Atormentado por Madame Bovary

M.D.Valderrama (EFE)
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El personaje que Gustave Flaubert creó en su novela le persiguió toda la vida. La sociedad francesa no entendió el fondo y le sometió a un juicio que le influyó negativamente en sus obras

El escritor francés sostenía que había muchas mujeres en su época parecidas a Emma

«¡Dirán de mí que solo he escrito eso!». Madame Bovary, obra magistral del siglo XIX, fue la mayor pesadilla de su propio autor Gustave Flaubert.

El novelista francés, nacido en Rouen, en 1821, hijo de un célebre cirujano y casado con la hija de un médico, fue sobre todo hijo de su tiempo. El romanticismo marcó su adolescencia y sus primeros escritos, entre los que hubo algunos cuadernos de viaje y los primeros bocetos de La Educación Sentimental. Pero fue en 1856 cuando, tras cinco años de parto, publicó Madame Bovary, inspirándose en un suceso de Normandía.

El furor de la obra, protagonizada por una joven de provincias casada con un doctor mediocre y aburrido que recurre a la infidelidad y a los vestidos para salir de su deprimente rutina, le valió a Flaubert un polémico proceso por atentar contra las buenas costumbres y la moral pública y religiosa.

Releyendo los documentos del juicio, con lecturas de extractos de la novela y una acusación feroz contra los deseos y actuaciones de Emma Bovary, sorprende ver que el tribunal no parecía condenar al escritor sino a su personaje ficticio, como revela el documental El juicio a Emma Bovary. La novela del escándalo, dirigido por Audrey Gordon. La justicia del Segundo Imperio francés no apreció tampoco que la antiheroína se suicidara al final del libro en lugar de humillarse y pedir perdón a su marido.

«Mis personajes imaginarios me afectan, me persiguen o quizás soy yo el que está en ellos. Cuando escribí el envenenamiento de Emma Bovary sentía tanto el gusto de arsénico en la boca que sufrí dos indigestiones y vomité toda la cena», escribió el autor sobre la visceral creación de su obra maestra.

Flaubert fue finalmente puesto en libertad sin cargos, pero, según las investigaciones, esto se debió a la mano de Napoleón III, que intervino a su favor para evitar que la condena impactara en las siguientes elecciones.

El juicio dio a Bovary y a su autor una fama inédita y permitió que el texto fuera publicado en su totalidad, incluyendo las escenas más carnales, que también habían sido desmenuzadas ante la justicia, como el pasaje de la carroza.

Ya entonces, Flaubert advirtió a sus editores: «Si lo quitáis es que no habéis notado nada de lo que escandaliza, os concentráis en los detalles. Habría que atacar la obra entera. El elemento brutal está en el fondo, no en la superficie».

La sombra de este personaje, que según Flaubert existía a montones entre las mujeres de la época a las que las costumbres impedían aspirar a un destino propio, le persiguió hasta su muerte en 1880.

Sus obras de novela y teatro eran mal acogidas por la crítica y su personaje femenino era siempre una razón de angustia y frustración en la carrera del escritor, eternamente condenado a volver a hablar de él.

«Le molestaba porque no le gustaba Madame Bovary. No le gustaba ni el personaje ni su historia. Amaba la novela por razones estéticas, pero detestaba el personaje porque representaba más o menos todo lo que él odiaba. Una mujer que no acepta su condición», analizaba recientemente en France Culture Régis Jauffret, autor de Le dernier bain de Gustave Flaubert.

Del cine a la literatura

Tras su precoz muerte, con 58 años, su fuerza literaria y sus retratos sociales marcaron a las generaciones venideras, desde Guy de Maupassant hasta el Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa, que siempre ha reconocido la influencia y su admiración por Flaubert.

De hecho, Francia celebró el pasado año el bicentenario del nacimiento del autor con una serie de encuentros y actos culturales que se organizaron, sobre todo, en Normandía, tierra de inspiración para el autor. La actriz Isabelle Huppert, que encarnó a Emma Bovary en la adaptación cinematográfica de la novela dirigida por Claude Chabrol en 1991, fue la presidenta de honor de esos homenajes.

«La obra de Flaubert, llena de modernidad, sigue haciendo eco en el debate público actual: el lugar de la mujer en la sociedad o la libertad de creación. Por eso es indispensable revisitar su obra», explicaba Huppert convertida, gracias también a Emma Bovary, en un mito de su siglo.

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