La llama olímpica de los Juegos de Tokio llegó ayer a su destino para comenzar los 121 días de relevo en un recorrido por todo el país y en medio de una escueta y discreta ceremonia afectada por la crisis del coronavirus. 

El país está dividido. Los Juegos, llamados a ser un momento de orgullo para la nación anfitriona, se han convertido en un foco de incertidumbre para los nipones frente a la decisión del COI de continuar los preparativos para las fechas programadas, de modo que comenzarían el próximo 24 de julio.

Encendida la semana pasada en el Templo de Hera, la llama fue transportada en el avión especial Tokyo 2020 Go desde Atenas y llegó a la base aérea Matsushima de la Fuerza de Autodefensa Aérea. El escenario del recibimiento, Higashi-Matsushima, fue uno de los más afectados por el terremoto y tsunami de 2011, y vivió una ceremonia sin espectadores, después de que los organizadores decidiesen no permitir que unos 200 estudiantes de primaria de esa localidad asistieran por prevención.

El recipiente con la llama descendió del avión de manos de Tadahiro Nomura, tres veces medallista de oro en judo, y Saori Yoshida, tres veces campeona en lucha, y que se lo entregaron a Yoshiro Mori, presidente de Tokio 2020, que estuvo acompañado por el presidente del Comité Olímpico Japonés, Yasuhiro Yamashita. Una orquesta sinfónica realizó una interpretación en vivo de la ‘Marcha Olímpica de Tokio’, simbólicamente la misma música que se utilizó en la ceremonia de apertura de los Juegos de Tokio 1964.

«El relevo de la antorcha en Japón comenzará hoy desde el centro de deportes J-village de Fukushima. Después de 56 años, recopilará de nuevo los deseos de todas las personas que estén en el recorrido y los llevará a Tokio. Así iluminará el camino de las personas», manifestó Mori emocionada.

Por su parte, en una encuesta publicada por la agencia local Kyodo, siete de cada 10 nipones no ven posible que los Juegos se celebren.