A los libros (casi) les cuadran las cuentas

Feli Agustín
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Las librerías riojanas afirman que lograron equilibrar ingresos y gastos el año pasado gracias a captar nuevos lectores que, en muchos casos, han incorporado este hábito a su rutina

La librería Santos Ochoa en una imagen de archivo - Foto: Óscar Solorzano

Todo está en los libros, decía la canción que servía  de sintonía al programa de televisión Biblioteca Nacional que en 1982 Fernando Sánchez Dragó dirigió y presentó en Televisión Española, «el unicornio, Alejandría, Kim de la India, la vida en el Mississippí o Canterbury». Cuarenta años después, millones de ciudadanos han buscado en los libros vivir aventuras o romances, visitar lugares exóticos o paraísos perdidos, resolver enigmas  con Sherlock Holmes, viajar a Arendelle con Elsa y Anna o a las minas del rey Salomón.

El primer estado de alarma y el cierre de las librerías durante dos meses hizo temer al gremio que se avecinaba una catástrofe, previsiones que no llegaron a cumplirse. La merma de actividades de ocio y el ‘quédate en casa’ hizo volver a muchos sus ojos a los libros y las pérdidas no fueron tan importantes como se vaticinaban. Además, y  según la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal), mientras que durante el primer trimestre de 2019 el importe global de las ventas ascendió a 85 millones y en 2020 se situó en 78 millones, en 2021 la cifra de ventas ha sido superior, con 87 millones de euros. 

Los riojanos no han permanecido ajenos a esta tendencia y muchos han recuperado un hábito olvidado y otros han descubierto un placer ignorado. Los libros de cuentas, de este modo, lograron (casi) esquivar los números rojos.

Jesús Castroviejo, gerente de la Librería Castroviejo, confirma que los lectores «se volcaron» durante el estado de alarma ante la inexistencia de otras posibilidades de ocio alternativo, particularmente durante el verano pasado y hasta septiembre. «Como no había otras opciones, la gente se refugió en la lectura», explica el librero, que señala que la facturación de 2020, a pesar de permanecer dos meses cerrados, «fue ligeramente inferior a un año normal» porque durante los meses en los que las librerías abrieron «se pudo casi recuperar lo del tiempo de cierre;no nos podemos quejar».

 Apunta que el flujo de lectores ha bajado», una circunstancia que considera «normal» porque, razona, la lectura en este país nunca ha sido «prioritaria». Este librero, que  se centra en las editoriales «de carácter más literario», cita como uno de los libros que más vendió el año pasado Cuentos de Thomas Wolf, y los grandes clásicos de la literatura rusa, como Ana Karenina o Crimen y castigo.

Palpar el libro. El infinito en un junco, de Irene Vallejo, fue un éxito en Librería Cerezo, cuy responsable, Irene Cerezo, señala que durante el encierro los lectores les echaron de menos. «Funcionó la página web, aunque el libro hay que palparlo, leer el argumento  y tenemos que estar preparados para aconsejar al cliente», argumenta esta librera, que reflexiona que «la gente se dio cuenta de que necesitaba los libros, y muchos que no habían leído nunca comenzaron  a hacerlo; había tiempo, y eso es importante».

Cerezo señala que muchos de ellos «han cogido el gusto a lectura y han ido pasando de un libro a otro», aunque entiende que no se han recuperado las cifras de 2019. «Estuvimos cerrados en febrero, aunque las ventas el Día del Libro fueron muy buenas», recuerda, al tiempo que confía en que la campaña ‘Veralibro’, que estrena mañana la Asociación de Librerías de La Rioja, con un 5% de descuento, sea un revulsivo.

También espera que esta iniciativa, que sacará los libros a la calle, atraiga a muchos lectores Diego Ochoa, de Santos Ochoa, que coincide en que, a raíz del estado de alarma, muchos ciudadanos se han refugiado en la lectura. «Había lectores que tenían como esporádico el hábito de la lectura y lo han retomado con mucha ilusión», explica Ochoa, que entiende que ese ritmo de se mantiene. Argumenta que «muchos lectores habituales están leyendo más y otros, que no tenían esta costumbre, la han incorporado a su rutina habitual», sin diferenciar por sexos ni edades. 

«Estamos muy contentos cómo han ido las cosas en estos tiempos de incertidumbre y cambio», constata Ochoa, que reconoce la gran pérdida durante el periodo de cierre, pero afirma que una vez que los establecimientos abrieron volvieron los lectores, lo que ha permitido «equilibrar las cuentas».

Nuevos lectores. Tampoco se queja Víctor Saénz-Díez, de Semilla Negra, la librería de Pepitas de Cabeza,  que publica unos 25 libros al año. Relata que, una vez abiertas las tiendas de libros tras el periodo más duro del estado de alarma, «hubo apoyo de la gente, acudieron a comprar a librerías de cercanía y  las cosas fueron bien; se pudieron salvar los muebles». Con la calma que precede al verano,  explica que este año las cosas van por buen camino y «se han añadido personas que no solían tener el hábito de la lectura». Entre los más vendidos, El peón, de Paco Cerdà.

Érika Agustín, de la Casa del Libro, coincide en los argumentos generales con sus colegas y destaca que es uno de los pocos sectores que ha salido beneficiado de la pandemia. «La gente, al carecer de otro tipo de actividades de ocio, se ha dirigido a la lectura, así que estamos muy contentas», explica la librera, que ha notado una acogida «espectacular» desde la apertura.

«Hay nuevos lectores y los que lo eran ahora lo son más;hemos notado crecimiento», señala Érika, que asegura que la venta online sigue a buen ritmo. «El día que abrimos, la gente estaba esperando en la puerta», recuerda emocionada.