El Logroño que fue y que sigue siendo

Gustavo Basurto
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Bruno Calleja, colaborador de El Día de La Rioja, lanza un libro que recopila 25 artículos publicados en el periódico sobre la historia de edificios y rincones de la ciudad

Bruno Calleja, con un ejemplar de su libro en la librería Castillo de Libros, que regenta junto a su madre. - Foto: Óscar Solorzano

Hay quien tiene claro con cinco o seis años de edad que lo suyo será la medicina, que su futuro laboral estará delante de un montón de alumnos en un colegio o que lo que le gustaría ser de mayor es policía o astronauta. A Bruno Calleja Escalona, un joven y entusiasta estudioso de la historia y el patrimonio logroñés, no hace tantos años (tiene ahora 21) que ya le rondaba por la cabeza que lo suyo sería la historia. 

Estudiante de último curso del Grado de Historia en la Universidad de La Rioja, Bruno acaba de lanzar su libro ¡Cómo hemos cambiado! El Logroño de ayer y de hoy, en el que recopila 25 artículos publicados en las contraportadas de los lunes del periódico El Día de La Rioja, en una sección homónima, en los que desvela detalles curiosos y muchas veces desconocidos de edificios y rincones del viejo Logroño y los coteja con lo que hoy queda de los mismos. Los textos se confrontan con imágenes antiguas y actuales de la sección fotográfica del diario. 

El libro, que acaba de ver la luz bajo el sello de la editorial local Siníndice, se presentará en sociedad el próximo día 19 en el salón de actos de la Biblioteca de La Rioja a las 19,30 horas, en un acto abierto al público (con las lógicas limitaciones de aforo que impone la pandemia) y también por vía digital en Youtube, a través del canal de la revista de humanismo y cultura local Lararium, dirigida y creada también por Bruno Escalona. La publicación que ahora nace, con 25 artículos publicados en El Día de La Rioja desde la salida del periódico el lunes 11 de mayo hasta el 30 de noviembre, puede adquirirse al precio de 15 euros en la librería Castillo de Libros, en la calle Madre de Dios 58, que regenta el autor junto con su madre.

«Todo comenzó en un momento complicado, en plena fase uno de la desescalada, cuando la gente comenzó a reclamarme los artículos que publicaba en el periódico», explica Bruno, a quien un amigo sugirió la idea de ir recopilando las 25 primeras entregas en un libro.

Dicho y hecho. El joven historiador logroñés contactó con la editorial Siníndice, que vio con buenos ojos el lanzamiento del libro, en el que se reproducen textualmente los reportajes publicados en las contraportadas de los lunes del periódico, acompañados de las imágenes antiguas de los edificios y espacios públicos, captados también por las cámaras de las profesionales de El Día de La Rioja Ingrid Fernández, Clara Larrea y Óscar Solorzano.

La confección de los textos y la investigación que requiere el trabajo no han resultado sencillas en todos los casos. «Ha habido muchas historias a las que cuesta llegar por la falta de información disponible», expone el joven autor, habitual de archivos y con una buena red de colaboradores que le proporcionan datos históricos e imágenes, en algunas ocasiones inéditas.

Escribir sobre edificios y rincones muy conocidos, como el Instituto Sagasta, la Escuela de Artes o la Beneficencia, cuyos pormenores históricos son muy conocidos no entrañó la dificultad que sí tuvo que sortear para dar a conocer entre los lectores del diario la existencia y los avatares, por ejemplo, del chalé de Santa Isabel, ya desaparecido, pero que dejó como legado el nombre de una calle de la ciudad.

¿Hay algún artículo preferido para Bruno de entre los 25 publicados? El joven historiador cita el del Puente Mantible, hoy acechado por la incuria y años de abandono, y que de alguna manera sigue escondiendo entre sus piedras enigmas como el de la fecha de su construcción. Para Bruno el emblemático puente sobre el Ebro, aguas arriba del barrio de El Cortijo, tiene remembranzas de la infancia, cuando acudía en bicicleta con su madre y aquellos arcos le parecían enormes. 

recuerdos de infancia. De aquella tierna infancia, el divulgador guarda también el recuerdo de la vieja estación de ferrocarril de la Plaza de Europa, sobre la que hoy se asienta la moderna terminal intermodal. Y es que su vocación histórica y divulgadora se fraguó bien pronto, cuando recorría Logroño con apenas seis años acompañado de sus abuelos, que acostumbraban a llevarle en sus visitas a edificios llamados a desaparecer. Eso y la afición en la familia por la fotografía, lo que se ha traducido en un bien nutrido archivo con imágenes de ese ‘Logroño de ayer’. 

«Mi deseo es dejar constancia para las generaciones venideras de lo que fue Logroño y compararlo con lo que es hoy; que dentro de 50 años se pueda consultar este libro para conocer detalles curiosos de muchos de sus edificios y rincones», comenta Calleja, que también ejerce como profesor de apoyo en el Instituto Comercio, y planea organizar visitas con sus alumnos. 

Sus artículos en el periódico no son sesudos textos históricos, sino pinceladas divulgativas en 400 palabras que ilustran al lector en tono ameno sobre detalles a veces poco conocidos del Logroño que fue y sigue siendo.