Almeida envió una carta a un capellán declarándose culpable

R. Muro
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Remitió el escrito a los pocos días de acabar, presuntamente, con la vida de Álex. Entre contradicciones, reconoció ayer la agresión sexual pero no el asesinato. Frío e insultantemente relajado, el acusado rompió su silencio. "Ese día bebí mucho"

Almeida, con jersey blanco de punto, escucha al presidente de la sala durante el juicio celebrado ayer en la Audiencia Provincial. - Foto: Ingrid

Frío, impasible y relajado, insultantemente relajado. Francisco Javier Almeida rompió un macabro silencio mantenido durante algo más de año y medio desde que presuntamente agrediera sexualmente al pequeño Álex el 28 de octubre de 2021 y acabara  con su vida instantes después. De hecho, el acusado, que permaneció esposado durante toda la jornada, reconoció la agresión sexual pero no el asesinato del pequeño. Y todo ello bajo una continua sucesión de contradicciones. Entre ellas, la expuesta por la letrada de la acusación particular relativa a una carta que el propio Almeida remitió al capellán del centro penitenciario de Logroño al poco de su detención y en la que se declaraba culpable de los hechos, sin entrar en más detalles.

La primera sesión del juicio con tribunal popular arrancó en la Audiencia Provincial con las indicaciones del presidente de la sala y la lectura de los escritos de las partes. Tanto el ministerio fiscal como las acusaciones particular popular (liderada por la Asociación Clara Campoamor) solicitan prisión permanente revisable y otros quince años por el delito de agresión sexual (violación). La defensa, por su parte, no reconoce los hechos que se juzgarán a lo largo de estas dos semanas. 

Almeida accedió a hablar, modificando de esta forma su decisión de acogerse, hasta ahora, a su derecho a no declarar. Tras vacilar y cabecear en forma de duda al ser requerido por el fiscal, el acusado, con un irónico e interesado afán de mostrar su predisposición a colaborar, aludió a que «escucho las preguntas y respondo a lo que pueda». Fue el inicio de su estrategia de defensa  para admitir, de alguna forma, la agresión sexual pero no su asesinato ya que «ese día bebí mucho». De hecho, Almeida dijo en la sala 13 de la Audiencia Provincial que «la persona que ha hecho eso no soy yo. Se llama igual y lleva la misma ropa, pero es otra persona distinta».

No aclaró el acusado cómo convenció al pequeño Álex para que accediera a acompañarle a su vivienda si bien, la cámara de vigilancia del edificio grabó el momento en el que Almeida sale del edificio pasadas las 20 horas de aquella fatídica tarde en la que Álex disfrutaba de una fiesta de Halloween. Algo más de media hora después, las cámaras graban de nuevo a Almeida dirigiéndose hacia el ascensor ya en compañía del pequeño disfrazado de niña del exorcista. Tal y como reveló el agente de la Guardia Civil que volcó las imágenes de las cámaras, «no hay audio pero sí se ve que hay una comunicación». De hecho, el propio agente de Policía Judicial cree, y así se aprecia en las imágenes, que Almeida indica al pequeño que acceda a su vivienda por las escaleras mientras el acusado cogía el elevador, supuestamente, «para que no le vieran con el niño». A continuación, la grabación muestra al acusado preparando las llaves y pulsando en el piso tercero del cuadro de mandos del ascensor.

Llegó a declarar Almeida que Álex, aunque «al principio se negó», accedió «voluntariamente y sin forzarle a tener relaciones sexuales con él», en concreto a practicarle una felación. «Después todo está nublado. Solo recuerdo que luego le tapé la boca y para cuando me di cuenta, algó pasó. Yo no lo asfixié, pero perdió el conocimiento». Los agentes que testificaron ayer, de Policía Judicial y del puesto de Villamediana de Iregua que acudieron tras ser requeridos por la desaparecición del pequeño, coincidieron en que Álex no tuvo opción de defensa. A juzgar por los hematomas, heridas y marcas en el cuello del pequeño, «Álex fue asfixiado cogido con el brazo por el cuello desde la espalda» y con «una violencia elevada», tal y como juzgó el fiscal Enrique Stern.

 A continuación, «con la bragueta abierta» y con manchas de sangre de Álex en su ropa, Almeida bajó por las escaleras con el niño en brazos «para pedir ayuda porque pensaba que aún estaba vivo». Al ser sorprendido por un vecino, el acusado indicó que «se ha desmayado». Los restos de fluidos encontrados en el acusado, tal y como quedó constancia en el juicio, pertenecían a Álex.

«Un señor se ha llevado a álex». Mientras tanto, en el exterior, una niña de cuatro años que jugaba con el pequeño accedía de forma apresurada al merendedero donde se encontraban sus padres advirtiendo de que «un señor se ha  llevado a Álex». Se inició así una frenética búsqueda. Tras su localización y detención, los agentes encontraron en la habitación de Almeida el pantalón del disfraz del pequeño y restos de su peluca. Previamente, colocaron unas bolsas en las manos del acusado para evitar que se destruyeran pruebas. 

Durante el resto de la sesión, Francisco Javier Almeida se mostró impasible, como si la causa no fuera con él. Frío como el hielo incluso cuando la sala visionó su acceso al edificio con Álex o la foto del pequeño visiblemente magullado. Ni un gesto. El propio fiscal expuso que «cuando ocurre un hecho tan horrible, lo primero es pensar que esta persona es una enferma. No lo es y lo demostraremos. Hace -prosiguió- lo que quiere, puede evitarlo y no lo evita. La maldad existe en este mundo», alertó Stern.