El arte español que brilla en Nueva York

Javier Otazu (EFE)
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Muchas piezas se malvendieron a coleccionistas y oportunistas en los años más oscuros de un país poco preocupado por preservar su pasado en operaciones algo dudosas, pero legales

Fotografía de la Capilla de Fuentidueña en el museo The Cloisters - Foto: EFE/ Javier Otazu

Tres joyas del arte español medieval y renacentista brillan en Nueva York sin que existan visos de ser devueltas a su país de origen, pues en todos los casos fueron adquiridas por contrato y no entran en la categoría de «obras expoliadas». Son la capilla románica de Fuentidueña (Segovia), los sepulcros góticos de los Condes de Urgell (Lérida) y el patio renacentista del castillo de Vélez Blanco (Almería), todos ellos trasladados por piezas hasta Estados Unidos y que hoy se encuentran entre las obras mayores que exhibe el Museo Metropolitano, sea en su sede central o en su sección medieval de The Cloisters, al norte de Manhattan.

En los tres casos se repite una historia muy conocida en los museos estadounidenses cuando se trata de arte europeo: las obras no son fruto de ningún saqueo, bien al contrario: fueron «salvadas» del abandono o la ruina y, además, compradas con dinero contante y sonante mediante y con un contrato de por medio.

«Son casos perdidos. Primero, el derecho nunca se aplica de forma retroactiva y, segundo, todo se hizo de manera estrictamente legal», reconoce Miguel Ángel Cajigal, especialista y divulgador español sobre el patrimonio. «Aunque sean injusticias éticas o morales, no se puede hacer prácticamente nada (para recuperarlos)», agrega.

El escritor José María Sadia lo ha llamado El autoexpolio del patrimonio español (Almuzara), título de un ensayo donde documenta algunos de los casos más sonados, entre ellos los tres citados. El subtítulo lo dice todo: Cuando España malvendió su arte.

Un ábside a cambio de un incompleto grupo de pinturas

Si bien la mayoría de piezas de arte salieron de España en el primer tercio del siglo XX, antes de que en 1933 se aprobase la primera Ley del Tesoro Artístico, que puso cierto orden en el patrimonio, uno de los casos más flagrantes se remonta solo a 1957, cuando el ábside de Fuentidueña (siglo XII) fue desmontado piedra a piedra para que cruzara el charco.

Salió empaquetado en varios palés de madera rumbo a Estados Unidos y fue vuelto a montar en The Cloisters. Su estatus es el de «un préstamo a largo plazo» sin fecha de vencimiento.

¿Qué recibió España como pago? La devolución de unos pocos frescos de la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga (Soria), que en 1925 habían sido vendidos por los vecinos -ellos usaban el templo como establo- al anticuario italiano Leon Levi, quien luego los vendió a varios clientes en Norteamérica.

El trueque ni siquiera incluyó todos los frescos: The Cloisters, de hecho, se quedó algunos de los más valiosos, como el de El Dromedario o el de Las Tentaciones de Cristo. El Museo del Prado, donde fueron a parar esos pocos frescos, no tiene abierta ninguna reclamación contra el Museo Metropolitano de Nueva York (MET), según aseveró un portavoz de la pinacoteca.

Un cambalache de ese tipo sería hoy impensable, pero en 1957, un régimen franquista deseoso de salir del aislamiento internacional estaba dispuesto a todo con tal de agradar a Washington: hasta el ministro de Exteriores de Franco Alberto Martín-Artajo intervino para allanar el terreno.

Y todo, hay que decirlo, en la iglesia de San Martín de Fuentidueña (donde hoy viven menos de 150 personas) se caía a pedazos. Tanto es así que la propia página web del ayuntamiento (www.fuentiduena.es) incluye un vídeo donde el MET relata la heroica tarea que supuso la «salvación» del ábside del templo.

Los sepulcros góticos de Urgell

En el mismo The Cloisters que el ábside de Fuentidueña está la llamada capilla gótica que acoge los cuatro sepulcros de los Condes de Urgell (siglo XIV). En su caso, vienen del monasterio de Santa María de Bellpuig de la aldea leridana de Os de Balaguer.

El monasterio fue víctima de la desamortización de Mendizábal en 1836 y más tarde de la despoblación. En 1894, un banquero local compró el monasterio entero y, a continuación, vendió los sepulcros por 15.000 pesetas a un anticuario, Luis Ruiz, quien envió a una cuadrilla de albañiles a desmontarlos y se los vendió más tarde al MET, antes incluso de que existieran The Cloisters.

Fue otra venta estrictamente legal. Fuentes de Cultura de la Generalitat confirmaron que no hay ningún litigio pendiente. Es más, el MET ha accedido a que especialistas catalanes estudien en Nueva York al detalle los sepulcros para preparar una novedosa reproducción mediante impresión en 3D que pronto se exhibirá en el emplazamiento original de las tumbas.

Un patio renacentista arrancado de Almería

Nos adentramos ahora en la sede central del neoyorquino MET (3,2 millones de visitantes anuales). Una de las salas la ocupa un primoroso patio renacentista con arquería en dos niveles de mármol blanco que parece salido de un palacio toscano, aunque en realidad, fue a parar allí procedente del Castillo de Vélez-Blanco de Almería (siglo XVI).

Este castillo pasó por varias manos y, a principios del siglo XX, era propiedad de la casa de Medina-Sidonia, que vendió el patio entero en 1904 a un anticuario francés, quien a su vez lo revendió nueve años después a los coleccionistas George y Florence Blumenthal.

Los Blumenthal reconstruyeron el patio para su uso y disfrute en su propia mansión de Manhattan y como tantos millonarios neoyorquinos que quieren pasar a la historia como mecenas lo donaron al MET, que lo reconstruyó por segunda vez en 1945 para el gran público. Rescatar todos estos tesoros y devolverlos no solo es legalmente complicado, sino que una reclamación así ni siquiera contaría con el aplauso de la opinión pública, que ve a España como un país principalmente expoliador. Algo injusto ya que algunos expertos apuntan a España, Italia y China como uno de los países más expoliados (artísticamente) del mundo.