De aquella finca, este parque

Bruno Calleja Escalona
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Un arco y restos del muro dan fe de los dominios pasados del convento de Madre de Dios

La finca ha ido cambiando con el curso de los años. En la imagen se aprecia el arco y una edificación anexa, ya en el siglo XX. - Foto: Asociación de Vecinos de Madre de Dios

El parque de La Ribera es hoy lugar de ocio y esparcimiento para miles de logroñeses. En otro tiempo, parte de ese espacio fue una de las propiedades privadas más importantes de Logroño. De ese esplendor pasado tan solo perviven un arco de piedra y dos muros, a caballo entre Riojaforum, el Ebro y la plaza de toros, testigos mudos de la antigua finca del convento de Madre de Dios, un recinto monástico ligado desde siempre a la familia De Enciso. 

Las primeras noticias de aquella huerta se remontan al 13 de febrero de 1538, cuando empezaron a levantarse las tapias para cercar el convento de Madre de Dios. Las obras debían estar terminadas para el día 1 de noviembre de ese mismo año. Parte de esos muros era la puerta de Santa Juliana, que daba acceso a la finca desde el Ebro. Se trata de una construcción sencilla, con un arco de medio punto y tres pináculos rematándola, que hoy son un vestigio de aquel pasado, en medio de los jardines del parque de la Ribera.

Dentro de la finca y junto al edificio del convento, se ubicaba la casa de la familia de Juan de Enciso, primer habitante conocido de la propiedad. A su muerte en 1587, pasó a manos de su hija Catalina. La casa había sido edificada en 1527, cuando el papa Clemente VII redactó una bula, permitiendo la edificación. La casa de esta familia fue uno de los referentes arquitectónicos de Logroño. A la muerte de Catalina, la mansión fue pasando por diferentes manos, todas ellas descendientes de Juan de Enciso. Hay poca documentación sobre cómo era el interior de la casa. Parte de ella, conocida como casa del capellán, tenía acceso a la tribuna de la iglesia. En la parte inferior, se ubicaba la sacristía. En el siglo XVI se añadió un pequeño patio detrás de la casa primigenia, junto a la puerta  principal de la iglesia.

Felipe II, huésped ilustre.  En el año 1592, Felipe II realizó una visita a Logroño y se hospedó en la casa de Pedro de Enciso Nuncibay. En 1694, el propietario de la casa era Martín de Orive y Ariz. En ese año, se autorizó la apertura de unos balcones, cerrados con celosías, para ver las procesiones. En el siglo XVIII, la casa fue reformada, con nuevos elementos como un rejería. El escudo de la familia De Enciso se mantuvo, pues el linaje continuó residiendo en la casa hasta 1892, cuando la propietaria, la marquesa de Lapilla, cedió al convento el segundo piso de la casa para que fuese vivienda del capellán. 

En 1936, el convento de Madre de Dios era incendiado durante los primeros meses de la Guerra Civil y la casa de los Enciso quedó muy afectada por el fuego. El 5 de febrero de 1942, la abadesa pedía permiso para derribar lo que queda del edificio. El 13 de febrero de 1943 se autorizó la demolición, pero sin embargo unos meses después la casa seguía ahí. Tras esos hechos, en 1968 se procedió a remodelar todo el conjunto, derrumbando buena parte de la antigua disposición del convento.

La tapia permaneció en pie hasta los primeros años del siglo XXI, cuando se creó el parque de La Ribera, que mantuvo la puerta y dos fragmentos de muro.