Una desescalada con peor incidencia que hace un año

Víctor Zurrunero
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La Rioja ha reducido más rápido sus restricciones que el plan marcado en mayo de 2020 para caminar hacia la nueva normalidad a pesar de los indicadores epidemiológicos elevados

Imagen de una terraza de un establecimiento de hostelería en Logroño. - Foto: Óscar Solorzano

En mayo de 2020 La Rioja iniciaba el camino  hacia la llamada ‘nueva normalidad’ con varias medidas de alivio y de recuperación de la actividad económica, tras duras semanas de encierro. 

La declaración del primer estado de alarma de la pandemia, el 14 de marzo, estableció un estricto confinamiento. La calles se vaciaron de gente, los alumnos cambiaron las aulas por el ordenador de casa, comercios y locales de hostelería bajaron la persiana y muchos trabajadores se adaptaron al teletrabajo, mientras otros se aferraban a los ERTE.

Restricciones severas cuyo objetivo era frenar una curva de contagios que ascendía con tanta celeridad como lo hacían las cifras de fallecimientos. Un esfuerzo colectivo que por otra parte trataba de protege a un sistema sanitario que se veía embestido por un tsunami de pacientes que acudían a los hospitales con cuadros graves de una enfermedad hasta entonces desconocida; la Covid-19. 

Las primeras medidas de alivio llegaron a finales de abril para que los niños pudieran salir una horas a la calle, aunque seguían sin poder compartir juegos con los amigos. Era el preludio de un plan de desescalada progresivo que desencadenaría en el final de estado de alarma el 21 de junio y la entrada de una etapa de convivencia con el virus bautizada como ‘nueva normalidad’. Ese plan constaba de 4 fases previas. Tras una fase inicial, que establecía franjas horarias para salir a pasear o hacer deporte y la reapertura del pequeño comercio y algunos locales culturales, llegaba el primer gran salto con la llamada fase 1, que entró en vigor en La Rioja el 11 de mayo.

Suponía la vuelta de la hostelería, aunque solo para consumir en la terraza y al 50% de aforo, se recuperaba la movilidad interna de la provincia y se retomaban actividades culturales como cines o teatros con restricciones de aforo.

Una primera reapertura que la comunidad afrontaba con unos datos epidemiológicos benignos fruto de las  duras medidas previas. Así la incidencia acumulada a 14 días se situaba en los 36 casos por cada 100.000 habitantes, según los datos del Ministerio de Sanidad y 77 personas estaban hospitalizadas por coronavrius, de las  que 11 se encontraban en la UCI. En la semana previa, entre el 4 y el 10 de mayo se habían registrado 11 fallecidos y el primer estudio de seroprevalencia calculaba en el 3,3% la población inmune con anticuerpos, tras haber superado la enfermedad. 

Segundo estado de alarma. Tras un inicio traquilo del verano, en agosto comenzaron a aumentar los contagios al igual que la presión asistencial. Eso hizo que las restricciones fueran endureciéndose hasta que el 25 de octubre se aprobaba el segundo estado de alarma de la pandemia a nivel nacional que establecía el toque de queda nocturno. Dos días antes, el 23 de octubre entraba en vigor en La Rioja el cierre perimetral de la comunidad. Ambas medidas de limitación de movilidad se han mantenido hasta este pasado domingo, con la única excepción de los día festivos de Navidad donde se relajaron 

Entre medias, han pasado tres oleadas de la pandemia, con picos de incidencia acumulada que ha superado los 1.300 casos y una presión asistencial que obligó a ampliar la UCI hasta las 86 camas a principios del mes de febrero.

Nueva desescalada. El final del estado de alarma, el pasado domingo, marcó una nueva etapa en la gestión de la pandemia con la eliminación de los cierres perimetrales, toques de queda y limitación de las reuniones sociales. 

Una especie de reapertura, similar a la que se experimentó en mayo de 2020 pero con mayor grado de movilidad e interactuación social, y a la que La Rioja llega con unos indicadores más elevados que entonces. La incidencia acumulada se situaba ayer en los 224 casos por cada 100.000 habitantes y la UCI contaba con 17 pacientes ingresados. Aunque la mortalidad es mucho menor, con dos fallecidos en la última semana.

La gran diferencia la marca la actual campaña de vacunación y en la esperanza de que mantenga un ritmo que permita alcanzar cuanto antes al 70% de la población.