La luz especial de 'El Kala'

Y.Ilundain
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Un cortometraje documental dirigido por el realizador arnedano Diego Pérez sobre la vida del logroñés Juan CarlosEstavillo 'El Kala' ha sido preseleccionado para optar a los premios Goya y es también candidato a los Forqué

La luz especial de ‘El Kala’ - Foto: Óscar Slorzano

Juan Carlos Estavillo 'El Kala' es un superviviente de la década de los 90, en la que la heroína causó miles de muertes entre los jóvenes de todas las clases sociales en nuestro país. La vida de este logroñés de 57 años ha estado marcada por la dependencia de esta droga, pero nunca se ha rendido y trata de no perder la ilusión y de «ayudar a los demás en la medida que puedo» .

Este hombre amable, menudo  y con rostro moldeado por las arrugas de la droga, es el protagonista de 'El Kala', el cortometraje documental escrito y dirigido por el cineasta arnedano Diego Pérez. Rodado íntegramente en La Rioja, este trabajo de 20 minutos de duración ha sido preseleccionado junto a otros 24 cortos para los Goya y es candidato también a los premios Forque. Este próximo jueves 19 podrá verse en tres pases especiales en la sala Gonzalo de Berceo de Logroño con los que el Gobierno riojano quiere precisamente  aupar su candidatura.

Su director recuerda que «todo comenzó cuando vine a Logroño hace siete u ocho años. Yo veía a 'El Kala' por la calle Laurel y comenzamos a hablar porque teníamos amigos comunes. Me llamó la atención que, bajo su apariencia dura, tenía una pureza y una luz muy especial, y hace cuatro años le dije que le iba a dedicar una película».

El proyecto de contar la verdad de 'El Kala' cobró forma y con el apoyo de La Rioja Film Commission se hizo realidad. «En el verano del año pasado lo rodamoscon la suerte de que nos llevamos el primer premio del certamen La Rioja de Cine que garantiza su distribución cinematográfica».

Fue el inicio de un despegue que  ha llevado a esta historia a participar en más de 40 festivales y a cosechar siete premios, entre ellos el del Festival Internacional de Cortos de Vitoria. 

Para Diego García,'El Kala' es «una bofetada de realidad a nuestros prejuicios protagonizada por una de esas personas que son la cara b de una ciudad. Es una de esas personas a las que la heroína convirtió en invisible y que lucha día a día contra el dolor para seguir haciendo lo que le hace feliz: ir a la calle Laurel a recoger la vajilla y sacar la basura de todos los bares a cambio de la voluntad y poder socializar conlas personas que se cruzan en su camino».

Para su creador, con más de cincuenta premios con sus anteriores cortos, «hace que nos reconciliemos con la vida y es inevitable sentir empatía  y tener ganas de conocerle. Entre espectador y protagonista se establece una relación afectiva que es lo que hace atractivo este trabajo para los que lo ven». 

 Y es que 'El Kala' gira en torno «a la verdad de su protagonista, a sus reflexiones sobre la vida, el amor... Es una auténtica lección de vida la que nos ofrece una persona que tiene una vida que no pueden caer en el olvido. Son vidas que merece la pena contarlas. Son una lección de humildad, de empatía, de lucha contra los prejuicios»·.

La buena acogida que está cosechando esta cita cree que obedece «a la presencia de una persona que es muy carismática. A 'El Kala' le quiere la cámara y le quiere el espectador. Despide pureza, verdad. Es una persona muy sociable y, pese a que su día a día es muy duro, no pierde la ilusión ni su deseo de ayudar a los demás».

ilusión. A'El Kala', protagonizar este corto le ha hecho «mucha ilusi ón e incluso la gente me reconoce y me para por la calle. Yo ya me veo en  los Goya». bromea.

Aunque ha participado como extra en una serie y en otro corto, este trabajo es «especial» y lo ve  como un reconocimiento a esas personas anónimas que, pese a las dificultades de la vida, «nunca perdemos la ilusión por vivir y ayudar a los demás».

Y eso que la suya ha sido una existencia muy dura. A los 20 años probó la heroína y se enganchó. «Llegué a dejarlo, pero volví a recaer. Ha sido el principal error que he cometido en mi vida: probar las drogas», lamenta. A sus 57 años, ha trabajado en jardinería, fundición de aluminio y en una empresa en la limpieza de calles, donde un problema en las piernas le dejó incapacitado para el trabajo y con fuertes dolores de por vida. 

Por las noches, se saca un dinero extra en la calle Laurel «recogiendo vasos , sacando la basura  e incluso barriendo» para completar los escasos 570 euros que cobra de prestación por incapacidad. 

Vive en un pequeño piso en Logroño con cuatro de sus hermanos y hasta hace escasos meses con un amigo argelino al que sacó de la calle y que falleció en mayo . «Mis padres m e enseñaron a hacer el bien y yo si puedo ayudar a los demás lo hago. No entiendo de clases ni de razas; yo, buen rollito. Intento siempre ser amable», asegura.