"Llegamos a todas las librerías del mundo"

El Día
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La editorial riojana Pepitas acaba de celebrar su 25 aniversario; en este cuarto de siglo la firma logroñesa ha editado 400 libros. De todos ellos se siente «orgulloso» su editor, Julián Lacalle.

Julián Lacalle, en Semilla Negra, brazo librero de la editorial Pepitas.

En 2019, España contaba con 3.170 editoriales que alumbraron la pantagruélica cifra de 65.000 títulos. Alimenta la estadística Pepitas de Calabaza, Pepitas por acortar, sello independiente que acaba de cumplir 25 años. Pepitas celebró el 28 de octubre sus bodas de plata y lo hizo poco después de publicar Había del verbo a ver, del arnedano Ánjel María Fernández, un libro que dará que hablar como casi todos los salidos de la editorial. Su catálogo cuenta con 400 referencias y Julián Lacalle (Logroño, 1976), su editor, está «orgulloso» de todas ellas.

Su aventura comenzó en 1998 cuando «apenas existían las editoriales independientes aunque era un fenómeno en ciernes». El primer libro 'parido' fue Tres teatruras radiofónicas, de Anselmo Grekeich. Le han seguido muchos más en todos los géneros («ilustrados, narrativa, ensayo, ficción o no ficción», informa) y, aunque la gusten todos por igual, presume de Reflejos del Edén, de Biruté M. F. Galdikas, etóloga que vivió en Bormeo. En su opinión es «mucho mejor» que Gorilas en la niebla (fue libro antes que película, como casi siempre), también editado por Pepitas que tiene en nómina a autores de la tierra. «Para nosotros no existe la literatura riojana, pero sí apostamos por los escritores riojanos», defiende con Fidela, de Elvira Valgañón, entre sus manos.

En estos 25 años, ha podido cumplir muchos de sus sueños como editor. No envidia ningún título publicado por otros sellos «porque muchos libros que me hubiera gustado editar, los he acabado editando con el tiempo» y, como ejemplo, su reciente Cristo se detuvo en Éboli,  romanzo de Carlo Levi. «Corregimos la traducción ya existente», informa.

Lacalle está satisfecho con la trayectoria de Pepitas «porque estamos, o mejor dicho, llegamos a todas las librerías del mundo» y, pese a su marcado acento riojano, en este cuarto de siglo han demostrado «un vivo interés por los libros que no despiertan interés».