"El abogado es individualista; crear una agrupación es difícil

Francisco Martín Losa
-

Jesús Gil-Gibernau, abogado riojano de larga trayectoria, relata fragmentos destacados de su vida profesional, como la fundación del grupo Hispajuris, o su afición por los botijos que le llevó a recopilar una colección con récord Guinness

Jesús Gil-Gibernau, en su despacho de abogado. - Foto: Ingrid

La vida de que todo ser goce de la bendición de las gentes o de la indiferencia de su tiempo, tenga éxito o fracaso en el empeño vital de su destino, es una montaña rusa. Es una sucesión inabordable de instantes gloriosos y golpes personales, de ilusiones y decepciones. Como en los viejos linajes, hay familias que están ligadas a una profesión de por vida. Así es nuestro personaje, Jesús Gil-Gibernau, ochenta y un años a caer, cuarta generación dedicada a la Abogacía, metido siempre entre pleitos, demandas, sentencias y, a la vez, coleccionador de todo lo que le ha apetecido y podía, sobre todo, botijos o más de ciento cincuenta álbumes de fotografías, desde 1850, familiares y de acontecimientos desde entonces hasta nuestros días. Le ha mordido la vida, en plena madurez, con la pérdida de una hija, muerte súbita, todavía no lo puede entender, a la que escribe todos los días, cuatro o cinco cartas y las colecciona. Ha sabido salir, sin atrincherarse en el dolor ni en la nostalgia, arropado por su mujer, sus dos hijos y nietos, sus amigos . Ha sido y es un coleccionista empedernido y de cualquier cosa hasta de distinciones muy sonoras.

NACIDO EN EL «EXILIO» SEVILLANO. Se acuerda y es súbdito fiel de esa patria de tiempos felices que todos tenemos en común, que se llama infancia y juventud. Nacido en Sevilla en el exilio, junio de 1942, en plena posguerra: «Mi padre pertenecía a Izquierda Republicana, estuvo en la cárcel en lo que hoy es la Escuela de Artes y Oficios y gracias a la intervención de mi abuela Susana, personalmente con el general Mola, logró salir y evitar el destino trágico al que estaba destinado, como otros muchos. Entonces se iba a México, que acogía a refugiados, sobre todo, licenciados y luego, no sé por qué se quedó en Sevilla y yo tendría cinco o seis años cuando regresamos a Logroño», relata. Lo memoriza y le sale de corrido: «Mi padre empezó a ejercer, mi madre, rara avis entre las mujeres, era maestra y regentaba una escuela, heredada de mi abuelo paterno que en 1.900, creó el colegio San Antonio. En Logroño, sólo estaban Los Maristas pero su importancia es que se ubicó en el antiguo chalet de la familia Trevijano, lo que es hoy la Gran Vía. Se adelantó a su tiempo, con clases al aire libre, tuvo hasta cincuenta internos y pasaron personajes muy notables, como monseñor Escrivá de Balaguer, Eduardo González Gallarza, gente de clase media y menos pudiente. El centro, al que yo asistí, sufrió los avatares de la postguerra, el abuelo había muerto, mi madre lo convirtió en un parvulario hasta que se jubiló y el colegio desapareció », rememora.

BUSCANDO EL FUTURO. A los diez años, nuestro protagonista saltó al Instituto Sagasta hasta terminar PREU, como tantos adolescentes de entonces, para iniciar, a posteriori, Derecho en Zaragoza: «El primer año me matriculé por libre en la Academia San Raimundo de Peñaflor, que había en Logroño y era muy duro. En Zaragoza, en una semana, los exámenes, sin parciales, un estudiante normal en Bachillerato y buenas notas en la carrera, siempre con beca y, nada mas finalizada, me fuí a Barcelona al IESE, yo que era de Letras. Eran los años setenta», especifica. Era la primera vez que oía la palabra master y no sabía lo que era: «En el Instituto de Administración y Gestión de Empresas, se daba un master para postgraduados, podría haber cincuenta plazas, númerus clausus y, para acceder, se requería una nota media de ocho, pasar las pruebas e ingresar. La carrera era de tres años, muy duros, yo no la acabé. Era muy cotizada y los que estaban en segundo, ya tenían detrás multinacionales que los contrataban y de los cincuenta, salían dos o tres y los demás eran hijos de papá, hijos de grandes empresarios. Tuve oportunidad de trabajo, pero mi padre falleció con sesenta y tres años, yo tenía veintisiete, hijo único y decidí abrir despacho en Logroño, en Avenida Portugal».

EL DESPACHO, EMPRESA Y FUNDA HISPAJURIS. Conforme ya desgranando su historia, su vida se va construyendo: «Vine a casa con mi formación empresarial, siempre dije que mi despacho era una empresa, enfrentándome a los viejos abogados y he dedicado cincuenta y dos o cincuenta y tres años, fundamentalmente al Derecho Mercantil, bien colocado y en una buena situación». Le ha gustado tanto su profesión que fundó Hispajuris, en busca de alianzas: «Me ha gustado siempre Logroño pero, ante unas limitaciones de intervención, me propuse contar con un despacho a nivel nacional. Al principio, abro en Arnedo, me fue muy bien y pude ser el abogado de las empresas más importantes del calzado. Entonces, traspasé fronteras y me sitúo en Madrid durante tres años. Paralelamente, contacto con otros despachos hasta lograr unos cuantos para dar la constitución de Hispajuris, después de muchas horas, que es ahora mismo el grupo de abogados más importante de España con oficinas centrales en Madrid. Los cuarenta despachos trabajamos con una filosofía común y una forma de ejercer la profesión. Cualquier asunto, en cualquier punto de España, sabe que tiene un despacho de referencia y estamos hablando de hace veinte años». Hispajuris funciona como piezas de un puzle: «El abogado es muy individualista y crear una agrupación es difícil no, lo siguiente. Ha sido un gran éxito y podemos abarcar un asunto que no puede otro despacho. Por eso, salen a concurso las asesorías jurídicas de los bancos, porque, lo que les interesa es contar con un solo abogado para toda España y no hay muchos que puedan hacerlo: Garrigues, Hispajuris y alguno más, gente muy preparada, que nos ayudamos en ese volumen de negocio y uso la palabra negocio». UN

INNOVADOR, SIEMPRE. Un servidor va a decir algo que, a más de uno, no le va a gustar pero una verdad verdadera: «He tenido clientes nacionales y extranjeros, he viajado muchísimo y me han levantado expedientes en el Colegio de Abogados, por ejemplo, porque estaba prohibido disponer de un logotipo pero me autorizaron las cuatro 'ces' de mi despacho, no podías ser una sociedad, no podías hacer publicidad con tu rótulo en la calle, he tenido expedientes por todo. De hecho, aunque sea puro egocentrismo, hemos sido el único despacho con becas en la Universidad de La Rioja a un estudiante de Derecho que consistía en un máster en Madrid, todo pagado. Hasta el tren». No se le ha puesto nada por montera: «Editamos durante diez años 'La Gaceta de las pymes', una publicación muy apreciada por las empresas y, siguiendo con mi ego, que debe ser muy grande, cuando empiezan las normas de calidad, me planteé :¿ por qué no puede tener un despacho de abogados la ISO? Es un orgullo ser el primer despacho de España que se certificó con la ISO 9.000 -1. Y, hablando de medio ambiente, de nuevo logramos la ISO de Medio Ambiente. Cuando me enteré que Garrigues había convertido su despacho en una S.L., al día siguiente, registramos la S.L. Profesional».

PRIMER GUINNESS EN LA RIOJA. Antes de meternos en más harina, hay que parar unos minutos para hablar de los botijos. Bonita afición y cara pero lo que se hace con gusto, no cuenta : «Me han gustado siempre las antigüedades y tenía por casa dos o tres botijos. Hace cuarenta años, por mi cumpleaños, los amigos me hicieron ,como regalo, la cabeza de un guerrero, en cerámica y, al observarla, veo un agujero en la cabeza y en el casco, otro: era un botijo. Me dijeron que lo habían comprado en Portales, fui a la tienda, les quedaban dos o tres y los compré. A lo tonto, empiezo a coleccionar, escribiendo a todas las Consejerías de Cultura, solicitando la relación de alfareros y, en un mapa de carreteras de Campsa, señalaba dónde existían, unos ciento cincuenta. Puedo decir que conocí a todos, aprovechando los viajes de trabajo y empecé a coleccionar botijos. Eso hace ahora treinta y cinco años y, cuando vivía en Madrid, ya tenía 1.500 ejemplares», relata. Ya era importante y salta a la Televisión. Ha estado varias veces en directo, ya tenía más de 2.000 botijos y le certifican el record Guinness: «En Castilla y León, habían visto el programa en que solicitaba un lugar y me ofrecen un palacio en la localidad leonesa de Toral de los Guzmanes: 'Usted tiene la joya y nosotros el joyero', dijeron. Se llevaron la colección, con un contrato, y la colección no ha parado de crecer, eso hace veintidós años y, entre los que he comprado y los regalados, pasan de los 3.000, a los que han incorporado fotografías, algunas muy curiosas, como una Brigitte Bardot, muy jovencita, con un botijo o Sofía Loren».

SU SITIO ESTÁ LA RIOJA. Nuestro protagonista nunca ha tenido afán de enriquecerse con su colección pero su deseo es que recalara en La Rioja, Logroño capital o en un municipio riojano: «Lo he ofrecido al Gobierno de La Rioja, lo dije públicamente, al Museo de La Rioja, hace años, al alcalde de Logroño, a todos los alcaldes de Navarrete. En estos momentos, estoy hablando con bodegas, aprovechando el filón del enoturismo. En su momento, lo ofrecí y una de las veces, me contestaron del Museo de La Rioja que era una presunción llamar museo de botijos a una simple colección. ¡Cómo si hubieran tantos museos en Logroño¡». La verdad es que es un museo en toda regla: «Hay auténticas maravillas históricas, muy curiosas y, por citar algunas, un botijo de cuando se casa Alfonso XIII o cuando se proclama la II República. Mis hijos no tienen esa afición y, por tanto, ahora la vendo y estaría dispuesto a colaborar con su comprador. Hay botijos de todas las clases y materiales y lo importante es que es la aportación a la cultura española, que ha servido de elemento decorativo durante siglos».

CARTAS A LA HIJA PERDIDA. Se le hace un nudo en la garganta y nunca termina de acostumbrarse ni lo puede entender: «Estas cosas no se esperan y está presente en la vida de la familia y amigos más íntimos. El mismo día que mi mujer Mari José y yo cumplíamos cincuenta años de matrimonio, mi hija Nayara fallecía de un ataque súbito en su casa a unos cientos de metros de nosotros. Habíamos decidido celebrarlos, como un día normal, la llamamos, no contestaba al teléfono: se había ido para siempre y nos enteramos al día siguiente». Habla y las palabras son como un susurro: «Eso no está previsto nunca y menos a los treinta y cinco años, un momento terrible. Yo le digo a mi mujer, hablamos mucho, que nos arropan nuestros otros dos hijos y nuestros nietos.

Quizá me tomen por loco, le escribo a diario cinco o seis veces, tengo más de mil quinientas cartas y mantengo una conversación cuando me levanto, cuando me acuesto, cuando me apetece le cuento mi vida», explica Mientras habla, le brillan los ojos, entre la emoción y la entereza . Parece darle vueltas a su tragedia, se toma su tiempo y los pensamientos se le quedan integramente en el alma: «Tengo amigos y me dicen que está con Dios, que está en el paraíso», se consuela. Las antigüedades y la cocina suponen un escape. Es el último quiebro de este relato. Se ha refugiado en la cocina y es raro el viernes que no tiene invitados y amigos en su sociedad gastronómica 'Los Berones'. Se pone el delantal y es otra persona, comprando en la Plaza de Abastos. Ha sido crítico con sus propios compañeros y le gusta estar con la gente, aunque también busca ratos de soledad. Se presentó a las primeras elecciones al Senado, bajo las siglas del PSP de Tierno Galván y los votantes se inclinaron por el PSOE.

Después de aquella escaramuza, rechazó nuevas aventuras porque nunca le faltaron ofrecimientos y, aunque su fe es republicana, se aferra a los años de prosperidad que hemos tenido. Hace nueve años, le operaron de cáncer de colon, salió bien, a veces tiene dolores. Editó un libro con su experiencia personal y lo regaló Guarda todavía más de 2.000 libros y le dió a un colega, que empezaba, todo lo que tuviera que ver con el Derecho, incluído el Aranzadi de ciento veinte tomos. Al Ayuntamiento de Logroño donó el escudo de la ciudad, el más antigüo, época de Felipe II, que está colocado en El Revellín. Pertenece a los Reales Tercios de España, es Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén y el Colegio de Abogados de La Rioja le ha distinguido con la Medalla de los 50 años, No quiere convertirse en la tumba de sus propios recuerdos, exquisito y clásico en el trato, sabe de las cosas que quedan, no de las que pasan y es intuitivo nato, como un labrantín adivinador. La vida es tan incierta, para mis adentros, que la felicidad debe aprovecharse en el momento que se presenta.