Un 'Pobre de mí' desde el primer día

M. A .G-S.
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El Hogar, la casa de los casi diez mil navarros que viven en La Rioja, se prepara para las fiestas de San Fermín más insólitas en décadas

Miguel Ledo, veterano corredor, pasea frente al Hogar Navarro ubicado en Portales, 23. - Foto: Clara Larrea

San Fermín, la madre de todas las fiestas, no tendrá lugar. La pandemia se lo llevó por delante dejando a los mozos huérfanos de santo al que cantar. El sentimiento de orfandad se extiende de la Plaza del Ayuntamiento a la Cuesta de Santo Domingo, pero también al Labrit y a todos los rincones de la capital navarra poblada estos días por un millón de visitantes dispuestos a beberse la vida a tragos. 

El luto se extiende a Logroño y el resto de La Rioja. Las estaciones de autobuses registrarán su tráfico habitual y en el número 23 de Portales, sede del Hogar Navarro, no se verán ni pantalones ni camisas blancas. Tampoco fajas coloradas. El traje pamplonica (aunque creo que pamplonica sólo es el chorizo) no será muy fashionable este verano. 

La comunidad navarra en La Rioja, formada por cerca de diez mil vecinos, pasarán unas fiestas de lo más anodinas. Entonarán todos los días el Pobre de mí aunque lo llevan haciendo desde que el 21 de abril se oficializó lo inevitable: que San Fermín es una fiesta ancestral, insuperable, pero también un foco de contagio irresistible para el coronavirus.

Los socios del Hogar no ondearán sus pañuelos rojos pero sí la bandera foral y la riojana que engalona el balcón de su sede desde que, en 1973, se trasladaran a este histórico inmueble de Portales. Anualmente, a él acuden las 56 familias socias del Hogar que disfrutan de la compañía del santo en la distancia. Pero hoy, como también lo fue ayer, todo será distinto. Así lo reconoce Antonio González (Viana, 1951), su presidente. «Vamos a celebrar San Fermín pero con una ceremonia privada con Taquio Uzqueda, que ha realizado una lámina preciosa del hogar. Este va a ser el único acto protocolario», lamenta. 

La jornada, tanto en Pamplona como Logroño, trascurrirá de la forma más insólita. A las 8 de la mañana, en la Cuesta de Santo Domingo, no se oirá el tradicional ‘A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición’ y en el Labrit no habrá pelota, en sesión diurna ni vespertina. No habrá más actos aunque en Logroño, en la iglesia de Santiago se oficiará una misa navarra desprovista de todo boato: no habrá autoridades, ni pasacalles hasta el Hogar ni se entonará jota alguna. Sólo un brindis con vino de Azagra, perteneciente a la Denominación de Origen Rioja, permitirá sacarse el «mal sabor de boca». 

«Todo muy raro». «No sé ni si iremos con pañuelo», se interroga Antonio González, que asume que será «todo muy raro» pero acorde con la nueva normalidad impuesta desde el 21 de junio. Los diez mil navarros afincados al sur del Ebro (3.400 de ellos en Logroño) no están para fiestas: «Es una pena pero al menos se comunicó con tiempo», lamenta el presidente del Hogar. Habrá que esperar a honrar a San Fermín porque «lo primero es la salud». De haberlo hecho hoy, habría rebrotes «aquí, en media España y media Europa». San Fermín no morirá de éxito, pero está claro que era un foco de contagio muy tentador. La Covid-19 viste de rojo.