Vuelven las misas: la paz...y la salud estén con nosotros

G.B.
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Los fieles vuelven a misa entre rigurosas normas de seguridad. El virus impone separación al sentarse, reverencia en vez de saludo de la paz, comunión en la mano y formas sagradas en cuarentena tres días antes

Imagen de una misa en La Redonda. - Foto: Ingrid

Primer domingo de la fase 1;y primera prueba de fuego para la iglesia en el retorno de los fieles a los templos. Aunque las celebraciones religiosas se retomaron ya el pasado lunes con la nueva etapa de la desescalada, las misas dominicales son el momento álgido para los feligreses, que ayer pudieron volver a cumplir con ese precepto religioso, pero, eso sí, de una manera atípica. 

«La gente ha estado dos meses sin ir a misa y eso se nota», comenta un representante de la Diócesis riojana, aunque la afluencia a las eucaristías está aún condicionada por la situación de la pandemia y las limitaciones de aforo en los templos. Por poner un ejemplo, en la concatedral de La Redonda, donde ayer hubo varias misas, una de ellas, la de las 20 horas, oficiada por el obispo, Carlos Escribano, la limitación de aforo de un tercio de la capacidad de los templos deja a sus 600 potenciales asientos para la feligresía en 200.

La anormalidad impuesta por el coronavirus comienza nada más entrar a la iglesia. Antes, incluso, del decreto de alarma se retiró el agua bendita, y así siguen las pilas, vacías. Para evitar la posibilidad de contagio, los asistentes tienen que guardar separación al sentarse, de manera que en cada banco solo pueden situarse dos personas, una en cada extremo, y un único feligrés (en el centro) en el siguiente banco o en el posterior. Sí pueden sentarse juntas familias o personas que comparten domicilio.

El protocolo de seguridad sanitaria no termina ahí. Para empezar, la Diócesis y los propios párrocos aconsejan a la gente acudir a misa con mascarilla y con pequeños botes de gel hidroalcohólico, pese a que las parroquias también lo suministran.

Evitar al máximo el contacto es vital. Por un lado, el tradicional saludo de manos al desear la paz se ha cambiado por una reverencia. Por otro, la recomendación a los feligreses al comulgar es recibir la sagrada forma en la mano y no en la boca, aunque si alguien lo solicita expresamente el sacerdote deberá esperar al final para darle la comunión, ya que debe realizar una desinfección extra. En muchas parroquias no se guarda cola para comulgar, sino que es el cura el que se mueve para repartir las formas. Tampoco se pronuncia la fórmula de ‘el cuerpo de Cristo’ ni la persona que comulga debe responder ‘amén’. La asepsia en las sagradas formas está garantizada, dado que son consagradas con tres días de antelación y guardadas a buen recaudo.

Se ha suprimido la colecta durante la ceremonia, aunque los fieles pueden hacer su donativo al salir. El sacerdote deposita las monedas en un bote con alcohol y aparta los billetes en una caja. Por idéntica razón de evitar contagios, en las misas ya no se reparten folios ni hojas de canto, como tampoco hay coros, porque solo está permitido que cante una única persona, que suele ser el párroco. Lo mismo ocurre con las lecturas, que deben hacerse con  micrófono.