«Qué voy a decir de 'El Máquina', que jamás me ha fallado»

R. Briongos
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Aitor Bordel, amigo de Gonzalo Capellán desde la juventud, describe su perfil humano. No puede decirse que sea objetivo, ya que lo analiza con el filtro de la amistad, pero descubre aspectos inéditos del aspirante a presidir La Rioja

Gonzalo Capellán y su amigo Aitor Bordel en una foto que se hicieron en Nueva York en 2016 - Foto: El Día

Viéndole así, «tan moderado» como acostumbra a definirse él, pocos podrían imaginar que hubo una época en la que Gonzalo Capellán tuvo que dormir en un cajero automático. Y no solo ahí, sino también en un parque, o en los bancos de un aeropuerto. Pero no se asusten, no fue por un revés del destino, ni por su mala cabeza, sino por una irrefrenable pasión por el atletismo que le llevó a ir a las Olimpiadas de Barcelona 1992 y de Atlanta 1996 con toneladas de ilusión en el equipaje pero ni un duro en los bolsillos.

 Al menos no estaba solo. En ambos viajes le acompañó su amigo del alma Aitor Bordel, con quien posa tan risueño en esa imagen que ha sacado del viejo álbum familiar y al que ha elegido como abogado defensor en esta sección que pretende conocer a la persona que se esconde detrás de quien aspira a presidir el Gobierno de La Rioja. «Esa foto nos la hicimos nada más llegar a Nueva York. El avión tuvo un problema con el motor y tuvo que regresar sin descargar las maletas, por eso estamos con camisetas de publicidad», recuerda Bordel.

Se conocían de vista, ambos son de Haro y apenas se llevan dos años, pero se hicieron amigos en la Agrupación Deportiva de la villa jarrera. Gonzalo tenía 13 años «y también mucha clase y estilo corriendo», añade. Era el hijo del alcalde, pero eso no le afectaba ni a la forma de ser ni a la manera de relacionarse en su grupo de conocidos. «Capellán es lo que es gracias a la educación que le dieron sus padres. Menudos eran Patricio y Ana Mari», enfatiza. Todos los días después de entrenar iba a su casa a merendar, donde nunca faltaban los pasteles «y unos deliciosos bollos de mantequilla» de la pastelería Isasi, «que era de sus tíos».

  Pincha en hueso el periodista a la hora de indagar sobre algunos pecadillos de juventud del candidato del PP. Y no por la discreción que se supone a cualquier amigo fiel, sino por la total ausencia de hechos, no ya escabrosos, sino ni tan siquiera reseñables en una juventud dedicada por y para el atletismo. «Es tan meticuloso y tan perfeccionista que solo abandonó la idea de dedicarse profesionalmente al deporte cuando esa afición entró en colisión con los estudios». Ni una borrachera juvenil, ni una locurilla producto de un desengaño amoroso, uno duda ya de si ni tan siquiera suspendería algún examen. Aunque fuera con un 4,5.

Las únicas salidas del tiesto de Capellán fueron provocadas por el atletismo. La mayor, la de ir a Atlanta sin tener ni siquiera entradas para entrar en los estadios. «Le echamos morro y como había un riojano en la villa olímpica, Anacleto Jiménez, dijimos que le conocíamos y pudimos entrar», relata. Su sorpresa fue cuando le dijeron que se alojaban en el aeropuerto y él interpretó que era el hotel de cinco estrellas ubicado allí. «Le tuvimos que aclarar que era en los bancos de la misma terminal», se ríe.

Ni siquiera se encuentran fisuras en sus gustos literarios. Su mayor joya, en cuanto a libros se refiere, fue aquella edición en versión original que el ahora candidato encontró casi por casualidad y que traducía a su amigo en cuanto tenía la menor ocasión. «Era de la obra del padre de Sebastian Coe que abordaba cómo debía ser el entrenamiento del corredor de fondo y medio fondo». Un texto alejado de los intereses que se suponen a un adolescente pero que sirvió para afianzar aún más su devoción por el deporte.

 Aitor, actualmente conserje mantenedor en el Ayuntamiento de Haro, no se refiere al aspirante a gobernar La Rioja como Capellán, como la mayoría de los riojanos. Ni siquiera como Gonzalo, atendiendo a los muchos años de amistad que les unen. Le llama simplemente 'El Máquina', un apodo que requiere de poca explicación. «Qué te voy a decir de él, que jamás me ha fallado y estoy seguro de que nunca me va a fallar». Esta frase hecha, que todos hemos utilizado alguna vez, él la ha podido comprobar en un momento difícil, cuando más lo necesitaba. En la habitación del hospital, minutos antes de entrar en el quirófano para que le extirparan un tumor en la cabeza, recibió la visita de 'El Máquina'. En aquel momento estaba dando clases en Oxford, pero cogió vacaciones para estar al lado de su amigo. «No nos dijimos nada, solo nos agarramos las manos y fue suficiente». Él no lo dice, pero también estuvo allí en los momentos más difíciles para Capellán, y que se corresponden con la muerte de su padre y de su hermana.

Tal vez allí, mientras los médicos hacían los preparativos de la intervención, Aitor Bordel, recordó aquel viaje a Soria, en la Yamaha XS 400 recién comprada. «Yo creí que sabía conducir, pero no tenía ni idea. Nos fuimos tan contentos, en mangas de camisa, a ver correr a Fermín Cacho, sin pensar que luego había que pasar Piqueras de noche. Cuando llegamos por poco nos tienen que amputar varios miembros de congelación», exagera. El confidente, sin embargo, no cuenta cuando, años después, ya en una Virago, recorría las carreteras a una velocidad que haría avergonzarse al mismísimo Baltar, el presidente de la diputación deOrense pillado a 200 por hora conduciendo su coche oficial.

Tal vez por el miedo que pasó en esos viajes como acompañante, a Capellán le gusta siempre tener los pies en la tierra y ese es, quizá, su rasgo más marcado. «Para mi es el político perfecto porque tiene aptitud y actitud», resume Bordel. Si quien tiene un amigo tiene un tesoro, el aspirante a presidir el Gobierno puede sentirse multimillonario.