La misteriosa repartidora de billetes

Gustavo Basurto
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La tarde del 3 de marzo será inolvidable para las personas que guardaban fila para cenar en el comedor social de Cocina Económica. Una desconocida entregó a todos un billete de 100 euros y una carta de contenido religioso invitándoles a seguir la fe

Alfonso (izquierda) y Nicolás son dos usuarios del comedor social de Cocina Económica que el 3 de marzo recibieron el donativo de una anónima benefactora. - Foto: Óscar Solorzano

Miércoles 3 de marzo. Son las 19,30 horas y por el 21 de la calle Rodríguez Paterna, en el corazón del Logroño profundo, empiezan a concentrarse personas maltratadas por la vida, usuarios habituales del comedor social de la Cocina Económica. Como a tantos otros, demasiados, el aliciente de una cena caliente conduce a Nicolás y a Alfonso hasta la entidad benéfica, que cada día reparte comidas y cenas entre personas sin recursos para subsistir.

Pero ese día, una presencia femenina rompía la rutina en la cola que ordena el acceso al comedor o permite acercarse hasta la puerta para recoger la bolsa con los táper de alimentos. Una misteriosa benefactora, comenzó a repartir a cada uno de los presentes sobres con un texto de temática religiosa y un billete de cien euros en su interior.

«Nos decía que era un regalo del Señor», relata Alfonso, un hombre menudo, habitual de la Cocina Económica, y que como el resto de  beneficiarios de este insólito ‘aguinaldo’ solidario pasó de la incredulidad inicial a la sorpresa y la felicidad posteriores. Como relatan tanto Alfonso como su compañero Nicolás, un rumano que habla un español correcto, la mujer fue abordando uno a uno a todos quienes estaban en la fila para esperar la comida y les fue entregando un sobre con idéntico contenido, cien euros y una fotocopia de un texto escrito a mano en el que la anónima samaritana les animaba a «ver la mano de Dios», pese a las tribulaciones por las que atraviesan estas personas, muchas de las cuales tienen la calle por morada. En su escrito, en un tono de enorme devoción cristiana, la mujer carga contra el egoísmo humano y anima a seguir el precepto de la ayuda al prójimo. 

El mensaje religioso habrá calado más o menos entre sus destinatarios, pero el reparto de los billetes de cien euros provocó un auténtico revuelo, aunque sin que se produjera ningún altercado. Nadie conoce el dato exacto, pero los propios indigentes y los responsables de la Cocina Económica, que contemplaron la acción igualmente atónitos, calculan que los sobres pudieron llegar a casi un centenar de destinatarios.

Lo inusual del hecho hizo que se desplazase hasta el lugar una patrulla de la Policía Local. Los agentes conversaron con la señora y se cercioraron de que estaba en plenitud de facultades mentales y que su gesto no era otra cosa que una acción solidaria, voluntaria y legal.

¿Qué impulsó a esta mujer, de entre 40 y 50 años de edad, a repartir una cantidad que solo ella conoce, pero que puede rondar los 10.000 euros? De acuerdo con el testimonio de los policías que dialogaron con ella, detrás hay razones religiosas y de agradecimiento por un voto realizado. Según les explicó, en agradecimiento a Dios por atender sus oraciones y súplicas para poder vender un piso de su propiedad, decidió, una vez que la operación de compraventa llegó a buen puerto, regalar parte de lo obtenido con los más necesitados de la sociedad logroñesa.

Volvió con más dinero. «Cuando ya se iba, fui a decirle que todavía quedaban unos cuantos sin cobrar el sobre; se marchó  y a los cinco minutos volvió con otro paquete para seguir repartiendo», relata Alfonso, que comenta la pesadumbre de otros compañeros de ‘fila’ que llegaron más tarde y se quedaron sin el jugoso ‘postre’. «Algunos que no se enteraron o llegaron más tarde se comían las uñas cuando se enteraron», apostilla.

Nicolás, otro de los agraciados con el sobre sorpresa, no sale aún de su asombro. «No me había pasado una cosa así en toda mi vida», comenta, mientras espera a que el comedor de Cocina Económica abra sus puertas a mediodía para sentarse a comer.

La sorpresa también fue mayúscula para los propios responsables de la entidad benéfica. Su director gerente, Javier Porres, aclara que fue una acción individual de la mujer y totalmente al margen de Cocina Económica. «Salí a preguntarle qué es lo que pasaba, y me respondió que simplemente quería entregar a la gente los sobres, y que era su expreso deseo», asegura.

Porres le indicó que tal vez la entrega directa del dinero podía tener efectos no deseados en alguno de los receptores y que existen organizaciones y entidades sociales que trabajan con personas en situación de vulnerabilidad que podrían emplear esa generosa aportación, pero  la respuesta de la señora fue que su deseo era entregar el donativo de forma personalizada. «Lo respetamos y nada más», señala.

El resultado fue de sorpresa inicial, porque muchos sospechaban de la autenticidad del dinero, y de alegría, después, al comprobar que la propia Policía Local daba por legítimo el generoso reparto. «La gente estaba encantada; al principio se preguntaban si sería verdad. Se quedaron muy impactados y se montó una gran expectación», añade el director de Cocina Económica, que matiza que todo el donativo fue a los usuarios que se encontró la señora y no a la entidad.

Quienes han reflexionado sobre este sorprendente gesto creen que la mujer conocía bien los horarios de reparto de comida en la Cocina Económica y los hábitos de sus usuarios, porque apareció poco antes de las 19,30 horas, que es cuando empieza el reparto de bolsas con la cena para llevar, para empezar a entregar los sobres y permaneció hasta las 20 horas para completar su acción con el otro grupo, el de los que cenan dentro del comedor social.

«A mí no me dio tiempo casi ni a leer el escrito, porque rápidamente vi el billete dentro», relata Alfonso. Otros no fueron tan perspicaces; como le ocurrió a otro hombre que arrojó el sobre a una papelera al creer que solo contenía el texto de exhortación religiosa, y corrió rápidamente a recuperarlo cuando un conocido le advirtió de que además había un billete de cien euros.  Hay quien utilizó el dinero para comprarse unos zapatos y a algún otro «no le duró ni una hora, por las maquinitas del juego», señala Nicolás.

La necesidad no está reñida con  la nobleza. Como la de otro habitual del comedor social, que tardó tres o cuatro días en aparecer, porque gastó los cien euros en comida para no tener hacerle gasto a la Cocina Económica.