«Quiero acabar mi formación en la Royal y bailar por el mundo»

El Día
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Millán de Benito abandonó Logroño con diez años para ser Billy Elliot en la Gran Vía; ahora se forma en la londinense Royal Ballet School

Millán de Benito. - Foto: Foto cedida por Millán de Benito.

Reside desde septiembre en Londres en un periplo vital que desde la capital riojana le llevó a Madrid. Se trata de Millán de Benito (Logroño, 2007), ganador el pasado mes de febrero del Prix de Lausanne, concurso internacionale de ballet que en su quincuagésima edición distinguió al logroñés que, además, se hizo con el Premio del Público.

Llegó a la danza por inspiración familiar. «Mi familia ama la música y el deporte por lo que el ballet y la danza suponían una mezcla perfecta de las dos cosas. Soy el pequeño de tres varones y en mi casa ya habían tenido bastante fútbol, judo y baloncesto por lo que me propusieron apuntarme a bailar y no protesté demasiado», rememora.  Hasta los cuatro años no disfrutó de su primera clase de ballet.  «La afición primero y la «pasión después vinieron más tarde», informa.

Billy Elliot le abrió las puertas de la Gran Vía. A Madrid, de forma progresiva, se fue trasladando todo el clan De Benito. «Mi hermano mayor estudiaba allí. Luego fuimos mi padre y yo y, más tarde, se sumaron mi madre y mi hermano mediano», rememora. Fue aquí donde mostró su faceta más versátil: participando en «Grease el Musical», en diferentes proyectos audiovisuales al tiempo que se inscribió en el Conservatorio Profesional de Danza Mariemma «donde me gradué en junio».

Dar vida a Billy Elliot supuso un «reto» además de «un importante esfuerzo personal y familiar». « Supuso un entrenamiento muy, muy intenso que además había que compatibilizar con los estudios obligatorios», agrega. La irrupción de la Covid interrumpió las representaciones pero fue como una revelación: «Tenía claro que las artes escénicas eran mi vocación».

Además de la danza y el ballet, su proteica formación le ha llevado a abrazar el jazz, el canto y, por supuesto, la interpretación. ¿Le queda algún palo por tocar? El joven logroñés lo tiene claro: «Me queda muchísimo por estudiar y aprender.  Tengo la sensación de que apenas he comenzado a asomarme al universo que son todas las artes escénicas, disciplinas en constante evolución». «La danza evoluciona constantemente y un bailarín actualmente tiene que ser muy versátil y dominar distintos estilos, al igual que el canto y la interpretación. Un artista debe estar abierto y receptivo a todas las corrientes para integrarlas a la hora de comunicarse con el público de la forma más completa y formada posible», analiza.

Disciplinado y constante, reconoce que el camino elegido es «duro» pero «gratificante». De momento disfruta de su nueva etapa  en el Vocational Program de la Royal Ballet School. «Cuesta dejar tu casa y tu país, pero creo que es el momento de conocer otras culturas y otras formas de trabajo para enriquecerme lo más posible.  La Royal Ballet School es una institución centenaria que siempre he admirado, tiene uno de los mejores ballets del mundo y sin duda es un sueño hecho realidad formar parte de ella».    

«A pesar del poco tiempo que llevo me siento en casa, echo mucho de menos a mi familia y siempre estoy encantado cuando puedo volver a España», se emociona.

Con toda la vida por delante, reconoce que su sueño a corto plazo es «terminar mi formación en la Royal». Más allá en el tiempo le gustaría «formar parte de alguna de las  compañías internacionales con las que siempre he soñado y bailar por todo el mundo»