La Gran Vía madrileña es el icono urbano del desarrollismo en la capital de España. Su nombre evoca a los primeros años del siglo XX. Logroño también tiene su Gran Vía y su nombre deja claros sus orígenes: por la traza de la gran avenida logroñesa circularon los trenes casi cien años hasta que el último silbato sonó en 1958.
La llegada del ferrocarril en 1863 supuso el despegue económico de la ciudad, que un año antes había demolido sus murallas. Las obras comenzaron dos años antes, con el trazado de la futura línea Tudela-Bilbao. El 26 de marzo las autoridades, piqueta en mano, daban el pistoletazo de salida a las obras del trazado férreo, con diseño de Charles Vignoles.
Los terrenos sobre los que se colocarían los raíles del tren eran campos periféricos. El 30 de agosto de 1863 quedaron inauguradas tanto la línea como la primera estación ferroviaria que tuvo Logroño, en un acto presidido por Espartero, en una de las jornadas festivas más importantes de la ciudad, con asistencia de todas las autoridades. El ferrocarril se convirtió en un importante elemento de desarrollo para Logroño. En tren arribaron destacadas figuras del momento, entre ellas los reyes Alfonso XII y Amadeo I, este último recibido por Espartero en el andén.
Con el paso de los años, la ciudad fue creciendo y a los lados de la vía surgieron industrias, algunas de ellas convertidas en referentes para Logroño y la región. Sin embargo, en la década de los 30, Logroño había sobrepasado al trazado ferroviario, de manera que las vías suponían ya una barrera que dividía la ciudad en dos partes, comunicadas por pasos que se convirtieron en importantes lugares de reunión.
Ante esa situación, el gobierno de La República decidió desplazar el trazado férreo al extrarradio y evitar el efecto barrera. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil dinamitó el proyecto y lo retrasó hasta 1958. El 9 de noviembre de ese año partió de la estación el último tren que realizará el trayecto por el viejo trazado. Ese día, los raíles dieron paso a la Gran Vía como calle referente para la ciudad. En 1960 se derribó la estación, junto con la pasarela, aunque los raíles siguieron unos años más. Tras su retirada, en los solares que iban dejando las industrias y elementos vinculados a las vías, se empezaron a construir viviendas y los raíles dieron paso finalmente a una gran avenida, que conserva en su nombre sus orígenes ferroviarios.