Una sátira divertida sobre la corrupción

SPC
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El colombiano Fernando Vallejo desafía al poder político y a quienes lo detentan con su nueva obra 'La conjura contra Porky'

Una sátira divertida sobre la corrupción

Fernando Vallejo, el escritor de Medellín, considerado el más feroz de su generación, ofrece en la novela La conjura contra Porky (Alfaguara) una sátira contra el poder y la corrupción en un viaje delirante desde su propia muerte, en el que clama con lengua afilada contra todos los males que golpean la sociedad.

Fernando Vallejo se mata y lo hace nada menos que en la Basílica Metropolitana, provocando un gran escándalo entre sus detractores y en el país en general. Como música de fondo, en una radio a pilas suena Tres corazones, del cantante mexicano Cuco Sánchez, a quien rinde devoción.

Semanas después estalla una guerra nuclear y lo único que queda es refundar la Tierra, una nueva donde se adelanta que ya no habrá distinción entre hombres y mujeres, porque el sexo desaparecerá. El relato va alternando el momento de su muerte con el apocalipsis que tendrá lugar más tarde. A lo largo de la obra, el tono de tragedia se transforma una y otra vez en tragicomedia a través de admirables transiciones. Como al inicio, cuando dos acomodadores de coches distraen al narrador en su monólogo, discutiendo por ver a quién pertenece como lugar de trabajo el aparcamiento en la zona de la Basílica, una situación común en Latinoamérica: la lucha entre pobres, que enseguida vuelve a dejar paso a la tragedia. Los acomodadores sacan sus cuchillos para pelear, aunque sin consecuencias mortales.

En las primeras páginas, de las 144 que tiene, queda definido el discurso provocador, lleno de frases que son denuncias contra todos los poderosos, con tono incisivo y la gracia de un lenguaje universal. Este discurso se va hilvanando con la conexión que existe entre un tema y los que nacen, como ramas, del mismo, de las que a su vez brotarán más temas: se trata de la creación de un sistema para ejercer una crítica despiadada. Lo que Vallejo quiere dejar claro es que todo el mundo está podrido. El blanco principal son las instituciones, a las que el autor siempre ha tenido en el punto de mira. Por ejemplo, imagina la reacción de la prensa si los acomodadores se hubieran matado entre ellos, el espectáculo en el que se habría convertido por el enfoque amarillista del que culpa a los principales diarios colombianos. Cleptocracia, zanganocracia, partidocracia. Las palabras elegidas para arremeter contra las instituciones parecen estar nombrando monstruos. Un gran acierto por parte del autor, que las dota de una personalidad maligna, colocándose él mismo como el único azote que puede acabar con ellas.

El narrador no está solo, lo acompaña su perra Brusca, como un héroe y su fiel escudera, más que su mascota. Juntos recorren la ciudad, ella lo guía por las zonas verdes que va olisqueando, pero nuestro héroe siempre encuentra el horror en cada paso que da; de ahí nace su estilo, que es un grito, una queja y una reflexión. Vallejo, como buen observador y escritor, siente la urgencia de contar lo importante. Es lo que viene haciendo desde que debutó en el panorama literario. Aquí no hay distinción entre una cosa y otra, lo urgente y lo importante van unidos, por eso, más que escribir, vomita palabras. Vallejo practica una especie de habla transcrita, porque leerlo es casi como escucharlo, y él mismo lo explica en este libro. Lo suyo es documentar la realidad.

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