Los porches de la discordia

Bruno Calleja Escalona
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La calle Muro del Carmen nació de un convento y de la antigua muralla. Desacuerdos vecinales le privaron de ser paseo de invierno y la cercanía al instituto de acoger un teatro de 800 butacas

Estampa de la calle Muro del Carmen a principios del siglo XX. - Foto: Postal de la época

Muchas veces, las denominaciones de las calles dan pistas sobre su origen. Como la céntrica Muro del Carmen, que con su nombre recuerda a las murallas y con el 'apellido', al desaparecido convento. Su trayectoria permanece fiel a la línea de la muralla medieval, que se abría en esta zona con la puerta de la Herventia, en el arranque de la actual calle Portales. Era uno de los accesos más importantes, como salida natural hacia Zaragoza, siguiendo el curso del Ebro.

La línea defensiva permaneció intacta hasta el inicio de las guerras carlistas, cuando los lienzos se trasladaron hacia la actual Duquesa de la Victoria. En aquella época, los muros medievales quedaron integrados en la ciudad. Pronto se derribaron y se construyeron viviendas, al tiempo que en 1856 se abría el paso de la calle San Juan, obra de Maximiano Hijón, para dar salubridad a la ciudad. Aquella nueva arteria, hoy Muro del Carmen, recibía el nombre de Cortina de Oriente. Además, en ese año se planteó un nuevo proyecto, que no cuajó, para crear un paseo de invierno que diera continuidad a los porches de Rodríguez Paterna, emulando los paseos burgueses de las grandes capitales. El 24 de abril varios propietarios de las viviendas pidieron al Ayuntamiento la construcción de estos portales, que, además, podrían agrandar las viviendas. Solicitaban la cesión gratuita del suelo. El Ayuntamiento accedió y propuso construir dos arcos con un escudo de la ciudad en cada clave en las calles del Cristo y San Juan. 

Sin embargo, no todos los vecinos lo apoyaban. El 8 de mayo los detractores argumentaron ante el alcalde el elevado coste de la obra. La reunión fue tensa, pues los partidarios tampoco se ponían de acuerdo en la forma de actuar. Ese mismo día, el alcalde revocó la licencia.

El 30 de diciembre de 1861 se retiraron los últimos vestigios de la muralla, abriendo la ciudad al progreso. Junto al antiguo convento se levantaba la primitiva alhóndiga municipal. En 1865 se planteó un nuevo proyecto para esta calle, que tampoco pasó del papel. Consistía en un teatro con capacidad para 800 personas en uno de los muros del ya desamortizado convento. Sin embargo, fue desechado por su cercanía al instituto.

Desde entonces, la configuración urbana de la calle apenas ha variado. En 1903 acogió uno de los arcos para la visita de Alfonso XIII.