En un momento económico donde los intereses que fija el Banco Central Europeo (BCE) están ya en el 4,5%, los créditos al consumo superan tipos del 10% TAE y la banca española apenas bonifica los ahorros de sus clientes, los inversores buscan la máxima rentabilidad de su capital. Los ahorradores se fijan en productos financieros de todo tipo, incluso, en los negativos que apuestan por que suba el euríbor, caiga la economía o se arruinen ciertas empresas.
En este contexto, los economistas consideran que la edad actúa como un gran condicionante en las inversiones. El horizonte ideal de maduración no es igual para todos y la tolerancia al riesgo no es la misma con 20 que con 60 años. Así, aseguran que las personas más jóvenes, que ellos concretan hasta los 40 años, aquellos que muy posiblemente cuenten con pocos ahorros y bastantes gastos, son las que tienen una mentalidad de asumir más riesgos con su dinero al pensar que disponen de mucho tiempo por delante y, por tanto, posibilidad de mejorar el rendimiento de unas inversiones acertadas.
Por su parte, los que ya han entrado en la cuarentena es muy probable que estén más asentados, con salarios más altos, pero con mayores cargas y gastos altos, aunque también cuentan todavía con el factor tiempo para obtener buenos superávits.
Al llegar a los 50 años, los ahorradores se ven en una situación financiera más desahogada, con cierto capital y con la capacidad y experiencia de seguir mejorando, por lo que son inversores que buscan consolidar sus posiciones con productos más seguros pero con un riesgo más controlado.
Y a partir de los 60 años, acercándose a la edad del retiro o, incluso, ya jubilados, lo más normal es que sus ingresos bajen, pero también sus deudas estén saldadas y los hijos empiecen a volar solos, por lo que acumular capital deja de ser para ellos una prioridad y prefieren pasar sin sobresaltos con inversiones seguras con las que poder vivir holgadamente y hacer frente a los posibles imprevistos.
Los expertos recomiendan empezar a invertir lo antes posible porque, aunque parezca que en esta etapa existan otras prioridades, lo cierto es que la rentabilidad se va acumulando y al cabo de unas décadas se consolida un cierto capital.
Así, ahorrando, por ejemplo, 50 euros al mes desde los 25 a los 60 años, es decir, 24.000 euros, se podría disponer de un capital cercano a los 100.000 euros si se logran productos financieros con un rendimiento medio anual del 6%.
Las mejores inversiones son siempre a largo plazo, como las acciones en Bolsa o las obligaciones del Tesoro, aunque hay que disponer al menos de 1.000 euros; los fondos de inversión son otra fórmula que también exige un mínimo en la primera aportación, o los seguros de ahorro que permitan pequeñas aportaciones mensuales aunque hay que cerciorarse de que tengan una proyección interesante con gastos reducidos.
Los planes de pensiones no son recomendables cuando una persona es joven puesto que inmovilizar el dinero a un mínimo de 10 años no es una buena idea en una etapa sometida a grandes cambios en la vida.
Comprar una vivienda como inversión y como medio para no pagar un alquiler es una decisión que conlleva un alto coste de entrada y que puede implicar un endeudamiento a largo plazo y un freno para realizar futuras inversiones.
Diversificar
En la etapa que se superan los 40 años es cuando mayores posibilidades se abren a los ahorradores, por lo que los economistas recomiendan no jugárselo todo a una carta, diversificar en diferentes productos y contar con el largo plazo como el mejor aliado.
En cualquier caso, siempre hay que dejar una cierta cantidad para imprevistos, y no tocar ese dinero para otro fin diferente y, sobre todo, contar con un colchón de al menos tres meses de ingresos por si surgen gastos inesperados.
Para los que busquen tener atadas las obligaciones familiares están los seguros de vida que se ocupan de garantizar unos ingresos seguros en caso de accidentes, enfermedades u otro tipo de dificultades que pueda dar la vida.