La pandemia hace mella en los niños

Agencias
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Save the Children advierte que los casos de ansiedad o depresión se han triplicado desde que apareció el coronavirus, aunque solo un 8% de los padres cree que sus hijos se han sentido regular o mal

La pandemia ha traído a la vida de los menores nuevas preocupaciones, miedos e infelicidad y ha puesto de manifiesto la magnitud de los problemas de salud mental que hay en nuestro país y que también les afectan a ellos a pesar de su corta edad. Desde Save the Children alertaban ayer de que la pandemia ha triplicado el número de trastornos mentales y de conducta entre los menores y de que un 3 por ciento ha tenido pensamientos suicidas en 2021, período en el que se han reducido los diagnósticos y los servicios de salud mental infantojuveniles están saturados.

Noelia es la madre de Laura, una niña ingresada por problemas de salud mental. «Un día se fue al colegio y no volvió a casa», a partir de ese momento le diagnosticaron un trastorno mental y los médicos le dijeron que su hija «solo tenía dos caminos, la cárcel o morir». A los cuatro días intentó suicidarse y la atención recibida tuvo que ser en servicios privados. «No hay recursos, la salud mental no vende», denuncia esta mujer. 

En la presentación del estudio  Crecer Saludable(mente). Un análisis sobre la salud mental y el suicidio en la infancia y la adolescencia, el director general de la entidad, Andrés Conde, explicó que la mayoría de padres y madres refiere que sus hijos e hijas se han encontrado en un estado de salud mental bueno o muy bueno en los últimos 12 meses. Solo un 8 por ciento cree que sus hijos e hijas se han sentido regular o mal. 

Sin embargo, tras la pandemia, los trastornos mentales como ansiedad o depresión han aumentado del 1,1 al 4 por ciento en niños, niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años y del 2,5 al 7 por ciento en el caso de los trastornos de conducta como déficit de atención o hiperactividad, en comparación con los últimos datos oficiales disponibles de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) de 2017.

El informe señala que la incidencia de estos problemas es tres veces mayor (10 por ciento) en las familias sin empleo que entre la infancia y la adolescencia que vive en familias que han conservado el empleo (3 por ciento) tras la crisis de la COVID-19. Además, los niños, niñas y adolescentes que viven en hogares con bajos ingresos tienen una probabilidad cuatro veces mayor de sufrir trastornos mentales y/o de conducta que los que viven en hogares de renta alta. También en los hogares más pobres se concentra una mayor proporción de infancia migrante que presenta una mayor incidencia de trastornos mentales y/o de conducta.