La promoción MIR de la pandemia

Víctor Zurrunero
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Julen y Sandra son dos de los 44 residentes que han terminado su formación en el hospital San Pedro, en plena crisis sanitaria

En la imagen, parte de los residentes posan juntos a los profesionales sanitarios que les han acompañado durante su formación. - Foto: El Día

Los profesionales sanitarios han estado en la primera línea de batalla en la lucha contra el coronavirus. Una experiencia que dejará una huella indeleble en la memoria de los 44 residentes  que han terminado  el pasado mes su periodo de  formación en el hospital San Pedro. Poco podían imaginar que en el último año de residencia se iban a enfrentar a una situación extrema que les expuso a lo mejor y lo peor de una profesión cuya principal razón de ser es el servicio y la ayuda a los demás. 

Julen Martínez tiene 29 años y realizó su residencia en la especialidad de anestesióloga. La pandemia le pilló en su cuarto y último año. «Estaba en una rotación externa en Madrid y por la crisis sanitaria tuve que suspenderla», recuerda, tras lo que se reincorporó al hospital San Pedro para sumar efectivos ante una presión asistencial que desbordó al sistema sanitario, especialmente en la primera ola. A esos duros meses iniciales, le han acompañado otros que tampoco han sido fáciles. «Hemos sufrido varias oleadas, nos esperábamos tantas». 

Cuando piensa en  los momentos más complicados de la pandemia, recuerda que fueron «muy estresantes» y que desde su posición como residente, «intentabas colaborar con tu servicio en todo lo que pudiera porque veías a los compañeros agotados». 

El miedo y la incertidumbre fueron dos sentimientos predominantes, especialmente al principio, «porque era una enfermedad de lo que no se sabía nada». Días en los que Julen recibía mensajes de la familia, preocupada por cómo estaba y si tenían material para protegerse. 

Una dura experiencia de la que se queda con la unión y el trabajo en equipo. «Ante una situación tan adversa como esa, la gente de todas las especialidades nos apoyamos y ayudamos mucho entre nosotros», asegura. 

Esa unión entre todo el personal es un aspecto que también destaca  Sandra Gutiérrez. Tiene 25 años y acaba de terminar la residencia de dos años en el Hospital San Pedro como matrona. «He aprendido mucho y salgo más convencida que nunca de que es la profesión más bonita del mundo». 

Durante la primera ola, en el mes de abril del año pasado, Sandra estuvo dos semanas apoyando al personal de la UCI. «Las recuerdo duras por la carga emocional que implica el trabajo en cuidados intensivos, pero me sentí bien de poder echar una mano». 

Para la familia de Sandra fueron días de preocupación. «Ellos lo vivieron con miedo», recuerda, «pero también se han mostrado orgullosos de que, en un momento tan duro, estuviéramos aportando nuestro granito de arena». 

Terminada su residencia estos profesionales continúan su carrera profesional. En el caso de Julen, acaba de incorporarse como adjunto en el servicio de anestesióloga del San Pedro. El mismo hospital donde Sandra empezará a trabajar en julio.