La llave para decantar el duelo

Maricruz Sánchez (SPC)-Agencias
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La victoria del PSC acerca a Illa a la Presidencia de la Generalitat a la que también aspira Puigdemont, una 'patata caliente' ahora en manos de una ERC en sus horas más bajas

La llave para decantar el duelo

Imponerse en unas elecciones no es garantía de acabar gobernando, y bien lo sabe el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, tras su experiencia en las generales de 2023. Ahora es un socialista quien se encuentra en esa tesitura; el candidato del PSC en los comicios del pasado 12-M logró una victoria holgada en las urnas, que le concedieron 42 representantes. Era la segunda vez que Salvador Illa ganaba las elecciones catalanas, ya lo hizo en 2021, pero esta es la primera que lo hace en votos y escaños. 

Pese al triunfo, Illa está obligado a pactar para ser investido, puesto que su resultado no alcanza la mayoría absoluta, por lo que ante él se abren distintos escenarios entre los que ha priorizado un tripartito con ERC y los Comuns. 

Pero el socialista no es el único que quiere ser president, porque el que ya lo fuera en su día, antes de fugarse de la Justicia, y ahora aspirante de Junts, también tiene esa aspiración. Carles Puigdemont necesitaría, como Illa, a los republicanos, para lograrlo, lo que pone en un brete a un partido en horas bajas. 

Paradoja del juego electoral, la ERC más débil de la última década tiene en sus manos ahora la valiosa llave de la gobernabilidad en Cataluña, si facilita que el PSC forme un Ejecutivo o por contra ayuda a los exconvergentes a disputárselo.

Quizá sea más una maldición que un golpe de suerte, porque este poder de decisión puede tensar aún más las costuras internas de un partido abocado a una renovación forzosa, tras desplomarse en las urnas -pasó de 33 a 20 escaños- y después del anuncio del presidente catalán en funciones, Pere Aragonès, de abandonar la primera línea política y no recoger el acta de diputado a la que se sumó, apenas dos jornadas después, la noticia de que Oriol Junqueras dejará la presidencia de la formación tras las elecciones europeas.

La endiablada aritmética, sin unas sumas claras, y la proximidad de las europeas del 9-J, cuya campaña arrancará el próximo 24 día, entorpecen aún más, si cabe, el proceso de negociación para una investidura muy incierta, que tendrá un prólogo trascendental: el 10 de junio, como muy tarde, habrá que constituir el Parlament y elegir su nueva Presidencia, un puesto clave para controlar los tempos en la cámara autonómica y decidir quién opta primero a ser investido.

El cabeza de lista de JxCat inició su intervención la noche de los comicios felicitando al PSC por su victoria en votos y escaños y reconociendo que la de su gran rival había sido «la campaña ganadora», pero acto seguido recordó que los 42 diputados socialistas quedan lejos de la mayoría absoluta.

Puigdemont no tardó ni 24 horas en comparecer en rueda de prensa para anunciar su intención de presentar candidatura a la Presidencia de la Generalitat en el debate de investidura, que deberá celebrarse como muy tarde el 25 de junio. Para ello, confía en una carambola ahora mismo inverosímil para constituir «un Govern de coherencia soberanista», sumando sus 35 representantes con los 20 de ERC, incluso con los cuatro de la CUP (en total: 55 o 59), y esperar a que los socialistas le brinden su abstención, a cambio de estabilidad para el Gobierno de Pedro Sánchez. Sin embargo, el PSC no está dispuesto a entrar en el juego de JxCat, como dejó claro esta semana su portavoz, Núria Parlon, que señaló que la prioridad de los socialistas es liderar un Govern tripartito y rechazó rotundamente investir a Puigdemont, pese a sus «amenazas de bloqueo» en España.

Aritméticamente, también es viable una investidura de Illa con el apoyo de PP (15 escaños) y Comuns Sumar (seis), siempre y cuando se abstuviera Vox, aunque el candidato de los derechistas, Ignacio Garriga, lo descartó: «No podríamos apoyar a alguien que ha suscrito la agenda del separatismo», apuntó.

Sobre el papel, el líder del PSC también dispondría de mayoría suficiente con un pacto con Junts, pero este escenario sociovergente también fue desechado por el propio Puigdemont, por lo que a Illa solo le queda ganarse la confianza de una Esquerra desnortada.

La sombra de las europeas

Tras las elecciones de 2015, la artillería propagandística de CDC popularizó el hashtag #PressingCUP, con mensajes dirigidos a empujar a la CUP a facilitar la investidura de Artur Mas, pero la presión no surtió efecto; ahora, sobre ERC se cierne un doble pressing: desde PSC y los comunes, para investir a Illa, y desde Junts, para apoyar a Puigdemont y dar verosimilitud a su estrategia para recuperar el Govern.

Los republicanos han descartado hasta ahora reeditar un tripartito, y, como explicó Aragonès, asumen que pasarán a la oposición, lo que trasladaría al PSC y a Junts la responsabilidad de «entenderse»: «No estaremos para facilitar una investidura del PSC y no participaremos de operaciones que necesitan del acuerdo de Junts y PSC», advirtió el líder de la Generalitat en funciones.

Pero con su partido atravesando una crisis interna, todo puede pasar y el rumbo de los acontecimientos podría dar un giro radical. Además, con la campaña de las europeas de por medio, es imposible que las conversaciones se desbloqueen pronto, aunque, llegado el momento, ERC deberá decidir cuál de las puertas que puede abrir con su llave es la peor opción.

Avalando a Illa, los republicanos se ganarían los reproches de Junts para toda la legislatura, aunque obligarían a Puigdemont a retirarse de la primera línea -el expresident ya anunció que no hará de jefe de la oposición-, algo que quizá termine desechando si el expresident opta por incumplir su palabra.

En cambio, dando apoyo a Junts y negándoselo al PSC, ERC acercará el escenario de una repetición electoral en la comunidad. Esa quizá sea un arma de doble filo: el partido podría ver agravada su actual crisis de liderazgo y votos en las urnas o, por contra, lograr una remontada de la mano de un nuevo rostro en la cúpula, que no sería ni Aragonès ni Junqueras.

Con todo, cualquier cosa puede pasar en Cataluña, tras un 12-M con claro ganador, dos candidatos a la investidura y una tercera fuerza sumida en una crisis interna sin precedentes recientes.