Hábitos que no pasan de moda

Bruno Calleja Escalona
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Once cofradías mantienen viva la tradición de la Semana Santa logroñesa, que fue ganando popularidad y riqueza en sus pasos e incorporó en 1694 el Descendimiento y el Santo Entierro

Imagen tomada del primer catálogo de las cofradías de Logroño editado en 1948. - Foto: Colección de Taquio Uzqueda

Como tantas otras ciudades, Logroño tiene en la Semana Santa uno de los hitos festivos del calendario. Once cofradías procesionan con importantes piezas devocionales, que agrupan a cientos de fieles.

Una de las más antiguas es la de la Vera Cruz fundada en 1537 en el convento de San Francisco. La advocación se popularizó tras el Concilio de Trento. Sin embargo, de ella surgieron otras cofradías como la de Clavijo. Contó con capilla propia y una imagen de un cristo crucificado. Esta cofradía salía en procesión en Jueves Santo y es también una de las más destacadas del Domingo de Ramos. En un principio, no contaba con pasos. El primero llegará en 1573, representando un cristo atado a la columna, inspirado en uno que existe en La Redonda. La Vera Cruz fue ganando popularidad y recursos, llegando a tener hasta tres o cuatro pasos en el siglo XVIII.

En ese siglo, el convento de La Merced alumbró su propia cofradía, la de la Santa Cruz de Jerusalén y Nuestra Señora de la Soledad, que se encargaba de la procesión de Viernes Santo y participaba también en la de Jueves Santo.

Con los años, las procesiones y demás actos religiosos de Semana Santa fueron ganando popularidad. El 20 de marzo de 1694 se realizó un nuevo añadido a las celebraciones: la función del Descendimiento y la Procesión del Santo Entierro, organizadas por La Redonda. En ese momento se entregó también la Virgen de la Soledad y un sepulcro con su imagen yacente en su interior y otros elementos a la concatedral. Gabriel de Unsain aportó el Sepulcro, una de las imágenes con mayor devoción en aquellos momentos. La imagen participó en la procesión de Viernes Santo. Después, llegaron otros pasos como el Descendimiento.

La Desamortización de Mendizábal terminó con la vida monástica y obligó a las cofradías a resguardar las imágenes en las iglesias que mantuvieron su culto, aunque no llegarán tampoco a terminar el siglo XIX. En 1889 se sabe de la existencia de la Cofradía del Cristo Nazareno. Unas obras en La Redonda obligaron a las hermandades a trasladar las piezas a la iglesia del Semanario. La II República modificó la tradición religiosa y obligó a las hermandades a hacer sus procesiones en el claustro de Palacio. Tras la Guerra Civil se crearon las actuales cofradías que siguen procesionando en Semana Santa.