La violencia filioparental se multiplica por seis desde 2018

David Hernando Rioja
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La Rioja registró un total de tres denuncias en medio abierto en 2018 frente a las 16 que se han tramitado en este 2023

Exterior del centro de menores Valvanera - Foto: Ingrid

La violencia filioparental es un problema que ha crecido en La Rioja. El número de denuncias en medio abierto ha aumentado considerablemente desde el año 2018, pasando de tres a las 16 que se han tramitado en lo que llevamos de 2023, aunque se espera que esta cifra se incremente hasta las 20 denuncias. Los años anteriores se mantuvieron estables, ya que en el 2014 se registraron ocho, en 2015 unas siete, en 2016 hubo nueve y en 2017 hubo diez.

Este tipo de denuncias son las que acaban con los jóvenes en libertad vigilada, haciendo prestaciones de servicios de la comunidad o actividades socioeducativas.

La directora general de Servicios Sociales del Gobierno de La Rioja, Marta Gómez, ha mostrado preocupación por este aumento de denuncias. Explica que este tipo de violencia afecta a todo tipo de clases sociales, por lo que toda la sociedad tiene que tomar conciencia. «La violencia filioparental no son casos aislados o que pueden provenir de familias desestructuradas, sino que también se producen en otras que son de clase media o alta», avisa.

Otros datos del Gobierno de La Rioja muestran que el número de menores internados por violencia filioparental en este año son siete, a solo uno de igualar todos los que hubo en 2022. El pico más alto de los últimos cuatro años fue en 2021 con 10 menores internados, mientras que en 2020 hubo cinco.

Los informes también muestran que los jóvenes con 15, 16 y 17 años son los que más han internado en estos cuatro años, concretamente, ocho por cada una de estas edades. Hubo cinco con 14 años y uno con 18 años.

El Ejecutivo regional también tiene registrados los menores que están en libertad vigilada. En este caso, este año solo hay tres casos, un descenso considerable teniendo en cuenta que en 2022 hubo ocho, siendo el año que más se tramitaron entre el 2020 y 2023. En 2021 hubo cinco menores en libertad vigilada y en 2020 solo uno.

En estos casos, hubo siete menores con 17 años, cinco con 16 años, cuatro con 15 años y uno con 14 años.

El psicólogo de la Fundación Pioneros, Víctor García, cuenta que ha trabajado con  este tipo de violencia desde 2014 pero «ahora hay más casos y más denuncias». «Las familias han pasado de educar con un estilo autoritario en el que los hijos nunca se planteaban confrontar a los padres, a uno excesivamente permisivo en el que se les cuestiona todo a los padres, y a la vez, estos sobreprotegen a los hijos y no les dejan frustrarse», detalla.

Indica que este aumento de denuncias se debe a que los padres ven más claro que esto es un delito. «Antes el tema de denunciar este tipo de violencia se tapaba y se quedaba en familia, mientras que ahora se tiene una percepción más clara de la violencia intrafamiliar y de que es muy dañina para el entorno», explica.

Más motivos. Otros motivos de este tipo de violencia son la poca tolerancia a la frustración, pérdida de control y un estilo de apego basado en la violencia, es decir, «cuando ves violencia reproduces violencia». «Muchos de los chavales han vivido violencia de género en casa y ven que los problemas emocionales se resuelven con violencia, y no solo hablo de la física, sino verbal con amenazas o chantaje», indica.

Este psicólogo apunta de que muchas de las familias que acuden a la Fundación Pioneros por este motivo no están estructuradas. «Más de 70% de nuestros casos son de familias monomarentales, monoparentales, separadas o que los padres tienen varias parejas pero no se establecen en una», señala. En cambio, recalca que cuando hay dos figuras para dar afecto y poner límites, «el hijo se ve más nutrido».

Además, añade que la violencia la ejercen por igual niños y niñas, pero «más del 80% de las víctimas son las madres».  La educación patriarcal, explica, hace que siempre sea el hombre el que tenga que ser el duro y se ha visto que cuando el hijo se pone violento con el padre, este se pone violento con el hijo. «El lenguaje no verbal de un padre es mucho más intimidatorio que el de una madre normalmente», asegura García. 

Por su parte, este psicólogo recuerda que las madres están más tiempo con los hijos en una cultura patriarcal, por lo que «son más nutritivas de afecto y tienen más fusión con ellos». «Esto hace que los hijos empiecen haciéndole chantajes pequeños a ella, de esta manera, le toca decir más veces que no desde una postura más cercana», concluye.