «Que hubiera numerus clausus en la carrera no está mal, pero no se ha adecuado el número de alumnos a las necesidades y hace decenios que se está viendo la falta de médicos, sin afrontar que las universidades formaran más médicos y más plazas a cubrir. Siempre ha sido una carrera difícil y la persona tiene que estudiar seis años, posteriormente uno más para preparar el MIR y, luego, otros cuatro años. Pasan diez años de tu vida antes de lograr un empleo fijo. Últimamente han aumentado las plazas a 4.000, pero, aún así, menos de las que se precisan. El número de médicos y enfermeras, que van a jubilarse en un inmediato futuro es elevado y no se ha pensado reponer esas sustituciones».

La 'otra' vida. Basta con escucharle, con prestarle atención para descubrir la 'otra' vida de nuestro personaje. «Soy socio y voluntario de Cáritas hace años y en 1999 ofrecieron un proyecto de cooperación a Cáritas en la República Dominicana. Creamos un dispensario en un barrio de Santo Domingo, conocimos a gente, proyectos que se podían desarrollar y apoyamos iniciativas de cooperación. Posteriormente, la cosa se fue complicando porque muchos riojanos querían ir a trabajar en su período de vacaciones, médicos, enfermeras, trabajadores  sociales y constituimos en 2004 la Asociación Riojana de Solidaridad Anacaona para darles cobertura . Esto funciona de manera familiar, soy el presidente, el teléfono de contacto es el mío, la directiva la forman las personas que han pasado por allí y lo que se recauda se destina a proyectos del país. No hay trabajadores, los voluntarios se pagan viaje y estancia y les proporcionamos la seguridad del sitio al que van. En estos años, han ido más de 100 riojanos como voluntarios y sigo colaborando».

A mi modesto entender, la historia de Joaquín Yangüela no puede separarse de la organización Cáritas, como un compromiso sellado a sangre y fuego. «Hace un tiempo me encargaron la responsabilidad que llevo ahora, se llama integración social, que comprende emigrantes, personas sin hogar, los recursos que destina Cáritas a personas que salen de prisión, formación, en fin, que va para once años, aunque, hay técnicos para estos trabajos. Ahora estoy jubilado y, por término medio, puede quitarme una hora al día».

La necesaria inmigración. El mundo que viene no puede olvidar la inmigración, es ya una realidad presente. «La inmigración puede ser un problema, a veces, se ve como una amenaza, pero también es la solución. Muchos pueblos de La Rioja Baja, con una población inmigrante del treinta por ciento, sin ellos, no serían capaces de rentar lo que producen. Sin temporeros, no podría hacerse la vendimia y en Europa saben que van a necesitar mano de obra en los próximos años. El emigrante no se elige, viene el que viene y, en la mayoría de las ocasiones, en situaciones muy penosas. España y La Rioja, en concreto, son un país y una región de emigrantes y en todas las familias hemos tenido alguna persona. La emigración se da en todo el mundo y cada año irá a más. Es difícil regularla».

La situación de los emigrantes preocupa a nuestro personaje. «Son personas metidas en una vorágine de sucesos que, sin papeles, no tienen derecho a trabajar ni a nada y Cáritas les ayuda a regularizarse, aunque la mayoría lo saben perfectamente. De repente, en la pandemia, llegaron a Cáritas muchos emigrantes que trabajaban en la economía sumergida, cerraron sus negocios y vinieron a pedir ayuda. Si esas personas se regularizasen, su trabajo saldría a flote y, según un estudio de la Universidad Carlos III, cada nuevo cotizante aportaría al Estado unos 3.000 euros en impuestos. A veces, cerrar los ojos a un problema no es bueno».

Un alojamiento. Cáritas quiere dar solución a las personas sin hogar. «Este año ponemos en marcha un proyecto para darles cobijo, como primera medida. Hay una fórmula que queremos experimentar, que es un alojamiento determinado, buscar una persona, ofrecerle un lugar, acompañarle y ver si es capaz de recuperarse por completo. Estamos viendo que hay en Logroño personas sin hogar y los recursos que les ofrecemos no solucionan su vida, Por eso, hemos apoyado la iniciativa popular para que se regularice al inmigrante que lleva un año en España desde noviembre del año pasado, que afecta a medio millón de personas».

Dejar el país en busca de lo desconocido es una aventura incierta. «Choca mucho los niños que vienen, es sangrante y doloroso, en condiciones deplorables».

Noches en Proyecto Hombre. Metido está también Joaquín Yangüela en el Proyecto Hombre. «Cualquiera puede ser voluntario, siempre que tenga una sensibilidad social hacia los demás. El Proyecto Hombre tiene una estructura independiente, depende de Cáritas y se nutre de voluntarios y profesionales que trabajan en la Fundación. Lleva en La Rioja más de 25 años, funciona muy bien, he estado de voluntario y hacía noche con la comunidad terapéutica. Es muy gratificante, al cabo del tiempo, encontrarte por la calle a personas recuperadas que te saludan, aunque soy muy despistado».

 Como en todas partes, hay gente que, desgraciadamente, reincide, no obstante, el porcentaje de recuperados es mayor que el que cae en la drogadicción. «Es difícil; el problema es dar con valores que seduzcan más que la felicidad del momento. Esta tragedia se da en muchas familias y el Proyecto Hombre ha ayudado mucho», relata Yangüela.

Facultad de Medicina: ¿por qué no? Confiesa nuestro personaje, con cierta sorna, que la medicina le ha olvidado, pero está al tanto. «El mismo día que cumplía los sesenta y cinco años me echaron a la calle. En enero me enviaron una carta, notificándome que el 13 de agosto me jubilaban y que fuera cogiendo los días de vacaciones correspondientes. No me dieron la opción de si podía trabajar más adelante».

 Pero el que tuvo, retuvo. «Tengo curiosidad por la Medicina, aunque no me dedico a estudiarla porque es una época pasada de mi vida. Una facultad en La Rioja es un proyecto interesante, pero requiere personal formado, estructura, laboratorios, sala de autopsias, ideas de investigación muy potentes. Es bueno tenerla en la cabeza, ir creando equipos de investigación y docencia. No se puede levantar de la noche a la mañana y ojalá la vean nuestros hijos».

Una santa en la familia. En un relato, hay que ver la trayectoria de un personaje a medio y largo plazo para poder valorarlo. Joaquín ha publicado más de cincuenta trabajos en revistas, alguno en publicaciones extranjeras y tiene la fortuna de haber pasado su vida profesional, muy valorado, con un equipo de personas cualificadas. 

Su mujer, también médico, radióloga y concejala del Ayuntamiento de Logroño, comparte sus preocupaciones sociales y tres hijos: la mayor, psicóloga, la segunda  es economista y trabaja en la UNIR, y el tercero es juez, y ejerce en Logroño. Hace deporte, pasea y disfruta del entorno de familia. 

De la política, rechaza el enfrentamiento y el ambiente de radicalización le desagrada. En tiempos, le ofrecieron una plaza en el Clínico de Madrid y contestó con este argumento: «Vivir en Logroño sin agobios y la tranquilad que se respira, no se paga con nada».

Los Yangüela son tan afortunados que tienen parentesco con Santa Teresa de los Andes, la primera carmelita chilena que ha subido a los altares, canonizada por Juan Pablo II, de la que nuestro protagonista guarda una imagen en su casa. Es que la vida de Joaquín, por sí sola, es suficientemente interesante para meterla en el papel de un periódico.