La esencia de Logroño

Feli Agustín
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Nacido en la calle Mayor, Mariano Moracia, propietario del café Moderno, conoce cada calle del casco viejo de Logroño

Mariano Moracia, propietario del café Moderno, frente a su establecimiento en la plaza Martínez Zaporta. - Foto: Clara Larrea

1.Plaza Martínez Zaporta. La considera la «piedra angular» de su vida, donde se ha criado y sigue trabajando. «He nacido en el café Moderno, en la plaza jugaba con mis amigos cuando éramos niños al fútbol, al burro...», relata Mariano Moracia, que ya en la primera juventud se juntaba con sus colegas y sus motos para emprender nuevas aventuras. Es la referencia de su vida.

2. Plaza del Mercado. Vinculada a la Martínez Zaporta, era otro de las zonas de juego de su infancia, donde las cuadrillas de las distintas  zonas se retaban a batallas incruentas, donde cada ‘ejército’ mantenía su territorio vedado al ‘enemigo’. «Nos llevábamos muy bien con los del Mercado, con quienes jugábamos en la plaza, donde entonces había enormes baños, una fuente y cuatro  jardines constantemente vigilados por un guarda, con gorra y bastón», relata Moracia, que recuerda el representativo belén que se colocaba en Navidad.

3.Santiago. Era el recorrido que le llevaba del bar a la iglesia, donde ejercía de monaguillo. «Entonces la sacristía era un lugar donde podías encontrar todos los juegos didácticos que no había en ningún sitio», relata el dueño del Moderno, quien resalta las excursiones a las que les llevaba el cura. Y, claro, esa iglesia es la morada de la Virgen de la Esperanza, patrona de Logroño, de cuya Cofradía es ahora hermano mayor.

4.Carnicerías. Igualmente, muy vinculada al devenir vital de Mariano Moracia. «Era una calle con  una actividad tremenda cuando yo era chaval», rememora. Así, frente a una renombrada carnicería que vendía carne de caballo, se situaba el servicio municipal de aguas, y se podía encontrar a un colchonero. «Era amigo de quienes trabajaban en los pequeños negocios de la calle», cuenta Moracia, a quien le viene a la memoria el bar Negresco, cuyo propietario era el  ‘Orejas’, que así apodaban al padre del exalcalde Tomás Santos, con quien mantiene una estrecha relación. «Tenían una máquina de discos, y yo les decía qué discos tenían que comprar, los que estaban de moda;aunque éramos competencia, nos llevábamos muy bien...», cuenta con cariño.

5.Portales. Era la arteria principal de la ciudad, una de las que, al igual que muchas de las que elige, sigue recorriendo a diario. «Recuerdo que, cuando llegaba el invierno, la gente paseaba de una esquina a otra de la calle, y eso es lo que se hacía los domingos y días de fiesta», narra el Insignia de San Bernabé, que cuando era un chaval molestaba a las niñas con el tiragomas.  «Me acuerdo de un café, Los leones, con su puerta giratoria y su enorme salón en el piso de arriba para espectáculos», narra el hostelero que, de la misma manera, conserva intacta en su memoria la figura de una señora y sus dos perros que, con un pequeño carro, vendía chucherías.

6.Calle Mayor.  Nacido en el 118 de la calle Marqués de San Nicolás, allí se crió y creció con sus abuelos, nombra los bares de la calle, especialmente los futbolines del  de Juanito, el Bilbao... «La calle tenía mucha actividad», constata Moracia, que menciona la posada San Antón y las zapatillas Ochoa. «¡Quién no habrá comprado las zapatillas allí, recuerdo cuando llegaba el verano e íbamos a la playa, donde las rompíamos o las perdíamos», comenta sobre un local que «igual tenía siete  u ocho dependientas».

7.Sagasta. A esa calle dice que  le tiene un cariño tremendo, pues le llevaba a la playa, y, después, a las piscinas. «Me acuerdo de lo cívica que era entonces la gente, que ponía su neverita en una esquina de las grandes mesas que había, y dejaba sitio libre para los demás. Después llegaba la hora de comer y compartías la tortilla o lo que tuvieras  con los de al lado», ensalza el empresario, que exclama ¡ahora vamos dos y ocupamos toda la mesa!  

8.Puente de Hierro. Con el mismo interés se refiere al puente, que le trae a la mente hechos menos divertidos y resalta cómo debajo del puente de Hierro vivían, literalmente, familias. «El puente les hacia de techo, y el ganado pastaba por los alrededores», señala.

9.Espolón. Un lugar no menos entrañable, recuerda a Tolín, «¡quién no le habrá quitado un chuche cuando éramos niños!», y los fuegos artificiales que se lanzaban, las ranitas, el kiosko de la Rosaleda donde se sentaba la gente bien, y las verbenas, «donde cada cuadrilla tenía su sitio».

10.Plaza de Murrieta. El lugar donde vive. «Los de Logroño la llamamos la fuente de Trevi, de Daniel Trevijano, que vivía enfrente y llegó a ser alcalde de Logroño», explica Mariano, que constata que fue entonces cuando construyó una fuente que todo el mundo conoce como de Murrieta.